GRACIAS POR EXISTIR

russi escribió:

En memoria de los 150 estudiantes que murieron en kenia.

russi escribió:

Es la guerra santa, idiotas.
 
Mi interlocutor -treinta años de cómplice-amistad- se recuesta en la silla y dice: 
 
«No se dan cuenta,  idiotas. Es una guerra santa, y estamos metidos en ella. Es la tercera guerra mundial y la estamos perdiendo por nuestra estupidez. Sonriendo al enemigo»
 
Tiene razón, todo es familiar, todo se repite, se repite la Historia desde los tiempos de los turcos, Constantinopla y las Cruzadas. Incluso desde las Termópilas. Como se repitió en Irán, donde los incautos de allí y los imbéciles de aquí aplaudían la caída del Sha y la llegada del libertador Jomeini y sus ayatolás. Se repitió en el babeo indiscriminado ante las diversas primaveras árabes, que al final -sorpresa para los idiotas profesionales- resultaron ser preludios de negros inviernos. Inviernos que son de esperar, por otra parte, cuando las palabras libertad y democracia, conceptos occidentales que nuestra ignorancia nos hace creer exportables en frío, por las buenas, fiadas a la bondad del corazón humano, acaban siendo administradas por imanes o como queramos llamarlos, fanáticos con turbante o sin él.
 
Sus también fanáticos feligreses, tal como lo escribió el barón Holbach en el siglo XVIII: «Cuando los hombres creen no temer más que a su dios, no se detienen ante nada».
Es la Yihad, idiotas. Es la guerra santa. Lo sabe mi amigo, lo sabe el que haya estado allí. Lo sabe quien haya leído Historia, o sea capaz de encarar los periódicos y la televisión con lucidez. Lo sabe quien busque en Internet los miles de vídeos y fotografías de ejecuciones, de cabezas cortadas, de críos mostrando sonrientes a los degollados por sus padres, de mujeres y niños violados por fieles al Islam, de adúlteras lapidadas -cómo callan en eso las ultrafeministas, tan sensibles para otras cosas.  
Criminales cortando cuellos en vivo mientras gritan «Al-lá  Ju Akbar» y que docenas de espectadores lo graban con sus teléfonos móviles. 
 
Lo sabe quien lea las pancartas que un niño musulmán -no en Iraq, sino en Australia- se exhibe con el texto: «Degollad a quien insulte al Profeta». 
 
Lo sabe quien vea la pancarta exhibida por un joven musulmán -no en Damasco, sino en Londres- donde advierte: «Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia».
 
A Occidente, a Europa, le costó siglos de sufrimiento alcanzar la libertad de la que hoy goza. Poder ser adúltera sin que te lapiden, o blasfemar sin que te quemen o que te cuelguen de una grúa, o ponerte falda corta sin que te llamen puta o ser gay sin que te tiren desde lo alto de un edificio. 
 
Gozamos las ventajas de esa lucha, ganada tras muchos combates contra el fanatismo, en la que demasiada gente buena perdió la vida: combates que Occidente libró cuando era joven y aún tenía fe. 
 
Pero ahora los jóvenes son otros: el niño de la pancarta, el cortador de cabezas, el fanático dispuesto a llevarse por delante a treinta infieles e ir al Paraíso. En términos históricos, ellos son los nuevos bárbaros. Europa, donde nació la libertad, es vieja, demagoga y cobarde; mientras que el Islam radical es joven y tiene los cojones, ellos y ellas, muy bien puestos. 
 
Dar mala imagen en Youtube les importa un rábano: al contrario, es otra arma en su guerra. Trabajan con su dios en una mano y el terror en la otra, para su propia clientela. Para un Islam que podría ser pacífico y liberal, pero que no quiere serlo, atrapado por sus propias contradicciones socio-teológicas. 
 
Creer que esto se soluciona negociando o mirando a otra parte o dándoles todas las ayudas y mezquitas que quieran, es mucho más que una inmensa gilipollez. Es un suicidio. Vean Internet, y díganme qué diablos vamos a negociar, y con quién. Es una guerra, y no hay otra que afrontarla. Asumirla sin complejos. 
 
Porque el frente de combate no está sólo allí, al otro lado del televisor, sino en el corazón mismo.
Es contradictorio, peligroso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser humano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros.

 

lilian escribió:Por Siempre Galeano