El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
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¿POR QUÉ LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA? (PARTE 1)
“Me consumo y me consumiré de por vida al servicio pleno del pueblo venezolano.
Me consumiré todo lo que me quede de vida,
así lo juro y lo prometo delante de mis hijos y mis nietos”.
HUGO CHÁVEZ
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“Me consumo y me consumiré de por vida al servicio pleno del pueblo venezolano.
Me consumiré todo lo que me quede de vida,
así lo juro y lo prometo delante de mis hijos y mis nietos”.
HUGO CHÁVEZ
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lilian- Moderador Global
Re: El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
¿Por qué Chávez?
[color:7db5=#555]
Posted: 05 Oct 2012 07:26 AM PDT
Hugo
Chávez es, sin duda, el jefe de Estado más difamado en el mundo. Al
acercarse la elección presidencial del 7 de octubre, esas difamaciones
se tornan cada vez más infames, tanto en Caracas como en Francia y en
otros países. Atestiguan la desesperación de los adversarios de la
revolución bolivariana ante la perspectiva (que las encuestas parecen
confirmar) de una nueva victoria electoral de Chávez.
por Jean-Luc Melenchon - Ignacio Ramonet / La jornada (Mexico)
Un
dirigente político debe ser valorado por sus actos, no por los rumores
vehiculados en su contra. Los candidatos hacen promesas para ser
elegidos: pocos son los que, una vez en el poder, las cumplen. Desde el
principio, la promesa electoral de Chávez fue muy clara: trabajar en
beneficio de los pobres, o sea –en aquel entonces–, la mayoría de los
venezolanos. Y cumplió su palabra.
Por eso, este es el momento de
recordar lo que está verdaderamente en juego en esta elección, ahora
cuando el pueblo venezolano se alista para votar. Venezuela es un país
muy rico, por los fabulosos tesoros de su subsuelo, en particular sus
hidrocarburos. Pero casi todas esas riquezas estaban acaparadas por las
elites políticas y las empresas trasnacionales. Hasta 1999, el pueblo
sólo recibía migajas. Los gobiernos que se alternaban,
democratacristianos o socialdemócratas, corruptos y sometidos a los
mercados, privatizaban indiscriminadamente. Más de la mitad de los
venezolanos vivía por debajo del umbral de pobreza (70.8 por ciento en
1996).
Chávez hizo que la voluntad política prevaleciera.
Domesticó los mercados, detuvo la ofensiva neoliberal y posteriormente,
mediante la implicación popular, hizo que el Estado se reapropiara los
sectores estratégicos de la economía. Recuperó la soberanía nacional. Y
con ella, ha procedido a la redistribución de la riqueza, en favor de
los servicios públicos y de los olvidados.
Políticas sociales,
inversión pública, nacionalizaciones, reforma agraria, casi pleno
empleo, salario mínimo, imperativos ecológicos, acceso a la vivienda,
derecho a la salud, a la educación, a la jubilación… Chávez también se
dedicó a la construcción de un Estado moderno. Ha puesto en marcha una
ambiciosa política del ordenamiento del territorio: carreteras,
ferrocarriles, puertos, represas, gasoductos, oleoductos.
En
materia de política exterior, apostó por la integración latinoamericana y
privilegió los ejes sur-sur, al mismo tiempo que imponía a Estados
Unidos una relación basada en el respecto mutuo… El impulso de Venezuela
ha desencadenado una verdadera ola de revoluciones progresistas en
América Latina, convirtiendo este continente en un ejemplar islote de
resistencia de izquierdas alzado en contra de los estragos del
neoliberalismo.
Tal huracán de cambios ha volteado las
estructuras tradicionales del poder y acarreado la refundación de una
sociedad que hasta entonces había sido jerárquica, vertical, elitesca.
Esto sólo podía desencadenar el odio de las clases dominantes,
convencidas de ser los legítimos dueños del país. Son estas clases
burguesas las que, con sus amigos protectores de Washington, vienen
financiando las grandes campañas de difamación contra Chávez. Hasta
llegaron a organizar –en alianza con los grandes medios que les
pertenecen– un golpe de Estado, el 11 de abril de 2002.
Estas
campañas continúan hoy día y ciertos sectores políticos y mediáticos
europeos se encargan de corearlas. Asumiendo –lamentablemente– la
repetición como si fuera una demostración, los espíritus simples acaban
creyendo que Hugo Chavez estaría encarnando "“un régimen dictatorial en
el que no hay libertad de expresión”".
Pero los hechos son
tozudos. ¿Alguién ha visto un "“régimen dictatorial”" ensanchar los
límites de la democracia en vez de restringirlos? ¿Y otorgar el derecho
de voto a millones de personas hasta entonces excluidas? Las elecciones
en Venezuela sólo ocurrían cada cuatro años, Chávez organiza más de una
por año (14 en 13 años), en condiciones de legalidad democrática,
reconocidas por la ONU, la Unión Europea, la OEA, el Centro Carter,
etcétera.
Chávez demuestra que se puede construir el socialismo
en libertad y democracia. Y convierte incluso ese carácter democrático
en una condición para el proceso de transformación social. Chávez ha
probado su respeto al veredicto del pueblo, renunciando a una reforma
constitucional rechazada por los electores vía referéndum en 2007. No es
casual que la Foundation for Democratic Advancement (FDA), de Canadá,
en un estudio publicado en 2011, situara entonces a Venezuela en el
primer lugar de los países que respetan la justicia electoral.
El
gobierno de Hugo Chávez dedica 43.2 por ciento del presupuesto a las
políticas sociales. Resultado: la tasa de mortalidad infantil ha sido
dividida por dos. El analfabetismo, erradicado. El número de docentes,
multiplicado por cinco (de 65 mil a 350 mil). El país presenta el mejor
coeficiente de Gini (que mide la desigualdad) de América Latina. En su
informe de enero de 2012, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal, un organismo de la ONU) establece que Venezuela es el
país suramericano que –junto con Ecuador–, entre 1996 y 2010, ha logrado
la mayor reducción de la tasa de pobreza. Finalmente, el instituto
estadunidense de sondeos Gallup ubica al país de Hugo Chávez como la
sexta nación "“más feliz del mundo”".
Lo más escandaloso, en la
actual campaña de difamación, es pretender que la libertad de expresión
esté constreñida en Venezuela. La verdad es que el sector privado,
hostil a Chávez, controla allí ampliamente los medios de comunicación.
Cada cual puede comprobarlo. De 111 canales de televisión, 61 son
privados, 37 comunitarios y 13 públicos. Con la particularidad de que la
parte de la audiencia de los canales públicos no pasa de 5.4 por
ciento, mientras que la de los privados supera 61 por ciento… Mismo
escenario para los medios radiales. Y 80 por ciento de la prensa escrita
está en manos de la oposición, siendo los dos diarios más influyentes
–El Universal y El Nacional–, adversos al gobierno.
Nada es
perfecto, por supuesto, en la Venezuela bolivariana –¿dónde existe un
régimen perfecto?–. Pero nada justifica esas campañas de mentiras y de
odio. La nueva Venezuela es la punta de lanza de la ola democrática que,
en América Latina, ha barrido con los regímenes oligárquicos de nueve
países, apenas caído el Muro de Berlín, cuando algunos vaticinaban "“el
fin de la historia”" y "“el choque de las civilizaciones”" como
horizontes únicos para la humanidad.
La Venezuela bolivariana es
una fuente de inspiración de la que nos nutrimos, sin ceguera, sin
inocencia. Con el orgullo, sin embargo, de estar del buen lado de la
barricada y de reservar los golpes para el malévolo imperio de Estados
Unidos, sus tan estrechamente protegidas vitrinas del Cercano Oriente y
dondequiera reinen el dinero y los privilegios. ¿Por qué Chávez
despierta tanto resentimiento en sus adversarios? Indudablemente porque,
tal como lo hizo Bolívar, ha sabido emancipar a su pueblo de la
resignación. Y abrirle el apetito por lo imposible.
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Posted: 05 Oct 2012 07:26 AM PDT
Hugo
Chávez es, sin duda, el jefe de Estado más difamado en el mundo. Al
acercarse la elección presidencial del 7 de octubre, esas difamaciones
se tornan cada vez más infames, tanto en Caracas como en Francia y en
otros países. Atestiguan la desesperación de los adversarios de la
revolución bolivariana ante la perspectiva (que las encuestas parecen
confirmar) de una nueva victoria electoral de Chávez.
por Jean-Luc Melenchon - Ignacio Ramonet / La jornada (Mexico)
Un
dirigente político debe ser valorado por sus actos, no por los rumores
vehiculados en su contra. Los candidatos hacen promesas para ser
elegidos: pocos son los que, una vez en el poder, las cumplen. Desde el
principio, la promesa electoral de Chávez fue muy clara: trabajar en
beneficio de los pobres, o sea –en aquel entonces–, la mayoría de los
venezolanos. Y cumplió su palabra.
Por eso, este es el momento de
recordar lo que está verdaderamente en juego en esta elección, ahora
cuando el pueblo venezolano se alista para votar. Venezuela es un país
muy rico, por los fabulosos tesoros de su subsuelo, en particular sus
hidrocarburos. Pero casi todas esas riquezas estaban acaparadas por las
elites políticas y las empresas trasnacionales. Hasta 1999, el pueblo
sólo recibía migajas. Los gobiernos que se alternaban,
democratacristianos o socialdemócratas, corruptos y sometidos a los
mercados, privatizaban indiscriminadamente. Más de la mitad de los
venezolanos vivía por debajo del umbral de pobreza (70.8 por ciento en
1996).
Chávez hizo que la voluntad política prevaleciera.
Domesticó los mercados, detuvo la ofensiva neoliberal y posteriormente,
mediante la implicación popular, hizo que el Estado se reapropiara los
sectores estratégicos de la economía. Recuperó la soberanía nacional. Y
con ella, ha procedido a la redistribución de la riqueza, en favor de
los servicios públicos y de los olvidados.
Políticas sociales,
inversión pública, nacionalizaciones, reforma agraria, casi pleno
empleo, salario mínimo, imperativos ecológicos, acceso a la vivienda,
derecho a la salud, a la educación, a la jubilación… Chávez también se
dedicó a la construcción de un Estado moderno. Ha puesto en marcha una
ambiciosa política del ordenamiento del territorio: carreteras,
ferrocarriles, puertos, represas, gasoductos, oleoductos.
En
materia de política exterior, apostó por la integración latinoamericana y
privilegió los ejes sur-sur, al mismo tiempo que imponía a Estados
Unidos una relación basada en el respecto mutuo… El impulso de Venezuela
ha desencadenado una verdadera ola de revoluciones progresistas en
América Latina, convirtiendo este continente en un ejemplar islote de
resistencia de izquierdas alzado en contra de los estragos del
neoliberalismo.
Tal huracán de cambios ha volteado las
estructuras tradicionales del poder y acarreado la refundación de una
sociedad que hasta entonces había sido jerárquica, vertical, elitesca.
Esto sólo podía desencadenar el odio de las clases dominantes,
convencidas de ser los legítimos dueños del país. Son estas clases
burguesas las que, con sus amigos protectores de Washington, vienen
financiando las grandes campañas de difamación contra Chávez. Hasta
llegaron a organizar –en alianza con los grandes medios que les
pertenecen– un golpe de Estado, el 11 de abril de 2002.
Estas
campañas continúan hoy día y ciertos sectores políticos y mediáticos
europeos se encargan de corearlas. Asumiendo –lamentablemente– la
repetición como si fuera una demostración, los espíritus simples acaban
creyendo que Hugo Chavez estaría encarnando "“un régimen dictatorial en
el que no hay libertad de expresión”".
Pero los hechos son
tozudos. ¿Alguién ha visto un "“régimen dictatorial”" ensanchar los
límites de la democracia en vez de restringirlos? ¿Y otorgar el derecho
de voto a millones de personas hasta entonces excluidas? Las elecciones
en Venezuela sólo ocurrían cada cuatro años, Chávez organiza más de una
por año (14 en 13 años), en condiciones de legalidad democrática,
reconocidas por la ONU, la Unión Europea, la OEA, el Centro Carter,
etcétera.
Chávez demuestra que se puede construir el socialismo
en libertad y democracia. Y convierte incluso ese carácter democrático
en una condición para el proceso de transformación social. Chávez ha
probado su respeto al veredicto del pueblo, renunciando a una reforma
constitucional rechazada por los electores vía referéndum en 2007. No es
casual que la Foundation for Democratic Advancement (FDA), de Canadá,
en un estudio publicado en 2011, situara entonces a Venezuela en el
primer lugar de los países que respetan la justicia electoral.
El
gobierno de Hugo Chávez dedica 43.2 por ciento del presupuesto a las
políticas sociales. Resultado: la tasa de mortalidad infantil ha sido
dividida por dos. El analfabetismo, erradicado. El número de docentes,
multiplicado por cinco (de 65 mil a 350 mil). El país presenta el mejor
coeficiente de Gini (que mide la desigualdad) de América Latina. En su
informe de enero de 2012, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal, un organismo de la ONU) establece que Venezuela es el
país suramericano que –junto con Ecuador–, entre 1996 y 2010, ha logrado
la mayor reducción de la tasa de pobreza. Finalmente, el instituto
estadunidense de sondeos Gallup ubica al país de Hugo Chávez como la
sexta nación "“más feliz del mundo”".
Lo más escandaloso, en la
actual campaña de difamación, es pretender que la libertad de expresión
esté constreñida en Venezuela. La verdad es que el sector privado,
hostil a Chávez, controla allí ampliamente los medios de comunicación.
Cada cual puede comprobarlo. De 111 canales de televisión, 61 son
privados, 37 comunitarios y 13 públicos. Con la particularidad de que la
parte de la audiencia de los canales públicos no pasa de 5.4 por
ciento, mientras que la de los privados supera 61 por ciento… Mismo
escenario para los medios radiales. Y 80 por ciento de la prensa escrita
está en manos de la oposición, siendo los dos diarios más influyentes
–El Universal y El Nacional–, adversos al gobierno.
Nada es
perfecto, por supuesto, en la Venezuela bolivariana –¿dónde existe un
régimen perfecto?–. Pero nada justifica esas campañas de mentiras y de
odio. La nueva Venezuela es la punta de lanza de la ola democrática que,
en América Latina, ha barrido con los regímenes oligárquicos de nueve
países, apenas caído el Muro de Berlín, cuando algunos vaticinaban "“el
fin de la historia”" y "“el choque de las civilizaciones”" como
horizontes únicos para la humanidad.
La Venezuela bolivariana es
una fuente de inspiración de la que nos nutrimos, sin ceguera, sin
inocencia. Con el orgullo, sin embargo, de estar del buen lado de la
barricada y de reservar los golpes para el malévolo imperio de Estados
Unidos, sus tan estrechamente protegidas vitrinas del Cercano Oriente y
dondequiera reinen el dinero y los privilegios. ¿Por qué Chávez
despierta tanto resentimiento en sus adversarios? Indudablemente porque,
tal como lo hizo Bolívar, ha sabido emancipar a su pueblo de la
resignación. Y abrirle el apetito por lo imposible.
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lilian- Moderador Global
Re: El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
ALAI, América Latina en Movimiento 2012-10-05 Venezuela La revolución bolivariana en sintonía con el Evangelio Benjamín Forcano |
|
En apoyo y admiración a los venezolanos y su presidente Chávez que, creyentes o no, hacen suya la revolución bolivariana y le hacen tomar savia y fuerza invencible en el Evangelio de Jesús.
Me
imagino la extrañeza, cuando no desconcierto, de muchos que puedan leer
este título. Tan arraigada está la cultura tradicionalista de un
idealismo teológico que separa lo espiritual de lo social, que resulta
vano el intento de mostrar cuán alejado del Evangelio está ese planteamiento.
Recuerdo muy bien el encuentro que el presidente Chávez tuvo hace unos años en Madrid con unas cien personas. Había una gran expectación por oirle y, obviamente, aunque el auditorio le era favorable, no faltaban cabezas críticas que esperaban ponerlo en aprieto. Habló el presidente llano, directo, con gran agudeza y vi en el diálogo cómo las prevenciones casi ni asomaron. Al iniciar el acto me acerqué, pude saludarle y me dijo: “Padre, necesitamos de la Iglesia”.
¿Qué Iglesia?, pensé yo. Y la respuesta era única: la de Jesús, la que se pretende seguidora suya. Pero, en la historia, -siempre en la historia- se han hecho interpretaciones poco fieles a la enseñanza del Nazareno. Y se han hecho desde lo alto, desde la jerarquía, que se ha autoconsiderado sujeto exclusivo de la enseñanza y ha tenido al pueblo como objeto de la misma. Interpretaciones innegablemente políticas, inmersas en la lógica del poder y no del Evangelio. Dichas políticas han pretendido hacer una doble historia, la de la salvación y la profana, como si fueran distintas y aún contrapuestas, haciendo posible que la primera fuera abstracta, alienante
, dominada o subordinada a los intereses de la profana. Siempre la
Iglesia hizo política, pero muchas veces no desde la justicia y en defensa de los pisoteados de la historia sino desde el poder y en alianza con los que lo ejercían.
Hoy, el retorno al Evangelio, una mirada limpia a lo que Jesús enseño y practicó, nos devolvió otra visión de la historia: no hay más que una historia, y en ella sola se busca la verdad y la justicia o se cae en la mentira y la explotación. Jesus vivió en un momento de la historia, actuó en ella tomando partido por los sin voz, los insignificantes, los más pobres y marginados, denunció la falsedad y contradicciones de la religión establecida en Jerusalén , censuró la prepotencia
y arbitrariedades del imperio romano, y ambos poderes, unidos, lo
eliminaron. Jesús no fue un político, pero no fue neutral ante la
política, se definió y la atacó en sus cimientos y por eso fue crucificado.
La historia es lo que es y ella es el escenario de nuestro vivir y convivir. Y en la historia del Occidente cristiano hay una larga trayectoria de opresión, despojo y dominación, hecha en nombre del cristianismo y contradiciendo las tesis básicas del Nazareno. Esa trayectoria nunca ha estado exenta
de la voz auténtica de la Iglesia, de la comunidad de Jesús, que se
profesa seguidora suya y le ha dado profetas, reformadores, mártires y
una nube innumerable y anónima de santos.
La teología de la liberación hizo posible otra visión y otro quehacer dentro de la historia, acabó con el tabú o miedo de “politizar la fe degradándola” y ver en el clamor histórico de los pobres la voz del Dios sufriente en la historia y darles, como Jesús, a ellos los últimos, la primacía para rehacer la verdad, la justicia y la política.
Venezuela, con su revolución y su presidente Chávez, ha entendido que el seguimiento de Jesús se hace en cada momento de la historia, en la
coyuntura concreta de cada pueblo, y es ahí donde hay que dar
testimonio de verdad y justicia, declarando sujetos de la historia, de
la vida y de la política a los que nunca lo fueron porque nos les
dejaron que lo fueran.
Son apenas catorce años, pero la lucha, el cambio, el avance, la utopía –proyecto (el de la dignidad humana, de la justicia y de libertad con sus derechos inviolables) se ha visto libre y ha comenzado a caminar, correr y volar. Es el proyecto liberador, fundamentalmente
de los pobres, de los que nunca durante tanto tiempo otras políticas –y
hoy la cínica política neoliberal- quisieron oir ni hablar.
El escenario de la historia, de esa Venezuela hegemónica en la liberación del Tercer Mundo y de América Latina infunde temor a muchos, a los ricos, a los acomodados y bien satisfechos, a los que nunca han revisado su egoismo acaparador, - quién sabe si legitimado con plegarias y ceremonias en los templos- , pero a los pobres los conforta y da energía para mantener su lucha y esperanza liberadoras.
“Me llamarán subversivo. Y yo les diré: lo soy. Por mi pueblo en lucha, vivo. Con mi pueblo en marcha, voy”. ¿Qué bueno, cuán edificante y digno de alabanza, si todos los cristianos y, en especial nuestros pastores, sintiéramos en el alma como el obispo Pedro Casaldáliga en estas palabras el clamor de los pobres –ellos son los vicarios de Cristo- y estuviéramos activos, honestos, militantes en una política de justicia y liberación que rechaza volver al pasado, a las cadenas del clasismo, de la esclavitud imperial y colonizadora.
En España,
los grandes medios han reflejado no poco la admiración de una
oposición, que busca ese retorno al pasado, donde el privilegio, el
monopolio y la impunidad camparon a sus anchas y que, ahora, le lleva
a prometer hacer otra política. Otra política, ciertamente,
pero no liberadora ni a favor de los más pobres. Eso, su modo de ser y
de hacer, imprime carácter. Y eso no se cambia sin ser de verdad
seguidor de Jesús.
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
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lilian- Moderador Global
Re: El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
Gano Chavez!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Gano latinoamerica!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Marcamos el camino....
Lobo querido!!!!!!!!!!!!!!!!!! (me muero de envidia, ojala pudiera estar hoy festejando con uds en las calles!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
Lobo querido!!!!!!!!!!!!!!!!!! (me muero de envidia, ojala pudiera estar hoy festejando con uds en las calles!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
lilian- Moderador Global
Re: El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
Los pobres del mundo son MAYORIA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Viva la democracia!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Viva la democracia!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
lilian- Moderador Global
Re: El triunfo de Chávez será el de la causa latinoamericana (Declaración de Carta Abierta)
Chávez ganó elecciones en Venezuela ¡Viva la Patria Grande! Posted: 07 Oct 2012 08:12 PM PDT El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, resultó ganador en las elecciones realizadas este domingo en Venezuela, de acuerdo con lo anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en su primer boletín luego de cerradas la mayoría de mesas de votación. Con 54,48 por ciento de los votos, el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Hugo Chávez, fue electo presidente de la nación para un nuevo periodo de seis años, de acuerdo al primer boletín de resultados ofrecido la noche del domingo por el Consejo Nacional Electoral (CNE) La rectora del ente electoral, Tibisay Lucena, indicó que con el 90 por ciento de las actas escrutadas, un total de 7 millones 444 mil 082 venezolanos, que representa el 54,42 por ciento, votaron por el candidato socialista. Mientras tanto, por el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles Radonski, votaron 6 millones 151 mil 544 votos, para un 44,97 por ciento de votos. En tercer lugar se ubicó la candidata de Poder Laboral, Reina Sequera, que obtuvo 64 mil 281 votos para un 0.46 por ciento. El representantes de la Organización Renovadora Auténtica (ORA), Luis Alfonso Reyes, fue apoyado por 0,05 por ciento, para un total de 7 mil 362 votos. Por su parte, seis mil 969 venezolanos le dieron su respaldo a María Bolívar, candidata del Partido Democratico Unidos por la Paz y la Libertad, para un total de 0,05 por ciento. Finalmente, Orlando Chrinos del Partido Socialismo y Libertad, obtuvo 0,02 por ciento para un total de tres mil 406 votos. Desde la sala de prensa del CNE, Tibisay Lucena precisó además hay un total de 35 mil 122 actas, con cuatro mil 242 faltantes. Particparon 13 millones 677 mil 934 venezolanos y se registraron 263 mil 654 de votos nulos. El nivel de abstención se ubicó en 19,06 por ciento, tal y como lo aseguró la titular del árbitro electoral, quien felicitó al pueblo venezolano por su masiva presencia en las urnas. Cerca de 200 organizaciones de observación acompañaron al CNE en las presidenciales que se celebraron con total normalidad este domingo 7 de octubre. El sistema electoral venezolano funcionó con normalidad, salvo en algunos centros de votación que se registraron algunas fallas que no generaron impacto en la votación. teleSUR/ao-PR |
Elecciones venezolanas: Una auténtica elección Posted: 07 Oct 2012 07:05 AM PDT Una victoria de Chávez proporcionará una plataforma para la rectificación de un proyecto social básicamente progresivo y la continuación de una política exterior antiimperialista. Su derrota proporcionaría a Obama –o a Romney- un trampolín para relanzar los programas neoliberales y militaristas existentes antes de la era Chávez, durante la infame década Clinton (los noventa) de expolio, saqueo, privatizaciones y pobreza. por James Petras Introducción El domingo 7 de octubre, los votantes venezolanos decidirán si siguen apoyando al presidente actual, Hugo Chávez, o se decantan por el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski. Será una elección entre dos programas y dos sistemas sociales situados en las antípodas: Chávez reclama un aumento de la titularidad pública de los medios de producción y de consumo, un incremento del gasto social en programas asistenciales, una mayor participación popular en las instituciones locales, una política exterior independiente basada en una mayor integración latinoamericana, un aumento de la fiscalidad progresiva, la defensa de la sanidad pública y programas educativos gratuitos y la propiedad pública de la producción petrolera. En el otro extremo, Capriles representa a los partidos y a la élite que apoyan la privatización de las empresas públicas, se oponen a la sanidad y a los programas educativos y de prestaciones sociales puestos en marcha por el actual gobierno y defienden las políticas neoliberales favorables a ampliar el papel del capital privado, extranjero y local, y su control de la economía. Aunque Capriles afirma ser partidario de lo que él denomina "el modelo brasileño" de "mercados libres y bienestar social", sus seguidores políticos y sociales son y han sido fuertes defensores de los tratados de libre comercio con EE.UU., la restricción del gasto social y una fiscalidad regresiva. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, los electores venezolanos tienen en sus manos la posibilidad de realizar una auténtica elección y no solo de tomar una decisión cosmética: los dos candidatos representan clases sociales bien diferenciadas, poseen visiones sociopolíticas divergentes y cuentan con distintos aliados internacionales. Chávez está con América Latina, se opone al imperialismo norteamericano allá donde se manifieste y es un defensor incondicional de la autodeterminación y de la integración latinoamericana. Capriles Radonski está a favor de los tratados de libre comercio con EE.UU., se opone a la integración regional, apoya las intervenciones norteamericanas en Oriente Medio y es un defensor acérrimo de Israel. Durante la campaña electoral, como era previsible, todos los medios de comunicación norteamericanos han estado saturados de propaganda contraria a Chávez y favorable a Capriles, llegando incluso a predecir una "victoria" del protegido de Washington, o al menos un resultado apretado. Las predicciones propagandísticas de los medios y de los expertos se basan exclusivamente en fragmentos selectivos de encuestas de dudosa fiabilidad y en comentarios vertidos durante la campaña. Pero lo peor de todo es la ausencia absoluta de cualquier tipo de debate serio sobre el legado histórico y los rasgos estructurales que forman el contexto esencial de esta elección trascendental. Legado histórico Cuando se produjo la primera victoria electoral de Chávez en 1998, la economía y la sociedad venezolanas llevaban casi un cuarto de siglo cayendo en picado, con corrupción generalizada, inflación galopante, disminución de la riqueza y aumento de la deuda, delincuencia, pobreza y desempleo. Las protestas masivas que se desarrollaron a finales de los ochenta y comienzos de los noventa culminaron en la masacre de miles de habitantes de los suburbios, un fallido golpe de Estado y una desilusión general con el sistema político bipartidista. Se privatizó la industria petrolera; la riqueza del petróleo hizo medrar a una élite empresarial que iba de compras a la "Quinta Avenida", invertía en apartamentos en Miami, acudía a clínicas privadas para estiramientos faciales e implantes mamarios y enviaba a sus hijos a escuelas exclusivas para asegurar la transmisión intergeneracional del poder y el privilegio. El país era un baluarte del proyecto norteamericano para el Caribe, América Central y del Sur. Venezuela estaba polarizada socialmente pero el poder político era monopolio de dos o tres partidos que competían por el apoyo de las diversas facciones de la élite gobernante y de la embajada norteamericana. El saqueo económico, la regresión social, el autoritarismo político y la corrupción propiciaron la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 y con ella todo un cambio gradual en las política públicas, favorable a la transparencia política y las reformas institucionales, que marcó un giro hacia una mayor equidad social. El fallido golpe de Estado militar-empresarial de abril de 2002, apoyado por Estados Unidos, y el fracaso del cierre patronal de los directivos petroleros de diciembre 2002 a febrero 2003 (el "paro petrolero") marcaron un hito en la historia política y social de Venezuela. El asalto violento movilizó y radicalizó a millones de trabajadores y habitantes de los suburbios que se echaron a la calle a defender la democracia y que presionaron a Chávez para que "girara hacia la izquierda". La derrota del golpe de Estado y del cierre patronal capitalista (apoyado por EE.UU.) fue la primera de una serie de victorias populares que abrieron la puerta a amplios programas sociales en el ámbito de la salud, la vivienda y las necesidades educativas y alimentarias de millones de venezolanos. Como consecuencia de su participación en el golpe de Estado, la clase dirigente venezolana y norteamericana sufrió pérdidas significativas de personal estratégico en el ejército, la burocracia de los sindicatos y la industria del petróleo. Capriles fue uno de los líderes del golpe, a la cabeza de una banda de matones que asaltó la embajada cubana, y un colaborador activo del paro petrolero que paralizó temporalmente toda la economía nacional. Tras el golpe y el paro petrolero se celebró un referéndum, financiado por Estados Unidos, que pretendía la revocatoria de Chávez y tuvo un estrepitoso fracaso. Las derrotas de la derecha reforzaron las tendencias socialistas del gobierno, debilitaron la oposición de las élites y enviaron a los Estados Unidos de misión a Colombia, gobernada por el presidente narcoterrorista Uribe, en busca de un aliado militar para desestabilizar y derrocar al régimen desde el exterior. Aumentó la tensión en la frontera, las bases norteamericanas se multiplicaron hasta siete y los escuadrones de la muerte colombianos cruzaron la frontera. Pero la región al completo cerró filas contra una invasión norteamericana, bien por principios, o bien por miedo a que los conflictos armados pudieran salpicar por encima de las fronteras. Este legado histórico de los gobiernos autoritarios y los triunfos de Chávez está profundamente grabado en las mentes y las conciencias de todos los venezolanos que se preparan para votar en las elecciones de este domingo. El historial de hostilidad profunda de las élites ante cualquier resultado democrático que favorezca a la mayoría popular y la defensa por parte de las masas de su "presidente socialista" se ven reflejados en la profunda polarización política del electorado y la mutua antipatía u "odio de clase" que se filtra en la cobertura de la campaña electoral. Para las masas, se trata de elegir entre los abusos del pasado y los avances actuales, la movilidad social ascendente y las mejoras materiales en el nivel de vida; en las clases alta y media adinerada reina un gran resentimiento por la pérdida relativa de poder, privilegios, prestigio y preferencias personales. Las pérdidas relativas sufridas por las élites derechistas han alimentado un resentimiento que conlleva peligrosas connotaciones para la democracia en el caso de que perdieran las elecciones y de políticas revanchistas en el caso de que las ganaran. Configuración institucional Que la élite derechista no controle el gobierno no quiere decir que carezca de una fuerte base institucional de poder. El 80 por ciento del sector bancario y financiero está en manos privadas, al igual que la mayor parte de la manufactura de servicios y una proporción importante del comercio al por menor y al por mayor. La oposición cuenta asimismo con ciertas simpatías dentro de la burocracia pública, la Guardia Nacional y el ejército, y todos estos funcionarios apoyan de forma activa o pasiva a los grupos políticos derechistas. El núcleo social de la derecha se encuentra en las asociaciones empresariales, financieras y de terratenientes, y la derecha controla aproximadamente una tercera parte de los alcaldes y gobernadores y más del cuarenta por ciento de los diputados nacionales. Las principales multinacionales europeas y norteamericanas del petróleo tienen una cuota minoritaria importante en el sector. Asimismo, la derecha mantiene el monopolio de los medios impresos y cuenta con una audiencia mayoritaria en radio y televisión, a pesar de los avances gubernamentales. El gobierno, por su parte, ha ganado influencia gracias a la nacionalización de bancos (un 20 por ciento del sector), su cuota de la industria minera y metalúrgica, unas cuantas plantas procesadoras de alimentos y una base de apoyo sustancial en el sector agrícola, que le proporcionan los beneficiarios de la reforma agraria. El gobierno ha ganado la confianza de los empleados del sector público y los trabajadores de la industria petrolera, de los servicios sociales y del sector de la vivienda y de la asistencia. Parece que goza de un fuerte apoyo en un ejército y una policía constitucionalistas. Asimismo, ha creado medios de comunicación de masas y ha promovido toda una red de emisoras de radio comunitarias. La mayor parte de los sindicatos y asociaciones de campesinos respaldan al gobierno. Pero su verdadera fuerza se encuentra en las organizaciones comunitarias cuasi-institucionales enraizadas en los extensos asentamientos urbanos y encuadradas en las diferentes "misiones sociales". Desde el punto de vista del poder monetario, el gobierno cuenta con las sustanciosas ganancias del petróleo para financiar programas de impacto social a corto y medio plazo, contrarrestando eficazmente las influencias del sector privado y de los grupos "de base" que actúan de forma abierta o encubierta financiados por fundaciones norteamericanas, ONG y "agencias de ayuda". En resumen, a pesar de las enormes derrotas políticas del pasado y de décadas de mal gobierno y corrupción, la derecha retiene una base institucional poderosa para disputar los grandes avances socioeconómicos del gobierno de Chávez y organizar una agresiva campaña electoral. Las dinámicas sociales y la campaña presidencial La clave para el triunfo en la reelección de Chávez es mantener la atención en los temas socioeconómicos: los programas de sanidad y educación universal, el enorme plan de viviendas públicas puesto en marcha, los supermercados subvencionados por el Estado, la mejora del transporte público en las áreas más densamente pobladas. Cuanto mayor sea la polarización social nacional entre la élite empresarial y las masas, menos probable es que la derecha pueda aprovechar la desafección popular hacia las autoridades locales corruptas e ineficientes. Cuanto mayor sea el nivel de solidaridad social entre los trabajadores asalariados y los informales, menos probable será que la derecha pueda apelar a las aspiraciones de estatus de los trabajadores y empleados que han visto mejorada su situación y han accedido a estilos de vida de clase media, curiosamente durante el periodo de prosperidad inducido por Chávez. La campaña de Chávez se basa en la promesa de continuidad de la prosperidad social, el mantenimiento de la movilidad social ascendente y de las oportunidades, un llamamiento a mejorar la sensibilidad frente a la igualdad social y la justicia... y cuenta con un sólido 40 por ciento del electorado listo para ir a las barricadas por su Presidente. Capriles atrae a diversos grupos contradictorios: un sólido núcleo del 20 por ciento del electorado, compuesto por las élites bancaria, empresarial y, especialmente, la agraria, junto con sus respectivos empleados, directivos y profesionales, que anhelan un retorno al pasado neoliberal, a una época en que la policía, el ejército y las agencias de inteligencia mantenían a los pobres confinados en sus barrios de chabolas y el tesoro del petróleo fluía hasta sus cofres. El segundo de los grupos que se ven atraídos por Capriles es el de los profesionales y los pequeños empresarios temerosos de la expansión del sector público y de la "ideología socialista" que, sin embargo, deben su prosperidad a los créditos baratos, el aumento de la clientela y el gasto público. Los hijos e hijas de este sector próspero son los "activistas" que ven en la caída del gobierno de Chávez una oportunidad de retomar el poder y el prestigio que pretenden haber tenido antes de la "revuelta de masas". La abierta adhesión de Capriles al neoliberalismo y al golpe militar de 2002 y sus fuertes lazos con la élite empresarial, Washington y sus homólogos derechistas de Colombia y Argentina hacen confiar a la clase media en que su promesa de mantener las misiones sociales de Chávez es pura demagogia por motivos tácticos electorales. El tercer grupo, con el que Capriles no cuenta pero que le resulta vital para conseguir un resultado respetable, es de la clase media baja y los pobres urbanos de las pequeñas ciudades de provincias. Ante ellos, Capriles se presenta como un seguidor "progresista" de las misiones sociales de Chávez, para poder atacar la ineficiencia y las irregularidades de los funcionarios y administradores locales y la inseguridad pública. La hiperactividad de Capriles, su demagogia populista y sus intentos de explotar el descontento local le aseguran algunos votos de las clases bajas, pero sus relaciones con la clase alta y su largo historial de agresivo apoyo al autoritarismo de derechas ha impedido que las masas se pusieran de su lado. Por su parte, Chávez esta haciendo hincapié en sus enormes logros sociales, una década espectacular de crecimiento elevado, disminución de las desigualdades (el índice más bajo de América Latina) e índices muy elevados de satisfacción popular con el gobierno. Los fondos para los programas sociales de Chávez han sabido aprovechar un año de recuperación económica tras la recesión mundial (5 % de crecimiento previsto para 2012), precios del petróleo de tres dígitos y un entorno político regional favorable, por lo general, que incluye una tremenda mejora en las relaciones bilaterales con Colombia. Correlación de fuerzas a escala internacional, regional, nacional y local El gobierno de Chávez se ha visto enormemente beneficiado por unos precios mundiales muy favorables para su principal producto de exportación: el petróleo. Además, el Estado ha aumentado sus ingresos mediante oportunas expropiaciones y subida de los royalties y de los impuestos, así como de nuevos acuerdos de inversión con capital extranjero alternativo a pesar de la oposición de algunas corporaciones multinacionales norteamericanas. Washington, involucrado hasta los huesos en los conflictos que mantiene en los países musulmanes ricos en petróleo, no se encuentra en posición de organizar ningún boicot contra Venezuela, uno de sus principales y más fiables proveedores. Su última iniciativa importante para propiciar un "cambio de régimen" fue el paro petrolero organizado por los directivos de PDVSA, la compañía venezolana de petróleos, en 2002-2003, que fracasó estrepitosamente y provocó el despido de casi todos los "asesores" norteamericanos y la radicalización de una política nacionalista con el petróleo. Las iniciativas del gobierno norteamericano para aislar internacionalmente al régimen de Chávez no han rendido frutos; Rusia y China han aumentado su comercio y sus inversiones, al igual que otra docena de países europeos, de Oriente Medio y Asia. La recesión que sufre la Unión Europea y la desaceleración de la economía norteamericana y mundial no son un buen caldo de cultivo para los sentimientos favorables a cualquier tipo de restricción de los lazos económicos con Venezuela. Especial importancia ha tenido la llegada al poder de regímenes de centro-izquierda en Sudamérica, el Caribe y América Central, favorables al aumento de los lazos económicos y diplomáticos con Venezuela y a una mayor integración regional. Por el contrario, el respaldo de la administración Obama a los golpes de Estado de Honduras y Paraguay, así como las políticas neoliberales y los tratados de libre comercio promovidos por Washington han perdido el apoyo en la región. En resumen: la correlación de fuerzas internacional y regional ha sido muy favorable al gobierno de Chávez y la influencia dominante de Washington ha declinado. Colombia, uno de los últimos baluartes de las iniciativas norteamericanas para derrocar a Chávez, ha dado un giro repentino a su política hacia Venezuela. Tras el cambio de régimen, del presidente Uribe al presidente Santos, Colombia ha firmado acuerdos de comercio y de inversiones con Venezuela por valor de miles de millones de dólares, así como alianzas diplomáticas y militares, alcanzando una especie de "coexistencia pacífica". A pesar del reciente tratado de libre comercio firmado con EE.UU. y del mantenimiento de las bases norteamericanas en el país, Colombia ha rechazado (al menos en la presente coyuntura) participar conjuntamente en cualquier intervención militar o política auspiciada por Estados Unidos o en cualquier campaña de desestabilización. La influencia política norteamericana en Venezuela se basa fundamentalmente en la canalización de recursos financieros y el asesoramiento de sus clientes electorales. A causa de la disminución de aliados regionales externos y la pérdida de influencia en el ejército venezolano y las fuerzas paramilitares colombianas, Washington se ha centrado ahora en sus clientes electorales. Mediante importantes transferencias financieras, ha conseguido imponer un candidato único entre grupos opositores bien dispares, fabricando una ideología de "centrismo" moderado para camuflar las tendencias neoliberales de extrema derecha de Capriles, al tiempo que contrataba a cientos de agitadores y organizadores "comunitarios" para explotar la sustancial brecha que separa las promesas programáticas de Chávez de la aplicación incompetente e ineficiente de dichas políticas que realizan los funcionarios locales. La debilidad estratégica del gobierno de Chávez se encuentra en el ámbito de lo local, en la incapacidad de los administradores de mantener el suministro de electricidad y de agua corriente. En el ámbito internacional, regional y nacional, la correlación de fuerzas favorece a Chávez. Washington y Capriles intentan compensar la fuerza regional de Chávez atacando sus programas regionales de asistencia, afirmando que está desviando recursos al extranjero en lugar de atender los problemas de casa. Pero Chávez ha asignado enormes recursos a infraestructuras y gasto social; el problema no es el envío de fondos al exterior, sino la mala administración de los funcionarios chavistas locales, muchos de ellos acostumbrados al clientelismo de personalidades y partidos del pasado. En cuanto al aumento de la delincuencia y la escasa imposición de la ley, le costarían a Chávez algo más que unos cuantos votos si no fuera porque los mismos índices de criminalidad están presentes en el estado de Miranda, donde Capriles ha gobernado los últimos cuatro años. El resultado electoral A pesar de las enormes mejoras que ha aportado el gobierno de Chávez a las clases bajas y el sólido apoyo con que cuenta entre los pobres, la emergente clase media producto de la era Chávez tiene expectativas de un mayor consumo y una menor delincuencia e inseguridad; intentan distanciarse de los pobres y aproximarse a los más acomodados: sus ojos miran hacia arriba y no hacia abajo. El entusiasmo, tras doce años en el poder, se ha debilitado pero el temor de las masas a una reversión neoliberal pone límites al electorado potencial que Capriles pueda atraer. A pesar de la delincuencia y de la ineficacia y corrupción de los funcionarios, la era Chávez ha sido un periodo extremadamente favorable para la clase baja y los sectores empresarial, comercial y financiero. Y este año, 2012, no es ninguna excepción. Según datos de la ONU, el índice de crecimiento de Venezuela (5 %) es superior al de Argentina (2 %), Brasil (1,5 %) y México (4 %). El consumo privado ha sido el principal promotor del crecimiento gracias al incremento de los mercados de trabajo, del crédito y de la inversión pública. La inmensa mayoría de los venezolanos, incluyendo a algunos sectores empresariales, no votarán contra un gobierno en ejercicio que ha generado una de las recuperaciones económicas más rápidas del hemisferio. El pasado derechista radical de Capriles y su actual proyecto encubierto podría generar conflictos de clase, inestabilidad política, deterioro económico y un clima desfavorable para los inversores internacionales. Probablemente Washington no favorecería un golpe de Estado o una campaña de desestabilización tras las elecciones si Capriles pierde por un margen significativo. La popularidad de Chávez, las leyes sobre prestaciones sociales, las ganancias materiales y el crecimiento dinámico de este año le aseguran una victoria por un margen de 10 puntos. Chávez conseguirá el 55 % de los votos y Capriles el 45 %. Washington y sus acólitos derechistas planean consolidar su organización y prepararse para las elecciones al Congreso del próximo diciembre. La idea es ir "ocupando las instituciones" con el fin de paralizar las iniciativas del ejecutivo y frustrar el intento de Chávez de seguir adelante con una economía socializada. El talón de Aquiles del gobierno se encuentra precisamente en el ámbito local y estatal. Los funcionarios incompetentes y corruptos deberían ser sustituidos por dirigentes locales eficientes y controlados por la comunidad, capaces de poner en marcha los programas inmensamente populares de Chávez. Y Chávez debería prestar mucha más atención a la política y la administración local para poder igualar allí sus éxitos en política exterior. El hecho de que la derecha sea capaz de juntar medio millón de manifestantes en Caracas no se basa en el atractivo ideológico de un pasado ruinoso y golpista, sino en su habilidad para sacar partido de las quejas crónicas de carácter local que no han sido solucionadas: delincuencia, corrupción, apagones y cortes de agua. En la elección de octubre 2012 no solo está en juego el bienestar del pueblo venezolano sino el futuro de la integración y la independencia latinoamericana y la prosperidad de millones de personas que dependen de la ayuda y la solidaridad de Venezuela. Una victoria de Chávez proporcionará una plataforma para la rectificación de un proyecto social básicamente progresivo y la continuación de una política exterior antiimperialista. Su derrota proporcionaría a Obama –o a Romney- un trampolín para relanzar los programas neoliberales y militaristas existentes antes de la era Chávez, durante la infame década Clinton (los noventa) de expolio, saqueo, privatizaciones y pobreza. Traducción: Paco Muñoz de Bustillo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] |
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