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EL CÓDIGO OCULTO EN EL INTERVALO ENTRE LOS CATACLISMOS

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EL CÓDIGO OCULTO EN EL INTERVALO ENTRE LOS CATACLISMOS Empty EL CÓDIGO OCULTO EN EL INTERVALO ENTRE LOS CATACLISMOS

Mensaje por Mundoalerta Lun Nov 09, 2009 4:57 am

En las páginas anteriores leyó sobre la historia de Aha-Men-Ptah, que fonéticamente se convirtió en Atlántida. También leyó sobre la catástrofe que ocurrió en el año 21312 a.C, cuando la Atlántida quedó parcialmente cubierta de nieve y hielo en el Polo Norte.



En 9792 a.C. los polos se invirtieron y se produjo un corrimiento de la corteza terrestre. En una sola noche Aha-Men-Ptah desapareció bajo el actual Polo Sur. El período entre los dos cataclismos (un rápido corrimiento y una inversión) fue de 11.520 años. La más reciente de esas catástrofes definitivamente ocurrió porque el año 9792 a.C. guarda correlación con el código estelar mencionado en el Libro Egipcio de los Muertos.



Durante varios meses en ese año, Venus hizo un movimiento retrógrado tras el signo de Géminis, a la izquierda y encima de la constelación de Orión. Para verificarlo, lea el capítulo correspondiente en mi libro anterior y estudie con detenimiento el gráfico del capítulo siguiente. Este código prueba la exactitud de esa fecha.


Este código no aparece en ninguno de los registros que encontramos relacionados con la catástrofe ocurrida en el año 21312 a.C, hecho que pudimos verificar con un programa de computación con el que pudimos indagar más atrás en el tiempo. Por lo tanto, tuvimos que buscar otras evidencias. La tarea no resultó insuperable, como pensé que sería, pero terminó conduciéndome a una respuesta diferente.



Durante meses investigué todo tipo de posibilidades. Pude hallar varias claves en el programa pre-computadora sobre la catástrofe anterior diseñado por los atlantes, pero no alcanzaban a ofrecer la evidencia irrefutable requerida para convencer a científicos experimentados. Aunque pensaron que el juego con los números era muy inteligente, no les resultaba convincente. Hasta que tuve un brillante destello de intuición y pude recuperar las (detalladas instrucciones de los mayas.



Verá: yo ya había averiguado que ciertos números estaban ocultos en su manera de calcular. Era sólo cuestión de extraerlos. Venus lo era todo para los mayas y yo me preguntaba si iba a poder resolver el acertijo usando lo que sabía sobre este planeta.



Según el Libro Egipcio de los Muertos, el código de Venus regresa en el año 2012, el mismo año en el que los mayas predicen otra súper catástrofe: una inversión de los polos magnéticos de la Tierra, que provocará enormes terremotos y olas gigantes. Dada la manera original de realizar los cálculos, había que recuperar los códigos comunes. Con esto yo tendría una clave muy seria sobre cómo llevar mi investigación a buen puerto.



Pero ¿dónde podría hallar estos códigos?



¿Eran fáciles de encontrar o los mayas los habían ocultado debido a su obsesión por el "fin de los tiempos"?


Mi respuesta es que todo tiene una solución cuando estamos lo suficientemente obsesionados como para examinar todas las posibilidades hasta en el último detalle. Por ejemplo, trate de investigar los números sagrados. Para los sobrevivientes, la pérdida de su país representó una catástrofe tan descomunal que sus pensamientos estuvieron poseídos enteramente por ella.


Honraron a las decenas de millones de muertos mediante sus construcciones y números de código. Nada podría escapar a eso, y mucho menos la cantidad de años entre las catástrofes. Según los números de los mayas, finalmente pude probar que el período entre los dos cataclismos es innegablemente correcto. Tal vez usted se pregunte cómo se puede probar esto: matemáticas, mi querido lector, puros números.



Cuando hay una línea de pensamiento específica detrás de modos idénticos de codificación, se obtienen pruebas contundentes, y esto es incuestionable. Todo lector sagaz puede recalcular este tour de forcé y, para eso, no se necesita una mente brillante. En los códices mayas, el número 365 es crucial. Más adelante, en otros capítulos, demostraré que los mayas conocían el período exacto de la órbita terrestre alrededor del Sol: 365,2422 días.



Sin embargo, dado que sólo los sumos sacerdotes tenían permiso para acceder a este tipo de información, ésta era guardada en el más absoluto secreto. Por eso, las cifras que siguen a la coma decimal fueron dejadas de lado. El conocimiento es poder.



Este adagio prevaleció en la antigüedad al igual que en el presente.



Evidencia innegable
Multiplique el período entre los cataclismos por 365:

11.520 x 365 = 4.204.800.

Por ahora, no se preocupe por las matemáticas porque ya lo hice yo exhaustivamente; sólo lea. Antes que nada, debe saber que Venus está relacionado con el zodíaco egipcio.



Los egipcios usaban un valor de 576 días para la órbita de Venus; los que leyeron mi libro anterior ya lo saben. Para los mayas, Venus era excepcionalmente importante. Al poseer esta pista, me preguntaba si podía acercarme un poco más a la solución. Los mayas empleaban el número 584 para el valor de la órbita de Venus, antes de que retornara al mismo lugar en el cielo.



¿Cómo puede ser?



Lo cierto es que ambos números son correctos, pero lo explicaré en otro capítulo. Querría hacer notar aquí, sin embargo, que Venus desaparece por ocho días detrás del Sol (576 + 8 = 584). Esto nos lleva a la solución del interrogante. ¿Cómo puedo demostrar que el período entre los dos cataclismos es exacto?



Señalando que el número 4.204.800 es el resultado de multiplicar los dos números más importantes de las órbitas de Venus por dos destacados números de código mayas:

584 x 7.200 = 4.204.800

576 x 7.300 = 4.204.800

Con esto, obtenemos la primera evidencia irrefutable. Sin pensarlo demasiado se puede extraer la correlación. Usted ni siquiera tiene que saber contar. Yo he recalculado estos resultados muchas veces. La correlación es irrefutable; ni los críticos más acérrimos pueden negarlo. Cuando combinamos estos hechos mayas con los egipcios, se pueden develar todos sus secretos.



¿Quién más hubiera podido diseñar un sistema tan complejo? ¿Eran distorsionados recuerdos de sus predecesores y su conocimiento astronómico?



Sólo teniendo todos los hechos a nuestra disposición, podemos averiguar las conexiones subyacentes. Por cierto que esto no es todo. ¡7.200 y 7.300 son números de código mayas sumamente importantes cuando se los multiplica por el año sagrado maya de 260 días! Pero hay más todavía. La decodificación de los calendarios mayas demostrará que el número 260 se obtiene sobre la base de la precisa órbita sinódica de Venus.



Más adelante encontrará su cálculo exacto. Lo mismo se aplica para una unidad elemental del ciclo de las manchas solares. Cada 260 días, el campo polar completa 7,027027 revoluciones, un número de código que conduce a develar los más grandes secretos mayas.


La evidencia precedente demuestra la inventiva de este pueblo. Su calendario de 260 días se basa en una combinación superior de astronomía y matemática avanzadas. En otras palabras, su calendario era un instrumento religioso y, al mismo tiempo, un milagro matemático y tecnológico.



Sin lugar a duda, al descifrar los códigos se comprueba que 260 es el principal número de código del ciclo actual.

Figura 27.

El 11 de agosto de 3114 a.C. comenzó la cuenta regresiva de los mayas hasta el año 2012.

La Calle de los Muertos apuntaba a la posición de las Pléyades.



De esta manera, los mayas entretejieron importantes mensajes en un sistema simple y comprensible, para que nosotros tuviéramos en claro que Venus, en su ciclo anterior, era responsable del código principal. Pero ahora estamos en un ciclo diferente, que pertenece a un código principal diferente también.



Debido al hecho de que el campo magnético del Sol decide cuándo el campo magnético de la Tierra dará un viraje, ellos entretejieron el nuevo valor en el calendario que termina en 2012:

1.898.000 = 7.300 x 260

1.872.000 = 7.200 x 260

El último número maya es sumamente importante ¡y se utiliza como cuenta regresiva para la fecha de la catástrofe venidera! Su calendario empezó el 11 de agosto de 3114 a.C. y terminará el próximo 21 de diciembre de 2012, exactamente 1.872.000 días después.



Según los mayas y los antiguos egipcios, éste es un período fatal en el que el campo magnético del Sol volverá a hacer un viraje. Al mismo tiempo, una ola de partículas cargadas, llamadas "viento solar", caerá sobre la Tierra, y cuando alcance nuestro planeta hará que su campo magnético colapse estrepitosamente, provocando un corrimiento de la corteza terrestre. Como consecuencia, se producirán terremotos en gran escala y explosiones volcánicas descomunales, además de demoledoras olas gigantes.


El número 1.872.000 de ningún modo fue elegido al azar.



Después de haber estudiado el ciclo teórico de las manchas solares de los mayas durante meses, obtuve sorprendentes desciframientos que aclararon por completo su mensaje en código: el final se acerca. La fecha del desastre es incuestionablemente cierta porque hay demasiadas pruebas matemáticas y astronómicas que se van acumulando. Al principio, apenas tenía algunos indicios, pero ahora todo se ha ido acomodando en una abrumadora ola de hechos; por cierto, esto se debe a la belleza de su programa de software.


Si no hubieran utilizado una lógica similar a la de los egipcios con idénticos números, nunca hubiera podido descifrar sus códigos. Hallé con increíble asiduidad los números que conducen al período entre las catástrofes anteriores y la que vendrá; estos números se encontraban en el núcleo de su manera de pensar.



Por eso tengo la suficiente confianza para garantizar que sus cálculos son sumamente exactos.

Figura 28.

En la astronomía maya, las Pléyades desempeñan un papel preponderante.



Al desciframiento de los primeros códigos y claves en el génesis de la historia de Aha-Men-Ptah pronto le siguieron muchos más, y de ahí en adelante me resultó bastante fácil pasar a los mayas.



Una meticulosa consolidación de los hechos finalmente me condujo a las claves que tanto necesitaba para cumplir esta tarea. Por ejemplo, los mayas hicieron una correlación entre cinco años venusianos y ocho años terrestres. En su marco mental esto da como resultado lo siguiente: 5 = 8. Empleando la órbita correcta de Venus, pude recuperar los primeros códigos mayas. Luego, con desgarradora premura, descifré los otros códigos mayas; describo estos cálculos en detalle al final del libro.



Llevando este razonamiento hasta el final, pude descifrar el Códice Dresden con la ayuda de Venus. Como usted ya sabe, Venus hizo un movimiento retrógrado por encima de Orión durante el año del cataclismo anterior y lo volverá a hacer en 2012. Por eso en sus cálculos entretejieron a Venus de todas las maneras posibles; mediante este descubrimiento pude relacionar el ciclo de Sothis con los números mayas.


Estas combinaciones matemáticas celestes son ejemplo de una mentalidad distinta de la nuestra.



Las traducciones de Albert Slosman nos dicen que dichas combinaciones representan figuras geométricas y movimientos en el cielo:

"De luces que se mueven en relación con puntos fijos".

Estas combinaciones, que dependen sólo de una ley que crea el universo, son las que producen la armonía cósmica. Por supuesto que no puedo más que estar de acuerdo con ello, pero eso no vuelve más fácil la tarea de la decodificación. Con las matemáticas puede probarse casi todo. Sin embargo, para conseguir algo es necesario ceñirse estrictamente siempre a las mismas reglas.



Después de haber descifrado los primeros códigos en mi libro anterior, me aferré al mismo proceso de pensamiento. Sólo así pude seguir elucidando los puntos de coincidencia entre los mayas y los egipcios, y presentar la irrefutable prueba de que tenían un origen idéntico. Todas estas reglas fueron elaboradas en Egipto, en la "Casa Doble de la Vida", y en un lugar equivalente entre los mayas.



Estas antiguas escuelas, con sus "secretos sagrados", constituían la fuente básica del conocimiento de ambas civilizaciones; por lo tanto, se apoyaban en los cálculos que sus antepasados habían realizado en el "Círculo de Oro" en Aha-Men-Ptah. Estos cálculos dieron lugar a las Leyes Celestiales. Estas leyes lograron permanecer con los sobrevivientes de la catástrofe.



Entonces, sería su decisión -y luego la de las generaciones sucesivas- emplearlas o no y con qué fin, para bien o para mal.


Los antiguos sacerdotes de Aha-Men-Ptah habían sondeado y comprendido muchas verdades que mantuvieron en secreto; sabían acerca de la existencia de los ciclos tanto en el universo como en la Tierra.



Luego de un ciclo, aparecía otro que traía vida nuevamente, pero en una diferente proyección del espacio. Esto significa que lja Tierra nunca es la misma; por el contrario, hoy es totalmente distinta de como era en períodos anteriores. Esto también se aplica a-todos los seres que hay en ella, porque nuestro planeta evoluciona junto con todos los seres vivientes que contiene, según el ritmo del Sol y el movimiento de las doce constelaciones del zodíaco.



Estas nuevas combinaciones se forman día a día, segundo a segundo, y tienen incidencia en el futuro.



El código principal de Venus
Ya leyó anteriormente que 7.200 x 584 = 4.204.800, y que esto refleja la cantidad de días entre los dos cataclismos según el calendario de 365 días. Aunque 584 es sólo una cifra estimativa, es un valor bastante exacto de la órbita de Venus.



¿Acaso los mayas conocían un valor más preciso que éste?



Por supuesto que sí. El cálculo que ellos hicieron del tiempo promedio que Venus necesitaba para regresar al mismo lugar se basaba en sus observaciones durante un período más prolongado, y dio como resultado 583,92 días. Me preguntaba si, tal vez, aquí pudiera hallar la solución a este acertijo milenario.



Tenía que ser así, dado que, al multiplicar este valor por el "número sagrado maya", obtuve un resultado de lo más intrigante:

7.200 x 583,92 = 4.204.224.

Detrás de estos simples cálculos se oculta la decodificación completa del Códice Dresden. Si toma su calculadora y resta este número del otro mayor, obtendrá el código de Venus:

4.204.800 - 4.204.224 = 576.

Esta cuenta demuestra, innegablemente, el origen del número 576; fue el principal número codificado obtenido de los cálculos que indicaban la catástrofe anterior. Intente recordar este número, pues los egipcios y los mayas basaron muchos de sus cálculos en él.



Toda su manera de codificar se basa en el siguiente principio: honrar los "números sagrados" utilizándolos todo cuanto sea posible. Una vez que uno se da cuenta de este secretito, puede descubrir muchas cosas acerca de estas civilizaciones y de las razones que subyacen a su metodología. El "pensamiento ele los atlantes": a esto se reduce la cuestión.



Al proyectar nuestro pensamiento en su mundo, fácilmente podemos resolver los acertijos que ellos plantean, y es así exactamente como yo lo logré. Por lo tanto, el mensaje es que hay más decodificación. Aplicando estos principios, al fin pude descifrar la parte más importante del Códice Dresden. De idéntica manera, usted podrá hallar en este Códice el número 260, que es el código principal del ciclo actual.



Le brindaré evidencias de esto en el capítulo "Los calendarios mayas revelados".


Aquí, lo importante es que esta antigua cultura utilizó números astronómicos exactos en sus cálculos místicos. Muchas de sus ideas reflejaban el conocimiento que tenían del hecho de que lo que aconteciera en el reino de los cielos influía enormemente en ellos. Los templos, objetos mágicos, reliquias y escrituras religiosas en Egipto y México fueron un eco de este pasado lejano.



Tanto para los egipcios como para los mayas, el cielo era el reino de los dioses y de la vida extraterrenal.

Figura 29.

La pirámide escalonada de Kukulkán, con sus 91 escalones.

Sobre el costado de la escalera izquierda se ve una sombra ondulante,

cuyo movimiento genera la ilusión de una enorme serpiente.

En el piso, al principio de la escalera, hay una cabeza de serpiente.





Los templos y pirámides de la Tierra fueron creados, como una imagen especular de los cielos, que representaba la estructura metafísica de lo sobrenatural.

Figura 30.

También entre los antiguos egipcios
se pueden hallar muchas ilustraciones de serpientes relacionadas con el Sol.



En Chichén-Itzá, por ejemplo, hay una plataforma rectangular de dos pisos, sobre los cuales se levanta una torre en forma de cilindro. Esta torre tiene tres ventanas desde las que se puede ver perfectamente el punto de la posición más austral y más meridional de Venus.



Además, una de las diagonales de la plataforma apunta en dirección a la puesta del Sol hacia fines del invierno, y otra diagonal, en dirección al punto de la salida del Sol en el pico del verano. A más de setecientos metros hacia el Noreste desde allí, se levanta la pirámide escalonada de Kukulkán, cuyos cuatro tramos de escaleras apuntan a las cuatro direcciones del viento, y cada uno de ellos tiene 91 escalones 91x4 = 364; si le sumamos el último escalón, que los cuatro tienen en común, obtenemos 365, o sea, el año solar de los mayas.



Al anochecer, durante el equinoccio, Kukulkán ofrece un espectáculo sin igual, en el que dibujos triangulares esotéricos de luz y sombra aparecen de manera casi asombrosa, creando la ilusión de una enorme serpiente.



Dado que los sumos sacerdotes estaban en condiciones de explicar esto como un acontecimiento cósmico, gozaban de alto respeto y tenían un gran poder político y social; por supuesto, deseaban mantener su posición y sólo podían hacerlo codificando sus hallazgos científicos. Cuando ajustamos nuestra mentalidad a la de ellos, podemos darnos cuenta de que estos secretos ejercen la misma atracción para nosotros que para ellos.



Detrás de los secretos radica la fuerza irrefrenable que definió la estructura edilicia de los templos y las pirámides.




La evidencia definitiva
Por cierto, hay mucho más detrás de todo esto. Tomemos el número que los mayas usaban para indicar la órbita terrestre alrededor del Sol:

365,242 días.

Aquí llegamos a un hecho crucial: la ciencia moderna coincide en que el valor real de la órbita de la Tierra alrededor del Sol es de 365,2422 días.



Multiplique ambos números por el período entre los dos cataclismos y luego efectúe algunos cálculos muy simples, según el patrón que ya se ha descifrado; entonces, ¡nuevamente hallará el ciclo de Sothis de los egipcios! (Puede encontrar la explicación matemática en el Apéndice).


Este descubrimiento brinda una excelente prueba de lo avanzada que era la ciencia con que contaban estas antiguas civilizaciones. Los mejores egiptólogos se quedarán sin palabras; hasta ellos tendrán que admitir -aunque sea con cierta reticencia- que los egipcios y los mayas estaban mucho más evolucionados de lo que pensaban.



¿Por qué? ¡Porque conocían la órbita terrestre alrededor del Sol tal como la conocemos en la actualidad!



Sólo que ellos la "disfrazaron", al trabajar con números codificados. El código que alude a la órbita de la Tierra medida en años es una herramienta muy útil para descifrar o descubrir otros códigos; por ejemplo, es posible usarlo para encontrar los importantísimos números de Venus. Más aún, posteriormente podrá comprobar que los dos números de Venus, 576 y 584, son esenciales para descifrar el Códice Dresden.



Los mayas heredaron estos números de sus antepasados y los usaron en sus propios cálculos. Con sumo placer contemplé esta decodificación muchas veces. Se puede comparar la belleza de estos números con la de los valses de Strauss. Cuando me aseguré de su coherencia matemática, traté de contener mi entusiasmo; Venus, tal como lo mostraban los cálculos, era la clave de casi todos sus misterios.


Yo estaba en lo cierto de un modo irrefutable, pero, aun así, no podía creerlo. Al tomar literalmente las afirmaciones de los mayas, los egipcios y los atlantes, había dado con una manera de hacer cálculos dentro de un sistema ordenado. Este descubrimiento no sólo me produjo perplejidad, sino que me impulsó hacia una maravillosa serie de revelaciones posteriores.



Con él, develé un sistema similar detrás del patrón de pensamiento de estos antiguos gigantes de la matemática y la ciencia. Cuando nos enfocamos en este sistema, se abre un mundo mágico de números, lleno de extrañas similitudes inesperadas, pero innegables; esto es algo sin parangón y no hay matemático que pueda negarlo. Tendrán que admitir que esta matemática codificada es más hermosa que el aburrido apretujamiento de números que manejamos.


Con sobrecogimiento, muchos contemplarán la revelación de los códigos mayas como algo casi sobrenatural; y, de hecho, lo es. Para hacer semejantes cálculos se necesitan genios científicos.



Los de la antigüedad observaban el cosmos con curiosidad y de ahí extraían leyes que se vertían en números específicos, formando un resumen de toda una serie de descubrimientos. Si no lo sabe, sé asombrará cuando vea el Códice Dresden. La cantidad de números y las posibilidades de combinaciones son enormes; sin embargo, cuando sabemos dónde mirar, podemos buscar según las reglas descifradas y, con toda seguridad, lo lograremos.


Esto nos retrotrae al mito de la Atlántida.



Como lo hemos demostrado, contiene ciertos números clave que fueron diseñados de tal manera que permiten el ingreso en la "ciencia" de las catástrofes polares que azotaron a la tierra con regularidad, y tiene que ver con un patrón entretejido de religión y pensamiento de avanzada. Sólo mediante un esfuerzo tenaz puede descifrar estos códigos de modo de relacionar la caída de la Atlántida, el corrimiento del zodíaco y el ciclo de las manchas solares, tal como leerá en las páginas siguientes.



Le presento aquí una anomalía: codificaciones tan complejas no pertenecen a aquí.



Son demasiado avanzadas para una civilización antigua, a menos que, por supuesto, la ciencia de esta antigua civilización fuera muy adelantada. Estoy hablando aquí de un pueblo sumamente civilizado que vivió en un pasado más que remoto: los mitos y números datan de, por lo menos, decenas de miles de años atrás, lo que significa que se debe llegar a conclusiones inevitables.



La más importante de ellas es que la catástrofe del año 21312 a.C. en verdad sucedió tal como está descrita en los anales. Esto será sorprendente para algunos, pero aun así este método de hacer cálculos es tan exacto que ya no se puede dejar de considerar sus mensajes codificados.

De modo que estamos en condiciones de arribar a las siguientes conclusiones:

1.

Nuestro punto de partida es la existencia de una conexión entre Venus y el período entre los cataclismos anteriores. Con este hecho damos con las similitudes que existen entre el ciclo de Sothis de los egipcios y los números de los mayas. Por deducción lo hemos demostrado de manera innegable.

2.

La correlación entre los súper números de los mayas y los de Sothis se demostrará sobradamente más adelante. Varios números mayas resultan de multiplicar los números sóticos por números de código. ¡Utilizando estos números de código pude decodificar los calendarios mayas y el Códice Dresden!

3.

La manera de hacer cálculos que tenían los mayas y los egipcios se sostiene, se apoya, innegablemente, en la misma serie de números. De ahí que mayas y egipcios tengan el mismo origen, en este caso, la Atlántida.

4.

Descubrirá los números que utilizaron para la cuenta regresiva hasta el cataclismo anterior en el programa computarizado configurado para explicar los hechos que conducen al cataclismo del año 2012. Esto confirma su forma matemática de trabajar.

5.

Tanto los mayas como los egipcios conocían números astronómicos exactos, y este hallazgo es el más sorprendente de todos. Mediante estos conocimientos pudieron realizar predicciones extremadamente exactas sobre las órbitas planetarias, con miles de años de anticipación. Por eso también pudieron efectuar con increíble exactitud los cálculos de la "fecha del fin del mundo". Por lo tanto, deberíamos tomar sus advertencias más que seriamente.

6.

Cualquiera que todavía se atreva a decir que esta evidencia no es incontestable, no comprende su modo de pensar. Los números fueron el punto de partida más importante en su mundo de pensamiento, porque eran aceptados universalmente. De hecho, nosotros aplicamos una manera de cálculo idéntica a la de los mayas: cada cuatro años ajustamos nuestro calendario con un día adicional.



Este ajuste se realiza grosso modo, porque después de 128 años no contamos un día adicional y, por lo tanto, ese año no es bisiesto. Si lo piensa con detenimiento, podrá comprender con facilidad su modo de calcular. Lo empleaban en todas sus operaciones. En el caso del año bisiesto, se relaciona con un día, y cuando se acumula en miles de años, se obtiene un gran número de días extra; al cabo de un cierto período obtenían, por ejemplo, tantos miles o millones de días.



Para hacer coincidir esto con otros calendarios, o bien sustraían x cantidad de días o agregaban y cantidad de días, hasta alcanzar la similitud. En el período anterior, una gran cantidad de números se correlacionaban con Venus, por eso los mayas y los antiguos egipcios seguían honrando a Venus, y por eso yo, finalmente, pude revelar tantos de sus códigos.

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Mensaje por Invitado Sáb Ene 02, 2010 11:20 am

Muy curioso.. no recordarás de donde obtuviste la información?
Un saludo!
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Mensaje por Mundoalerta Sáb Ene 02, 2010 1:52 pm

leonbisont escribió:Muy curioso.. no recordarás de donde obtuviste la información?
Un saludo!
No lo recuerdo.. Lo siento
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