Área de Supervivencia para el Alma
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Área de Supervivencia para el Alma
Hola a todos a la compañera Nathalia y a mí se nos ha ocurrido crear este apartado dentro de la supervivencia, comtemplando que en estos tiempos el espíritu también necesita de alimento constante para poder sobrevivir a todos las impresiones y malas noticias a las que continuamente estamos sometidos.
Mi propuesta es que aquí se pueda postear todo aquello que toca nuestra Alma y la hace sonreir o emocionar.
Para empezar voy a compartir con ustedes un poema de Pedro Salinas titulado "Perdóname por ir así buscándote..." de su libro "La Voz a ti Debida", que desde hace años me acompaña.
Un abrazo.
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan só1o a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
Mi propuesta es que aquí se pueda postear todo aquello que toca nuestra Alma y la hace sonreir o emocionar.
Para empezar voy a compartir con ustedes un poema de Pedro Salinas titulado "Perdóname por ir así buscándote..." de su libro "La Voz a ti Debida", que desde hace años me acompaña.
Un abrazo.
Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan só1o a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eras.
Pedro Salinas. La voz a ti debida.
Editorial Castalia.
Editorial Castalia.
Natha- Buen usuario
Re: Área de Supervivencia para el Alma
A mi me pasan cosas con éste poema!!
Gracias, ayer cuando lo mostraste quede así
Un abrazo Natha!
Gracias, ayer cuando lo mostraste quede así
Un abrazo Natha!
Nathalia- Buen usuario
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Del libro el CAballero de la Armadura Oxidada de Robert Fisher, les dejo el último capítulo, la cima de la verdad. Se me ocurrió empezarlo alrevés, ahora creo que nos será de mas utilidad empezar por el final.
Pd. No sé porqué no consigo que el texto tenga un formato adecuado, pero seguro que de todas maneras se entiende.
Espero que lo disfruten.
LA CIMA DE LA VERDAD
Centímetro
a centímetro, palmo a palmo, el caballero escaló, con los dedos ensangrentados
por tener que aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la
cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como siempre,
había una inscripción sobre él: aunque
este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me
aferro a lo conocido.
El
caballero se sentía demasiado exhausto para superar el último obstáculo.
Parecía imposible descifrar la inscripción y estar colgado de la pared de la
montaña al mismo tiempo, pero sabía que debía intentarlo.
Ardilla
y Rebeca se sintieron tentadas de ayudarle, pero se contuvieron, pues sabían
que a veces la ayuda puede debilitar a un ser humano.
El
caballero inspiró profundamente, lo que le aclaró un poco la mente. Leyó la
última parte de la inscripción en voz alta: “Pues no puedo conocer lo
desconocido si me aferro a lo conocido”.
El
caballero reflexionó sobre algunas de las cosas “conocidas” a las que se había
aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad - quién creía que era y que
no era - Estaban sus creencias - aquello que él pensaba que era verdad y lo que
consideraba falso - Y estaban sus juicios - las cosas que tenía por buenas y
aquellas que consideraba malas.
El
caballero observó la roca y un pensamiento terrible cruzó por su mente: también
conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. ¿Quería decir la
inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido
-Lo has cogido caballero, - dijo Sam - Tienes que soltarte.
-¿Qué intentas hacer, matarnos a los dos?
Gritó el caballero.
-De hecho, ya estamos muriendo ahora mismo - dijo Sam - Mírate. Estás tan
delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estas lleno de
estrés y miedo.
-No estoy tan asustado como antes - dijo el caballero.
-En ese caso, déjate ir y confía -. Dijo Sam
-¿Qué confíe en quién? - replicó el caballero enfadado. Estaba harto de la
filosofía de Sam.
-No es un quién - respondió Sam - ¡ No es un quién sino un qué!
-¿Un qué? - preguntó el caballero.
-Sí - dijo Sam - La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo.
El
caballero miró por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito
que había debajo de él.
-Déjate ir
-le susurró Sam con urgencia.
El
caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza en cada segundo que
pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraban a la roca.
Pensando que moriría, se dejó ir y se precipitó al abismo, a la profundidad infinita
de sus recuerdos.
Recordó
todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a
sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A
medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había
hecho contra ellos.
Fue
cayendo cada vez más rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía
hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con
claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la
responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y
por los acontecimientos que le habían dado forma.
A
partir de ese momento, fuera de si mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie
de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no
el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo.
Le
sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió:
¡empezó a caer hacia arriba! ¡Sí, parecía imposible, pero caía hacia arriba,
surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más
profundo de él, con el centro de la Tierra. Continuó cayendo hacia arriba,
sabiendo que estaba unido al cielo y la Tierra.
Repentinamente,
dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el
significado de la inscripción de la roca. Había soltado todo aquello que había
temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo
desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser
experimentado y disfrutado.
El
caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una
sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de
ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido
había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una
claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave
brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que
pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón
rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por
Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.
Rebeca
y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lágrimas de gratitud
surgiendo de sus ojos.
“Casi
muero por todas las lágrimas que no derramé”, pensó. Las lágrimas resbalaban
por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón,
estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo
que quedaba de su armadura.
El
caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en
todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del
acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el
oeste.
Sonrió
a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él;
una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz
destellante como un arroyo, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el
sol.
PORQUE AHORA EL CABALLERO ERA EL
ARROYO. ERA LA LUNA. ERA EL SOL. PODÍA SER TODAS LAS COSAS A LA VEZ, Y MÁS,
PORQUE ERA UNO CON EL UNIVERSO. ERA AMOR.
Pd. No sé porqué no consigo que el texto tenga un formato adecuado, pero seguro que de todas maneras se entiende.
Espero que lo disfruten.
LA CIMA DE LA VERDAD
Centímetro
a centímetro, palmo a palmo, el caballero escaló, con los dedos ensangrentados
por tener que aferrarse a las afiladas rocas. Cuando ya casi había llegado a la
cima, se encontró con un canto rodado que bloqueaba su camino. Como siempre,
había una inscripción sobre él: aunque
este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me
aferro a lo conocido.
El
caballero se sentía demasiado exhausto para superar el último obstáculo.
Parecía imposible descifrar la inscripción y estar colgado de la pared de la
montaña al mismo tiempo, pero sabía que debía intentarlo.
Ardilla
y Rebeca se sintieron tentadas de ayudarle, pero se contuvieron, pues sabían
que a veces la ayuda puede debilitar a un ser humano.
El
caballero inspiró profundamente, lo que le aclaró un poco la mente. Leyó la
última parte de la inscripción en voz alta: “Pues no puedo conocer lo
desconocido si me aferro a lo conocido”.
El
caballero reflexionó sobre algunas de las cosas “conocidas” a las que se había
aferrado durante toda su vida. Estaba su identidad - quién creía que era y que
no era - Estaban sus creencias - aquello que él pensaba que era verdad y lo que
consideraba falso - Y estaban sus juicios - las cosas que tenía por buenas y
aquellas que consideraba malas.
El
caballero observó la roca y un pensamiento terrible cruzó por su mente: también
conocía la roca a la cual se aferraba para seguir con vida. ¿Quería decir la
inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido
-Lo has cogido caballero, - dijo Sam - Tienes que soltarte.
-¿Qué intentas hacer, matarnos a los dos?
Gritó el caballero.
-De hecho, ya estamos muriendo ahora mismo - dijo Sam - Mírate. Estás tan
delgado que podrías deslizarte por debajo de una puerta, y estas lleno de
estrés y miedo.
-No estoy tan asustado como antes - dijo el caballero.
-En ese caso, déjate ir y confía -. Dijo Sam
-¿Qué confíe en quién? - replicó el caballero enfadado. Estaba harto de la
filosofía de Sam.
-No es un quién - respondió Sam - ¡ No es un quién sino un qué!
-¿Un qué? - preguntó el caballero.
-Sí - dijo Sam - La vida, la fuerza, el universo, Dios, como quieras llamarlo.
El
caballero miró por encima de su hombro y vio el abismo aparentemente infinito
que había debajo de él.
-Déjate ir
-le susurró Sam con urgencia.
El
caballero no parecía tener alternativa. Perdía fuerza en cada segundo que
pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraban a la roca.
Pensando que moriría, se dejó ir y se precipitó al abismo, a la profundidad infinita
de sus recuerdos.
Recordó
todas las cosas de su vida de las que había culpado a su madre, a su padre, a
sus profesores, a su mujer, a su hijo, a sus amigos y a todos los demás. A
medida que caía en el vacío, fue desprendiéndose de todos los juicios que había
hecho contra ellos.
Fue
cayendo cada vez más rápidamente, vertiginosamente, mientras su mente descendía
hacia su corazón. Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con
claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la
responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y
por los acontecimientos que le habían dado forma.
A
partir de ese momento, fuera de si mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie
de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no
el efecto, le dio una nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo.
Le
sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió:
¡empezó a caer hacia arriba! ¡Sí, parecía imposible, pero caía hacia arriba,
surgiendo del abismo! Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más
profundo de él, con el centro de la Tierra. Continuó cayendo hacia arriba,
sabiendo que estaba unido al cielo y la Tierra.
Repentinamente,
dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el
significado de la inscripción de la roca. Había soltado todo aquello que había
temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo
desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser
experimentado y disfrutado.
El
caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una
sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el encantamiento de
ver, oír y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido
había entumecido sus sentidos, pero ahora podía experimentar todo con una
claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave
brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que
pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón
rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por
Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.
Rebeca
y Ardilla observaron al caballero ponerse de rodillas, con lágrimas de gratitud
surgiendo de sus ojos.
“Casi
muero por todas las lágrimas que no derramé”, pensó. Las lágrimas resbalaban
por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón,
estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo
que quedaba de su armadura.
El
caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en
todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del
acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el
oeste.
Sonrió
a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él;
una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz
destellante como un arroyo, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el
sol.
PORQUE AHORA EL CABALLERO ERA EL
ARROYO. ERA LA LUNA. ERA EL SOL. PODÍA SER TODAS LAS COSAS A LA VEZ, Y MÁS,
PORQUE ERA UNO CON EL UNIVERSO. ERA AMOR.
Natha- Buen usuario
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Camarada Natha:Este video es para que te reanimes pon atenciòn y disfruta la vida es muy corta para acabarla con tristeza y mas en 2011 con conteo regresivo.
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sandokan- Usuario destacado
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Gracias por tu gentileza Sandokan no conocía esta canción, esta chica Antonella es la misma qeu cantaba con Eros Ramazotti amarte es total? lo que está claro es que estoy ampliando mi repertorio musical contigo.
De contrapartida te pongo una canción que me gusta mucho.
Un saludo.
De contrapartida te pongo una canción que me gusta mucho.
Un saludo.
Natha- Buen usuario
Primer Cap. El Caballero de la Armadura Oxidada
Esta es la primera parte del primer capítulo.
Espero que lo disfruten.
EL DILEMA DEL
CABALLERO
Hace
ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que
era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros
buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que era malos,
mezquinos y odiosos. Mataba a dragones y rescataba a damiselas en apuros.
Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenía la mala costumbre de
rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a
esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban
furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se
puede contentar a todo el mundo.
Nuestro
caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan
brillantes que la gente del pueblo juraba no haber visto el sol salir en el
norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a
la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el
caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en
cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias
direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.
Durante
años, el caballero es esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había
otra batalla que ganar, otro dragón que matar y otra damisela que rescatar.
El
caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía
hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenía debilidad por el vino.
También tenía un hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver algún
día, convertido en un valiente caballero.
Julieta
y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una
batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su
armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta
tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para
dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para
nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.
Ocasionalmente,
Cristóbal le preguntaba a su madre qué aspecto tenía su padre. Cuando esto
sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del
caballero.
-He aquí a tu padre, decía con un suspiro.
Una tarde, mientras contemplaba el
retrato, Cristóbal le dijo a su madre:
-Ojalá pudiera a ver a padre en persona.
-¡No
puedes tenerlo todo! -respondió bruscamente Julieta.
Estaba
cada vez más harta de tener tan sólo una pintura como recuerdo del rostro de su
marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la
armadura.
Cuando
paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero
solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca
podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero las acallaba, ya sea
cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido.
Un
día, Julieta se enfrentó a su marido.
-Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.
-Eso no es verdad - respondió el caballero - ¿Acaso no te amé lo suficiente como
para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con
paredes empedradas?
-Lo que tu amabas - dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver
sus ojos - era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco
me amas realmente ahora.
-Sí que te amo - insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y
rígida armadura, casi rompiéndole las costillas.
-¡Entonces,
quítate esa armadura para ver quién eres en realidad! - le exigió.
-No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y
partir en cualquier dirección - explicó el caballero.
-Si no te quitas la armadura, cogeré a Cristóbal, subiré a mi caballo y me
marcharé de tu vida.
Bueno,
esto sí que fue un golpe para el caballero. No quería que Julieta se fuera.
Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba a su
armadura porque les mostraba a todos quién era él: un caballero bueno, generoso
y amoroso. ¿Por qué no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades?.
El
caballero estaba inquieto. Finalmente, tomó una decisión. Continuar llevando la
armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y Cristóbal.
Espero que lo disfruten.
EL DILEMA DEL
CABALLERO
Hace
ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que
era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros
buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que era malos,
mezquinos y odiosos. Mataba a dragones y rescataba a damiselas en apuros.
Cuando en el asunto de la caballería había crisis, tenía la mala costumbre de
rescatar damiselas incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a
esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban
furiosas con el caballero. Él lo aceptaba con filosofía. Después de todo, no se
puede contentar a todo el mundo.
Nuestro
caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan
brillantes que la gente del pueblo juraba no haber visto el sol salir en el
norte o ponerse en el este cuando el caballero partía a la batalla. Y partía a
la batalla con bastante frecuencia. Ante la mera mención de una cruzada, el
caballero se ponía la armadura entusiasmado, montaba su caballo y cabalgaba en
cualquier dirección. Su entusiasmo era tal que a veces partía en varias
direcciones a la vez, lo cual no es nada fácil.
Durante
años, el caballero es esforzó en ser el número uno del reino. Siempre había
otra batalla que ganar, otro dragón que matar y otra damisela que rescatar.
El
caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, que escribía
hermosos poemas, decía cosas inteligentes y tenía debilidad por el vino.
También tenía un hijo de cabellos dorados, Cristóbal, al que esperaba ver algún
día, convertido en un valiente caballero.
Julieta
y Cristóbal veían poco al caballero porque, cuando no estaba luchando en una
batalla, matando dragones o rescatando damiselas, estaba ocupado probándose su
armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta
tal punto de su armadura que se la empezó a poner para cenar y, a menudo, para
dormir. Después de un tiempo, ya no se tomaba la molestia de quitársela para
nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.
Ocasionalmente,
Cristóbal le preguntaba a su madre qué aspecto tenía su padre. Cuando esto
sucedía, Julieta llevaba al chico hasta la chimenea y señalaba el retrato del
caballero.
-He aquí a tu padre, decía con un suspiro.
Una tarde, mientras contemplaba el
retrato, Cristóbal le dijo a su madre:
-Ojalá pudiera a ver a padre en persona.
-¡No
puedes tenerlo todo! -respondió bruscamente Julieta.
Estaba
cada vez más harta de tener tan sólo una pintura como recuerdo del rostro de su
marido y estaba cansada de dormir mal por culpa del ruido metálico de la
armadura.
Cuando
paraba en casa y no estaba absolutamente pendiente de su armadura, el caballero
solía recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta y Cristóbal casi nunca
podían decir una palabra. Cuando lo hacían, el caballero las acallaba, ya sea
cerrando su visera o quedándose repentinamente dormido.
Un
día, Julieta se enfrentó a su marido.
-Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.
-Eso no es verdad - respondió el caballero - ¿Acaso no te amé lo suficiente como
para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo con
paredes empedradas?
-Lo que tu amabas - dijo Julieta, espiando a través de la visera para poder ver
sus ojos - era la idea de rescatarme. No me amabas realmente entonces y tampoco
me amas realmente ahora.
-Sí que te amo - insistió el caballero, abrazándola torpemente con su fría y
rígida armadura, casi rompiéndole las costillas.
-¡Entonces,
quítate esa armadura para ver quién eres en realidad! - le exigió.
-No puedo quitármela. Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y
partir en cualquier dirección - explicó el caballero.
-Si no te quitas la armadura, cogeré a Cristóbal, subiré a mi caballo y me
marcharé de tu vida.
Bueno,
esto sí que fue un golpe para el caballero. No quería que Julieta se fuera.
Amaba a su esposa y a su hijo y a su elegante castillo, pero también amaba a su
armadura porque les mostraba a todos quién era él: un caballero bueno, generoso
y amoroso. ¿Por qué no se daba cuenta Julieta de ninguna de estas cualidades?.
El
caballero estaba inquieto. Finalmente, tomó una decisión. Continuar llevando la
armadura no valía la pena si por ello había de perder a Julieta y Cristóbal.
Natha- Buen usuario
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Camarada Natha:¿Aceptan musiterapia?.disfruta esta belleza de canciòn y si alguien quiere puede inspirarse para llevar serenata,por que el reggeaton no funciona.
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sandokan- Usuario destacado
Re: Área de Supervivencia para el Alma
sandokan escribió:Camarada Natha:¿Aceptan musiterapia?.disfruta esta belleza de canciòn y si alguien quiere puede inspirarse para llevar serenata,por que el reggeaton no funciona.
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Se acepta todo aquello que conmueva tu alma y que consideres bello.
Serenata de Regueeton?... no me extraña que no funcione, aunque para gustos no hay nada escrito. Es super romántica esa canción que compartiste... pero ya tengo la barriguita encogida y el corazón hecho nudo, así que me gustaría encontrar algo de humor para compartir y contrarestar, (estoy en ello), seguro que también es pasaporte para llegar al espíritu y rejuvenecer el corazón.
Un abrazo.
Natha- Buen usuario
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Camarada Natha:No se si Admin me permita subir chistes de polo polo estan salvajes.
sandokan- Usuario destacado
Re: Área de Supervivencia para el Alma
muy bonita Sandokan¡¡¡¡ suena fenomenal graciassandokan escribió:Camarada Natha:No se si Admin me permita subir chistes de polo polo estan salvajes.
helena- Usuario notable
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Camarada Natha y Helena:Esta es para reflexionar:
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Si sigo asi acabarè poniendo un ramo de rosas en mi avatar.
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Si sigo asi acabarè poniendo un ramo de rosas en mi avatar.
Última edición por sandokan el Lun Ene 17, 2011 1:04 am, editado 1 vez (Razón : agregar comentario)
sandokan- Usuario destacado
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Camaradas:Creo que serà un campo de azucenas.
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sandokan- Usuario destacado
Re: Área de Supervivencia para el Alma
Poemas poemas poemas... haaaaaa...
La Loba (Gonzalo Rojas)
La Loba (Gonzalo Rojas)
Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.
Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.
Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.
Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.
Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.
Saludos!
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.
Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.
Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.
Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.
Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.
Saludos!
Nathalia- Buen usuario
PABLO NERUDA
subí ayer un video pero parece q paso algo lo vuelvo a subir es de pablo neruda me encanta
luztransparente- Buen usuario
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