NOTICIA DE VENEZUELA
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Panam Post.
No se si esta historia será tan verídica como aquí se presenta, pero esta buena, y seguramente de no ser 100% cierta al parecer tiene una buena parte de verdad. Tic, tac.....
De la desesperanza a Guaidó: cómo se orquestó la toma del poder en Venezuela
Esta crónica se elaboró luego de consultar varias fuentes que prefirieron mantenerse en el anonimato y no ser citadas.
En agosto de 1943 se empezó a tramar la famosa Operación Overlord. Era la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno o el ataque de los liberatores; de la Segunda Guerra Mundial. El gran plan que, en un contexto desfavorable, torcería la historia a favor del otro bando. Y en Venezuela, los preparativos para el Día D iniciaron en diciembre de 2018.
No existe el Eisenhower caraqueño. Tampoco el Montgomery zuliano. Como algunos quieren hacer creer, la gran toma del poder en Venezuela no fue tramada por un solo mariscal, desde su jardín, de forma maquiavélica. Fueron muchas voces que, en sus espacios, articularon al país —y al mundo— para fraguar la gran operación política que hoy tiene a Maduro en jaque. Al tirano en su búnker —su führerbunker—.
“La Constitución me da la legitimidad para ejercer la encargaduría de la presidencia de la República para convocar elecciones (…) Me apego a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución para lograr el cese de la usurpación”, dijo el entonces diputado Juan Guaidó al mediodía del 11 de enero de 2019.
Inmediatamente después de lo que fue el inicio de los cabildos, el primero en saludar a Guaidó como nuevo presidente de Venezuela fue el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro. El discurso en el cabildo había sido bastante ambiguo, por lo que Almagro prácticamente le adhirió, con cemento, la banda presidencial a Guaidó.
Pero la noche anterior ocurrió bastante. Veinticuatro horas antes del primer cabildo Juan Guaidó no tenía previsto apegarse a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución. No tenía pensado decir nada sobre la encargaduría o la presidencia o lo que sea.
Hay que ir más atrás. Unas semanas. Cuando los grandes responsables de la toma del poder en Venezuela, esos que orquestaron la invasión caribeña a Normandía, empezaron a cimentar el terreno de la gran estrategia que llevó a Juan Guaidó al 23 de enero de 2019. El momento decisivo en el que, cargadas las bayonetas, listos los barcos, las tropas desembarcaron y marcaron el inicio de un proceso irreversible. Con la juramentación de Guaidó como presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro entró en el último período de su mandato dictatorial. Inalterable, invariable. Definitivo.
Afuera de la Casa de las Américas, en Washington DC, hacía unos ocho grados centígrados. Era 14 de diciembre. El día nublado. En el despacho del secretario general se repartió café a los invitados: eran el presidente del Tribunal Supremo de Justicia venezolano en el exilio, Miguel Ángel Martín; los diputados Francisco Sucre, Freddy Superlano, Carlos Lozano y Juan Guaidó. Por teléfono estaban Julio Borges y el gran líder de Voluntad Popular, Leopoldo López.
Se discutía lo que todos coincidieron que era una oportunidad única. Jamás se había presentado una ocasión tan conveniente en veinte años de chavismo. La región favorece el cambio con nuevos jefes de Estado, conservadores, alineados con la Casa Blanca, donde ahora gobierna un empresario pragmático, enemigo acérrimo del rojerío en el mundo. Además, hay que designar a una nueva directiva del Parlamento venezolano. Es el momento para apartarse de una dirigencia que había hecho bastante daño a los ciudadanos venezolanos y que hoy carecía de prestigio y de credibilidad. Pero lo más importante, más allá de la posibilidad de refrescar el panorama político en Venezuela y lo apropiado de una región aliada de la causa, era la oportunidad de deponer a Nicolás Maduro a través de un proceso plenamente constitucional.
Las discusiones llevaban meses desarrollándose, es cierto. Cuatro líderes venezolanos que, en coordinación con los principales actores del continente, buscaban establecer una ruta que permitiera concretar el desmoronamiento del régimen de Nicolás Maduro. Eran María Corina Machado, Antonio Ledezma, Julio Borges y Leopoldo López. Pero en diciembre se dieron los primeros acercamientos —con la ausencia, y a la espalda, en ese momento, de dos de los líderes—. Y entonces se empezó a coquetear con la idea: enfocar todos los esfuerzos en un trayecto, legítimo, constitucional, que pudiera ser respaldado por la comunidad internacional sin el temor de ser catalogada como compinches de un coup d’Etat.
No hubo consenso. Apenas era una idea que flotaba en el aire. Como una ficción utópica, parecía demasiado distante porque todo dependía de un Parlamento que lo único que había podido ofrecerle al venezolano era frustración. Pero la mayoría de los actores, los sensatos, esos comprometidos genuinamente con la causa por la libertad de Venezuela, veían en el artículo 233 de la Constitución la última gran oportunidad para salir de Nicolás Maduro: quiéranlo o no, a la Asamblea le corresponde asumir su responsabilidad. Era una obligación.
Se trazaron los planos. Se armó el borrador. Los Eisenhower, dos en Caracas, otros en Washington, uno en Bogotá y el otro, en Madrid, empezaron a esbozar el proyecto. Y parte de la estrategia era presionar. Públicamente y en privado. De lo contrario, el riesgo de que no se ejecutara el plan —o de que fuera saboteado por enemigos encubiertos— era muy alto. Había que alzar la voz.
El 21 de diciembre, en un video publicado desde su cuenta de Twitter, una de los cuatro, María Corina Machado, envió un mensaje a la Asamblea Nacional de Venezuela. “Se nos presenta una nueva oportunidad”, dijo, “tenemos que salvar al país”.
“Nicolás Maduro es un ilegítimo. El 10 de enero concluye un período presidencial y no hay presidente electo. Punto. Hay un vacío de poder, que tiene obligación de ser llenado por la Asamblea Nacional, designando un Gobierno de transición encabezado por el presidente de la propia Asamblea Nacional”, aseveró ese día Machado.
Y el alcalde exiliado, otro de los cuatro, Antonio Ledezma, hizo lo propio el 23 de diciembre: “El próximo cinco de enero, más que instalar una junta directiva de la Asamblea Nacional, debe instalarse un Gobierno de transición. Porque Maduro es ilegítimo”.
Ya la matriz de opinión se estaba formando. Ciudadanos reconocidos como el diplomático y expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Diego Arria; el jurista y secretario del grupo IDEA, Asdrúbal Aguiar; el prestigioso profesor de Harvard, Ricardo Hausmann; y —porque habrá que insistir en su nombre hasta el final— el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, habían clamado la urgencia de que, ante el vacío de poder que Nicolás Maduro dejaría el 10 de enero, el presidente del Parlamento tiene la responsabilidad de asumir el espacio.
Aparecieron los antipáticos de siempre. Con altivez, desde sus tribunas, afilaron sus plumas para reclamar que nadie, desde ningún espacio, goza de la autoridad para decirle qué hacer y cuándo a la Asamblea. Y que además, que el presidente del Parlamento se crea, luego, presidente del país, era una insensatez. Proponían, en concreto, violentar la Constitución de Venezuela.
En los espacios del mundo donde se traman estas cosas y se toman las decisiones importantes siguió discutiéndose el tema. Desde la Organización de Estados Americanos se insistía con empeño en la ruta que lucía como la más adecuada. Mientras, en la Casa Blanca se aviaban los halcones para, eventualmente, saltar a la yugular de Nicolás Maduro.
Al clamor de los principales actores de la región y el liderazgo opositor comprometido con la causa por la libertad, se sumaron los ciudadanos. Las redes sociales, donde abundan esos ásperos guerreros del teclado que andaban, testarudos, exigiendo, se llenaron de opiniones incómodas para los mezquinos. Que cuando sea la falta absoluta de este, entonces es el otro al que le toca asumir el rollo. Listo. No hay para dónde coger. Afortunadamente la Constitución es bastante clara. Y por esos días se citaba a cada rato.
Terminó el año. Las gentes voltearon sus miradas a la decisión que tomarían los asambleístas en lo tocante a la nueva directiva. Como ya se hablaba del artículo 233, entonces mucho dependía de quien quedara como presidente del Parlamento. Pero un evento, antes de la designación de los nuevos jefes de la Asamblea, irrumpió la atención. Secuestró las miradas. Y un comunicado, distante de todo lo que se pudiera esperar, marcó un hito.
Fuentes cercanas al proceso dicen que la declaración que dio el Grupo de Lima el 4 de enero de este año sorprendió hasta al Gobierno de Estados Unidos. En el comunicado, se lee: “El Grupo de Lima insta a Nicolás Maduro a no asumir la presidencia, que respete las atribuciones de la Asamblea y le transfiera provisionalmente el poder hasta que se realicen nuevas elecciones”.
Ese día, luego de una cumbre realizada en la capital de Perú, catorce países acordaron no reconocer “la legitimidad de un nuevo período presidencial del régimen de Nicolás Maduro que iniciará el 10 de enero de 2019”. Tajante. También transparente. Las potencias de la región, excluyendo a México —que no suscribió el texto—y a Estados Unidos, impusieron un deadline. Y, además, se refirieron abiertamente al proyecto que se había empezado a armar en diciembre: al presidente de la Asamblea Nacional le corresponde asumir las competencias del Ejecutivo.
Para este momento aún no había consenso entre las cuatro facciones políticas de la verdadera oposición. Dividida en dos, una parte se inclinaba más a la idea de un Consejo de Estado conformado por quienes timoneaban las tres principales instituciones legítimas (la Asamblea, el Tribunal y la Fiscalía); y la otra, siempre más radical, y alérgica a cualquier cosa que tuviera que ver con diálogo o elecciones, se mantenía firme en la idea de subordinarse al artículo 233 de la Constitución. Estos dos, junto a los otros padres de la Operación Overlord venezolana, salieron envalentonados con el acuerdo firmado ese 4 de enero en Perú. “Estados Unidos aplaude al Grupo de Lima por ponerse del lado de la democracia en Venezuela y denunciar la próxima juramentación ilegal de Nicolás Maduro. Las elecciones en Venezuela fueron viciadas e injustas”, dijo al respecto el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.
Por otra parte, la declaración del Grupo de Lima generó inquina entre aquellos, presuntos opositores, cuyos intereses se veían amenazados. Desestimaban por completo la idea de un nuevo presidente en el país —y, para argumentar la postura canalla, blandieron que aquello desencadenaría violencia, persecución y más confrontación—.
Reuniones. Muchas. Encuentros, llamadas y presiones. El mundo ya veía, frente a sí, su oportunidad para librarse de Maduro. No iba a dejar que pasara. Y cuánto inquietaba que aún hubiera discordia entre quienes tenían que coincidir para que avanzara la toma del poder en Venezuela.
Como se deseaba, Juan Guaidó fue designado presidente de la Asamblea Nacional. Pese a un acuerdo político al que se llegó en 2015 cuando la oposición se apoderó del Parlamento, existía la angustia con la posibilidad de que partidos desacreditados sabotearan el pacto que daba a Voluntad Popular la presidencia. No ocurrió, afortunadamente. La fuerza política de Leopoldo López logró los votos y llevó a Guaidó al que en ese momento era el espacio más importante en el país.
Como dicen quienes lo trataron durante los preparativos del Día D, Guaidó siempre tuvo la voluntad de asumir los riesgos inherentes al cargo histórico que ahora lo investía. De todos los diputados, parecía la persona adecuada para la responsabilidad. Joven, intachable y enérgico. Con retórica pausada, pero precisa. Elegante, viril, con una familia modélica. Era el hombre adecuado para el momento adecuado. Pero, porque siempre hay un pero, aunque quisiera, aunque tuviera la voluntad y el coraje para enfrentar a la caballería y a todas las fuerzas en combate del enemigo —que además ha mostrado ser implacable y cruel—, Guaidó no se veía con la firmeza para deslastrarse de todos esos cadáveres políticos que, en el paroxismo de la confrontación, podían regresar del camposanto para arrastrarlo y encerrarlo en el averno —esa mazmorra de deshonra y descrédito habitada por todos aquellos que ya habían sido presidentes de la Asamblea Nacional—. Entonces había mucha ansiedad.
A las 12 de la noche del 10 de enero el diplomático Diego Arria publicó un mensaje en sus redes sociales. “A partir de este momento el presidente de la Asamblea Nacional, el diputado Juan Guaidó, ha pasado a ser el presidente encargado de la República de Venezuela (…) está obligado (…) sé que es una decisión difícil (…) le digo al nuevo presidente que, si se juramenta, estoy dispuesto a prestarle toda la ayuda (…) ¡Felicitaciones!”, dijo Arria. Una afirmación que inmediatamente se viralizó. Fue el primero en adherirle la banda presidencial. Y también el primero en mencionar la urgencia de una juramentación y la idea de nombrar embajadores en los países que reconozcan a Guaidó como presidente.
Pero el nuevo presidente de Venezuela parecía no haberse enterado de que, de su hombro, ahora colgaba una cinta tricolor. Ante la ilegal juramentación de Nicolás Maduro el 10 de enero—de la que no hay nada importante que señalar más allá de haber sido una vergonzosa muestra del abandono del mundo a la Revolución Bolivariana—, Juan Guaidó dio un discurso en la sede de su partido, Voluntad Popular. Fue sonso y mal estructurado. Insinuó, entre tanto que dijo, que no iba a asumir la presidencia de la República. En vez de mencionar lo que le correspondía —que ahora era comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana—, terminó anunciando que ese día no habrá anuncio sino que será el siguiente, cuando haya anuncio.
El peso de la opinión pública se impuso como nunca. Albricias, que ya la sociedad venezolana no es la misma que disfruta alcahuetear imprudencias. Severa e inclemente, salió con todo a hacer la denuncia de que algo malo estaba ocurriendo. En paralelo, pendía como sable de Damocles la advertencia de que, si Guaidó evade lo que le corresponde, la otra institución legítima, el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, estaría dispuesta a designar un Gobierno de transición. Fuentes cercanas a los magistrados aseguraron que todo estaba listo para responder ante la posible decisión de Juan Guaidó de no apegarse al artículo 233 de la Constitución.
“Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia se reunieron con el secretario general de la OEA. Trataron la urgencia de cumplir con el artículo 233 de la Constitución de Venezuela para que no exista vacío de Poder Ejecutivo”, publicó en Twitter, junto a una foto de los magistrados en la oficina de Almagro, la cuenta del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio.
El día fue largo. Muy largo. Desde temprano los comentaristas en televisión decían que parecía que el diputado de la Asamblea Nacional estuviese eludiendo su responsabilidad. A NTN24 el escritor y profesor universitario en Georgetown, Héctor Schamis, le dijo que Guaidó estaba entre pasar al olvido o llenarse de gloria. La decisión la debía tomar él.
Horas antes del discurso de Guaidó del 10 de enero, los diputados discutieron la denominada «Ley del Estatuto que rige la transición». Se impuso esa sobre otra en la que se establecía el reconocimiento al Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, se hablaba de vacío de poder y se acordaba que el presidente de la Asamblea Nacional debía asumir las competencias del Ejecutivo. En la discusión, fueron los principales partidos del Parlamento —el denominado G4, compuesto por Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática— los que terminaron desechando el documento que obligaba a Guaidó asumir la presidencia. Al final la ley no se terminó votando porque imperaba una tensión rígida, inaguantable. Era un documento inaceptable para, por ejemplo, la denominada Fracción del 16 de Julio (compuesta por diputados independientes, de otros partidos; y de las fuerzas políticas Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo; los partidos de María Corina Machado y Antonio Ledezma, respectivamente). Pero ahí estaba la ley. Y el mundo se enteró del peligro que significaba.
A lo largo de la tarde del 10 de enero, quienes estaban al tanto de la discusión sobre la Ley del estatuto de transición, presumieron que, aunque jamás se aprobó, Juan Guaidó se estaba subordinando a él. En consecuencia, empezaron a hacer llamados de atención.
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Las discusiones tomaron horas. Hasta bien entrada la noche en un hotel del este de Caracas, Juan Guaidó estuvo en el centro de la disensión entre los cuatro principales líderes venezolanos detrás del Día D. Y, aunque todos ya habían trazado los planos de la Operación, dos no terminaban de asumir una postura sólida. Mientras, Guaidó arrastraba consigo una pila de mensajes que lo presionaban. Y, uno de ellos, descollaba. Firmado por el secretario general Almagro, se trataba de una carta durísima que ponía al diputado —o presidente— entre la espada y la pared.
Eran varios los argumentos para no meterse de lleno en una aventura peligrosa, colmada de obstáculos, y demasiado desafiante para unos tipos que, cargadas las torretas y las bayonetas, parecían dispuestos a responder, desde sus trincheras, a la invasión caribeña de Normandía. Inquietaba que el mundo democrático no reconociera automáticamente a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Y, por último, que aquella osadía terminara decapitando a la directiva de la Asamblea y dejando a Voluntad Popular fuera del juego institucional. Al final, ese día, se acordó: “Vamos, pero no con todo”.
“Me apego a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución para lograr el cese de la usurpación”, dijo Juan Guaidó en el cabildo abierto del 11 de enero en el este de Caracas. La avenida estaba repleta de gente y, justo cuando el diputado se montó en la tarima, los ciudadanos empezaron a corear: “¡Presidente, presidente! ¡Presidente, presidente!”.
Como se mencionó, ya no es la misma ciudadanía alcahueta que anda por Caracas repartiendo hojas en blanco. El día anterior había sido severa y, ese viernes, se plantó en la calle a exigir.
No todos entendieron bien qué significaron las palabras de Juan Guaidó. Que si asumió o que si no. No había certeza. Los alegres dijeron que sí y los amargados, que no. Pero, a los minutos, apareció lo que muchos llamaron un milagro y lo que provocó el surgimiento de un nuevo movimiento en torno a una simple idea.
“Saludamos la asunción de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, conforme al artículo 233 de la Constitución Política. Tiene nuestro apoyo, el de la comunidad internacional y del pueblo de Venezuela”, escribió en la tarde del 11 de enero el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro.
Y listo. Todos con Almagro. Él lo ha dicho.
Los partidos de la Mesa de la Unidad, al margen de Voluntad Popular y el ala de Julio Borges en Primero Justicia —es decir, el ala del excandidato presidencial, Capriles—, dieron instrucciones a su militancia: el presidente de la Asamblea Nacional no ha asumido nada, no se le puede llamar presidente del país y ya. Al día siguiente del 11 de enero, los jóvenes desobedecieron. Y en lo que fue una concentración mundial, en cada pequeño cabildo, el grito fue el mismo: Juan Guaidó es presidente.
Ahora lo que quedaba era la juramentación. Ya se había alzado el andamiaje sobre el que se estructuraría finalmente el desembarco. El gran golpe. El Día D. Pero hacía falta una foto. Era urgente y los ciudadanos la pedían. Porque no hay que desmerecer lo que hoy representa María Corina Machado en la lucha contra la tiranía. Valiente, inamovible, a veces demasiado severa. Era quien, en ocasiones anteriores, había sido inclemente con quienes consideraba que se extraviaban de la ruta por la libertad. Y gran parte de los venezolanos quería saber bien qué pensaba sobre Juan Guaidó y el nuevo papel histórico que estaba asumiendo. Querían que expresara, alto, si apoyaba al joven de Voluntad Popular.
“Tenemos que hacer lo que sea necesario para alcanzar la libertad de Venezuela. Cuenta conmigo para avanzar con fuerza en esta ruta, Juan”, escribió Machado en un tuit que publicó en la noche del 12 de enero. La líder opositora agregó la foto en la que se ven ambos, sentados en un sofá, distendidos, conversando. Más de veinte mil likes. Más de trece mil retuits. Al día siguiente en todas las redes y en varios diarios. Se habían alineado los dirigentes más relevantes de la oposición venezolana. La que llevaba una vida y el nuevo fenómeno. Ahora sí. Ahora sí se podía confiar de nuevo. Poco a poco empezaba a renacer la esperanza.
Los cabildos que se celebraron luego fueron muestra de ello. Cada día, en una ciudad distinta, miles de personas se concentraban para honrar al joven más valiente de la política en un país acostumbrado a los desengaños, la timidez y medianía. Aunque no era explícito el discurso, la realidad era que Guaidó estaba retando al régimen como nadie lo había hecho en años. El solo hecho de que los demás —porque él aún no lo hacía— lo empezaran a llamar presidente, consistía en la mayor audacia jamás vista. Y, aunque breve, aguantó por unos minutos la crueldad de la dictadura. El 13 de enero, cuando Guaidó se dirigía a un cabildo, funcionarios de la policía política de Maduro, el SEBIN, lo secuestraron. Luego, fue liberado.
Los días pasaron y se fue engendrando una narrativa a favor del nuevo líder opositor: que el mundo lo apoyaba, que Nicolás Maduro se atrincheraba junto a sus bandidos, que el secuestro del 13 de enero era muestra de la crisis entre los funcionarios y que era inminente. Que ya casi. Que falta poquito. Pero que aún falta algo. Nuevamente, muchos obstinados. Los amargados, pero esos que de alguna forma siempre demostraron tener la razón, pedían que el presidente Guaidó formalizara su nuevo cargo a través de un acto público. La juramentación, eso.
Desde Washington DC ya los halcones empezaban a planear. A vuelo rasante, como buitres sobre cuero, atormentaban a los que, en su führerbunker, insistían en seguir organizando la guerra. Mandando batallones, recogiendo pelotones y distribuyendo soldados. Los Panzerpor acá y me envías unos Henschel para allá. Como si no todo fuera una ilusión. Como si ya la guerra no la hubieran perdido y no existieran esos batallones, esos soldados y esos Panzer.
John Bolton, Mike Pompeo, Mike Pence y Marco Rubio. Sus cuentas de Twitter debieron haber sido insoportables para los americanos que no entendían nada y que por qué estos gringos empezaban a poner tuits en español y Venezuela, Venezuela. Solo Venezuela. Amenazas a los militares, anuncio de nuevas sanciones y apoyo íntegro a Juan Guaidó. Mientras, surgía uno que otro desertor de las Fuerzas Armadas venezolanas. E, inmediatamente, algún funcionario estadounidense salía a darle su espaldarazo. “Apoyamos al grupo de militares que se rebela contra Maduro y se subordina a Guaidó”, escribió Rubio en Twitter sobre unos uniformados que, desde Colombia, manifestaron su desconocimiento a Nicolás Maduro.
El debate sobre la juramentación se intensificó. Cada vez eran más los amargados que, frente a lo que se veía, estimaban la urgencia de que Juan Guaidó asumiera los símbolos del poder. La foto, la mano alzada, las palabras “juro”, “soy presidente”, se volvieron perentorias. Y como no había claridad, aún había algunos que, de forma ruin, lo decían una y otra vez: “Juan Guaidó, presidente-de-la-Asamblea-Nacional-de-Venezuela”, “Juan Guaidó, el-diputado”. Y para no dar espacio a la sospecha, tenía que juramentarse.
Un acuerdo en la Asamblea Nacional revivió las tensiones. Las llevó al paroxismo. En la sesión del martes 15 de enero, la mayoría de los diputados aprobaron que las competencias del Ejecutivo Nacional ahora le correspondían al Parlamento, pleno. Nada de a un individuo. Nada de a Guaidó. Una locura. Inconstitucional, etecé.
Sin sorpresas, se abstuvo la Fracción del 16 de Julio (la señora Machado y el alcalde Ledezma). Algunos no comprendieron su postura y, entonces, reprobaron a los diputados de la Fracción. Quizá, sin entender el peligro de ese acuerdo inconstitucional. Pero algo cambió esa mañana del 15 de enero. Al principio, el acuerdo era diferente. Otro texto, esbozado precisamente para ratificar a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, terminó en la basura.
Ante este boicot, se prendieron las alarmas, no solo de dos líderes venezolanos, sino del mundo. Y, articulados todos los actores, empezaron a presionar. Otros, con mucho mayor poder de fuego, como Estados Unidos, emplazaron —y, de hecho, amenazaron— a aquellos supuestos opositores que tuvieran la intención de sabotear el proceso que ya había comenzado. Nadie iba a impedir la ejecución de la Operación. Nadie. Y quien lo intentara, iba a correr con las consecuencias de ello.
Más presiones. Más reuniones. Mayor participación del mundo. Dicen fuentes que Colombia y Brasil fueron actores principales. En la capital estadounidense, el diplomático Arria y el senador Rubio conversaban ese 15 de enero. Inmediatamente después del encuentro, ante el Congreso, el joven representante de Florida decía que Estados Unidos debía manifestar su reconocimiento a Guaidó como presidente interino de Venezuela. La ruta es la que marca el 233 y punto. Juan Guaidó debe juramentarse.
La inquietud y las tensiones dentro del grupo de los cuatro líderes venezolanos derivaron en la necesidad de robustecer —y blindar— la estrategia. Era hora de establecer límites, intervalos de tiempo y fechas topes. Que nada pase de tal día, que cuidado con que si a alguien se le ocurre desviarse y, mucho cuidado sobre todo, con los enemigos encubiertos. Ah, y que nadie sepa. Que nadie más sepa. Que la joven estrella debe asumir su responsabilidad, pero que todos crean que no lo hará. Se estampó el sello. Y ese fue un momento clave.
Hasta Washington DC llegó la preocupación por la aparente indeterminación, las tensiones y las presiones. Hay que recordar algo: Juan Guaidó se encuentra en el centro de un conflicto de años, peligroso, que involucra a las peores mafias de Venezuela y el mundo. Las presiones y amenazas, indecibles. Entonces, representantes en la Organización de Estados Americanos, decidieron dialogar.
El 16 de enero la representación de Estados Unidos convocó a un encuentro entre otros embajadores y Juan Guaidó, junto a Leopoldo López. Los representantes, en un mismo espacio, dialogaron con estos venezolanos que, a través de una pantalla, explicaron cuál era la ruta. El 233, 333 y 350. Guaidó expuso cómo todo era constitucional. Y dijo, no obstante, que precisaba del apoyo del mundo para avanzar. Y parte del mundo, reunido en esa sala en Washington DC, se lo garantizó.
Estaban los embajadores de Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, Chile, Honduras, Paraguay y Estados Unidos. Este último país le aclaró a Juan Guaidó que, si todo era constitucional, y que si estaba seguro de que esta ruta era la adecuada, que contaba con todo el apoyo. Que siguiera.
Al día siguiente, en Brasil, se celebraron dos históricas reuniones. Por un lado, el presidente, Jair Bolsonaro, estrechó manos con la cabeza del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, Miguel Ángel Martín. Por el otro, representantes de la sociedad civil venezolana se encontraron con el canciller brasileño, Ernesto Araújo. Dijeron los protagonistas que, de ambos encuentros, la conclusión fue: Brasil está dispuestísimo, con todo, a reconocer y darle su respaldo a Juan Guaidó. Pero hace falta el acto. A favor de esta postura jugaron un papel fundamental Julio Borges, Antonio Ledezma, Carlos Blanco y los jóvenes del movimiento Rumbo Libertad.
Las piezas se posicionaban. Los buques habían zarpado. Cargados de soldados, estaban listos para disponerse frente a las playas francesas y liberar la furia de cientos de miles. La fecha era el 23 de enero. Ya la había anunciado Guaidó, en alusión al momento histórico de un viejo derrocamiento.
Para que el mundo se empezara a articular, miles jugaron un papel esencial. Hay que mencionar a Leopoldo López quien, desde su celda, trazó relaciones con destacados líderes mundiales. Fue primordial el rol del alcalde Antonio Ledezma; desde su huída, incansable, inagotable. Con un teléfono que lo marca como pianista tras un Steinway And Sons, María Corina Machado. Diego Arria, con su voz que se oye en el mundo, que se respeta; además, con un prestigio ganado con la experiencia, convenció a todos del peligro de convivir con un narcoestado.
También Asdrúbal Aguiar, con su iniciativa, IDEA, que impulsó a los expresidentes más importantes de Iberoamérica a convertirse en aliados de la causa venezolana. Julio Borges, por el mundo, en una permanente gira. El presidente del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, como una institución legítima que recorre el mundo, habló claro y convenció. Fueron también miles, miles y miles de venezolanos, en el mundo, que jamás reposaron. Activistas obstinados, maestros también de la ingeniería política, que generaron el ruido suficiente para que los países se solidarizaran más con su causa. Los héroes anónimos. Los miles de héroes anónimos. Y Almagro, por supuesto. Don Luis Almagro. El gran padre del proyecto. La punta de lanza en la ofensiva internacional contra la tiranía de Maduro.
Con la intención de presionar y generar la sensación de que el acto formal de la juramentación era lo mejor que Juan Guaidó podía hacer, importantes líderes mundiales empezaron a manifestar su postura a favor de esta ruta. La voz más destacada que se alzó fue la del presidente de Colombia, Iván Duque. En una entrevista con el medio alemán DW el 21 de enero, dijo: “Lo que estamos esperando todos los países del Grupo de Lima es que ese acto [la investidura de Guaidó como presidente interino] pueda tener un revestimiento de formalidad y la reacción la tenemos que tomar todos al unísono”.
Ya era claro. Faltaban dos días para el Día D. Las facciones, responsables de la Operación Overlord venezolana, ya lo habían pactado. Entre ellas no había nerviosismo. Los cuatro líderes ya tenían la certeza de que Juan Guaidó se iba a juramentar. Aún la estrategia se mantenía hermética, eso sí. El régimen, que había buscado acercarse para estar al tanto de qué iba a hacer el joven de Voluntad Popular, tenía la seguridad de que, al final, no se iba a juramentar. En cambio, de que todo se iba a encauzar hacia un eventual proceso de diálogo —otra vez—. Y lo mismo creía el resto de la oposición, entre comillas. Esa que ordenó que nadie llamara presidente al presidente.
La llamada privada de Mike Pence a Juan Guaidó, durante la noche del 22 de enero, también fue clave. Allí, Pence garantizó a Guaidó que, si asumía plenamente la presidencia de Venezuela, y se juramentaba, Estados Unidos lo reconocería y le brindaría todo el apoyo necesario. Fue el último gran empujón que dio la confianza a Juan Guaidó para desafiar y sorprender, no solo al régimen, sino a la supuesta oposición que controla parte importante del Parlamento. Se acabó la espera del Día D.
Cargadas las bayonetas, listos los barcos, las tropas desembarcaron. Empezó la invasión.
“Hoy, 23 de enero”, dijo Juan Guaidó, “en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, ante Dios, Venezuela, en respeto a mis colegas diputados… Juro”, y la gente reventó eufórica, “asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como presidente”, y la gente lloró al escuchar la palabra presidente, “encargado de Venezuela”.
“¿Qué coño está pasando?”, dijeron algunos dirigentes opositores en grupos de WhatsApp, según reseñó The Wall Street Journal. Solo hay que ver los rostros del momento. Luego, en una entrevista a AFP, Henrique Capriles lo confesó: “No teníamos la información. Sorprendió a muchos dirigentes”.
Y así, a espaldas de estos dirigentes y del régimen, el 23 de enero un joven valiente, de Voluntad Popular, amparado por el mundo democrático y sus principales actores, millones de venezolanos en el exterior, millones de venezolanos en Venezuela y cuatro líderes, asumió su responsabilidad. Se convirtió en el mayor torpedo que, en veinte años, se le ha asestado al chavismo. El game changer. El gran hombre. Ese que necesitaba Venezuela y que siempre requiere la historia para torcerla y forjarla.
De la pesada desesperanza, alojada en el alma de cada venezolano, a la convicción, genuina, racional, nada ficticia, de que el fin del chavismo es cuestión de horas.
Orlando Avendaño
Orlando Avendaño es periodista venezolano, egresado de la Universidad Católica Andrés Bello con estudios de historia de Venezuela en la Fundación Rómulo Betancourt. Columnista y redactor del PanAm Post desde Caracas. También es autor del libro «Días de sumisión: cómo el sistema democrático venezolano perdió la batalla contra Fidel». Síguelo @OrlvndoA.
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De la desesperanza a Guaidó: cómo se orquestó la toma del poder en Venezuela
Como algunos quieren hacer creer, la gran toma del poder en Venezuela no fue tramada por un solo mariscal, desde su jardín, de forma maquiavélica
Por Orlando Avendaño Actualizado Feb 10, 2019Juan Guaidó en evento ante la sociedad civil en la Universidad Central de Venezuela. (EFE)
Esta crónica se elaboró luego de consultar varias fuentes que prefirieron mantenerse en el anonimato y no ser citadas.
En agosto de 1943 se empezó a tramar la famosa Operación Overlord. Era la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno o el ataque de los liberatores; de la Segunda Guerra Mundial. El gran plan que, en un contexto desfavorable, torcería la historia a favor del otro bando. Y en Venezuela, los preparativos para el Día D iniciaron en diciembre de 2018.
No existe el Eisenhower caraqueño. Tampoco el Montgomery zuliano. Como algunos quieren hacer creer, la gran toma del poder en Venezuela no fue tramada por un solo mariscal, desde su jardín, de forma maquiavélica. Fueron muchas voces que, en sus espacios, articularon al país —y al mundo— para fraguar la gran operación política que hoy tiene a Maduro en jaque. Al tirano en su búnker —su führerbunker—.
“La Constitución me da la legitimidad para ejercer la encargaduría de la presidencia de la República para convocar elecciones (…) Me apego a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución para lograr el cese de la usurpación”, dijo el entonces diputado Juan Guaidó al mediodía del 11 de enero de 2019.
Inmediatamente después de lo que fue el inicio de los cabildos, el primero en saludar a Guaidó como nuevo presidente de Venezuela fue el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro. El discurso en el cabildo había sido bastante ambiguo, por lo que Almagro prácticamente le adhirió, con cemento, la banda presidencial a Guaidó.
Pero la noche anterior ocurrió bastante. Veinticuatro horas antes del primer cabildo Juan Guaidó no tenía previsto apegarse a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución. No tenía pensado decir nada sobre la encargaduría o la presidencia o lo que sea.
Hay que ir más atrás. Unas semanas. Cuando los grandes responsables de la toma del poder en Venezuela, esos que orquestaron la invasión caribeña a Normandía, empezaron a cimentar el terreno de la gran estrategia que llevó a Juan Guaidó al 23 de enero de 2019. El momento decisivo en el que, cargadas las bayonetas, listos los barcos, las tropas desembarcaron y marcaron el inicio de un proceso irreversible. Con la juramentación de Guaidó como presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro entró en el último período de su mandato dictatorial. Inalterable, invariable. Definitivo.
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Preparativos para el Día D
Afuera de la Casa de las Américas, en Washington DC, hacía unos ocho grados centígrados. Era 14 de diciembre. El día nublado. En el despacho del secretario general se repartió café a los invitados: eran el presidente del Tribunal Supremo de Justicia venezolano en el exilio, Miguel Ángel Martín; los diputados Francisco Sucre, Freddy Superlano, Carlos Lozano y Juan Guaidó. Por teléfono estaban Julio Borges y el gran líder de Voluntad Popular, Leopoldo López.
Se discutía lo que todos coincidieron que era una oportunidad única. Jamás se había presentado una ocasión tan conveniente en veinte años de chavismo. La región favorece el cambio con nuevos jefes de Estado, conservadores, alineados con la Casa Blanca, donde ahora gobierna un empresario pragmático, enemigo acérrimo del rojerío en el mundo. Además, hay que designar a una nueva directiva del Parlamento venezolano. Es el momento para apartarse de una dirigencia que había hecho bastante daño a los ciudadanos venezolanos y que hoy carecía de prestigio y de credibilidad. Pero lo más importante, más allá de la posibilidad de refrescar el panorama político en Venezuela y lo apropiado de una región aliada de la causa, era la oportunidad de deponer a Nicolás Maduro a través de un proceso plenamente constitucional.
Las discusiones llevaban meses desarrollándose, es cierto. Cuatro líderes venezolanos que, en coordinación con los principales actores del continente, buscaban establecer una ruta que permitiera concretar el desmoronamiento del régimen de Nicolás Maduro. Eran María Corina Machado, Antonio Ledezma, Julio Borges y Leopoldo López. Pero en diciembre se dieron los primeros acercamientos —con la ausencia, y a la espalda, en ese momento, de dos de los líderes—. Y entonces se empezó a coquetear con la idea: enfocar todos los esfuerzos en un trayecto, legítimo, constitucional, que pudiera ser respaldado por la comunidad internacional sin el temor de ser catalogada como compinches de un coup d’Etat.
No hubo consenso. Apenas era una idea que flotaba en el aire. Como una ficción utópica, parecía demasiado distante porque todo dependía de un Parlamento que lo único que había podido ofrecerle al venezolano era frustración. Pero la mayoría de los actores, los sensatos, esos comprometidos genuinamente con la causa por la libertad de Venezuela, veían en el artículo 233 de la Constitución la última gran oportunidad para salir de Nicolás Maduro: quiéranlo o no, a la Asamblea le corresponde asumir su responsabilidad. Era una obligación.
Se trazaron los planos. Se armó el borrador. Los Eisenhower, dos en Caracas, otros en Washington, uno en Bogotá y el otro, en Madrid, empezaron a esbozar el proyecto. Y parte de la estrategia era presionar. Públicamente y en privado. De lo contrario, el riesgo de que no se ejecutara el plan —o de que fuera saboteado por enemigos encubiertos— era muy alto. Había que alzar la voz.
El 21 de diciembre, en un video publicado desde su cuenta de Twitter, una de los cuatro, María Corina Machado, envió un mensaje a la Asamblea Nacional de Venezuela. “Se nos presenta una nueva oportunidad”, dijo, “tenemos que salvar al país”.
“Nicolás Maduro es un ilegítimo. El 10 de enero concluye un período presidencial y no hay presidente electo. Punto. Hay un vacío de poder, que tiene obligación de ser llenado por la Asamblea Nacional, designando un Gobierno de transición encabezado por el presidente de la propia Asamblea Nacional”, aseveró ese día Machado.
Y el alcalde exiliado, otro de los cuatro, Antonio Ledezma, hizo lo propio el 23 de diciembre: “El próximo cinco de enero, más que instalar una junta directiva de la Asamblea Nacional, debe instalarse un Gobierno de transición. Porque Maduro es ilegítimo”.
Ya la matriz de opinión se estaba formando. Ciudadanos reconocidos como el diplomático y expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Diego Arria; el jurista y secretario del grupo IDEA, Asdrúbal Aguiar; el prestigioso profesor de Harvard, Ricardo Hausmann; y —porque habrá que insistir en su nombre hasta el final— el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, habían clamado la urgencia de que, ante el vacío de poder que Nicolás Maduro dejaría el 10 de enero, el presidente del Parlamento tiene la responsabilidad de asumir el espacio.
Aparecieron los antipáticos de siempre. Con altivez, desde sus tribunas, afilaron sus plumas para reclamar que nadie, desde ningún espacio, goza de la autoridad para decirle qué hacer y cuándo a la Asamblea. Y que además, que el presidente del Parlamento se crea, luego, presidente del país, era una insensatez. Proponían, en concreto, violentar la Constitución de Venezuela.
En los espacios del mundo donde se traman estas cosas y se toman las decisiones importantes siguió discutiéndose el tema. Desde la Organización de Estados Americanos se insistía con empeño en la ruta que lucía como la más adecuada. Mientras, en la Casa Blanca se aviaban los halcones para, eventualmente, saltar a la yugular de Nicolás Maduro.
Al clamor de los principales actores de la región y el liderazgo opositor comprometido con la causa por la libertad, se sumaron los ciudadanos. Las redes sociales, donde abundan esos ásperos guerreros del teclado que andaban, testarudos, exigiendo, se llenaron de opiniones incómodas para los mezquinos. Que cuando sea la falta absoluta de este, entonces es el otro al que le toca asumir el rollo. Listo. No hay para dónde coger. Afortunadamente la Constitución es bastante clara. Y por esos días se citaba a cada rato.
Terminó el año. Las gentes voltearon sus miradas a la decisión que tomarían los asambleístas en lo tocante a la nueva directiva. Como ya se hablaba del artículo 233, entonces mucho dependía de quien quedara como presidente del Parlamento. Pero un evento, antes de la designación de los nuevos jefes de la Asamblea, irrumpió la atención. Secuestró las miradas. Y un comunicado, distante de todo lo que se pudiera esperar, marcó un hito.
Fuentes cercanas al proceso dicen que la declaración que dio el Grupo de Lima el 4 de enero de este año sorprendió hasta al Gobierno de Estados Unidos. En el comunicado, se lee: “El Grupo de Lima insta a Nicolás Maduro a no asumir la presidencia, que respete las atribuciones de la Asamblea y le transfiera provisionalmente el poder hasta que se realicen nuevas elecciones”.
Ese día, luego de una cumbre realizada en la capital de Perú, catorce países acordaron no reconocer “la legitimidad de un nuevo período presidencial del régimen de Nicolás Maduro que iniciará el 10 de enero de 2019”. Tajante. También transparente. Las potencias de la región, excluyendo a México —que no suscribió el texto—y a Estados Unidos, impusieron un deadline. Y, además, se refirieron abiertamente al proyecto que se había empezado a armar en diciembre: al presidente de la Asamblea Nacional le corresponde asumir las competencias del Ejecutivo.
Para este momento aún no había consenso entre las cuatro facciones políticas de la verdadera oposición. Dividida en dos, una parte se inclinaba más a la idea de un Consejo de Estado conformado por quienes timoneaban las tres principales instituciones legítimas (la Asamblea, el Tribunal y la Fiscalía); y la otra, siempre más radical, y alérgica a cualquier cosa que tuviera que ver con diálogo o elecciones, se mantenía firme en la idea de subordinarse al artículo 233 de la Constitución. Estos dos, junto a los otros padres de la Operación Overlord venezolana, salieron envalentonados con el acuerdo firmado ese 4 de enero en Perú. “Estados Unidos aplaude al Grupo de Lima por ponerse del lado de la democracia en Venezuela y denunciar la próxima juramentación ilegal de Nicolás Maduro. Las elecciones en Venezuela fueron viciadas e injustas”, dijo al respecto el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.
Por otra parte, la declaración del Grupo de Lima generó inquina entre aquellos, presuntos opositores, cuyos intereses se veían amenazados. Desestimaban por completo la idea de un nuevo presidente en el país —y, para argumentar la postura canalla, blandieron que aquello desencadenaría violencia, persecución y más confrontación—.
Reuniones. Muchas. Encuentros, llamadas y presiones. El mundo ya veía, frente a sí, su oportunidad para librarse de Maduro. No iba a dejar que pasara. Y cuánto inquietaba que aún hubiera discordia entre quienes tenían que coincidir para que avanzara la toma del poder en Venezuela.
Como se deseaba, Juan Guaidó fue designado presidente de la Asamblea Nacional. Pese a un acuerdo político al que se llegó en 2015 cuando la oposición se apoderó del Parlamento, existía la angustia con la posibilidad de que partidos desacreditados sabotearan el pacto que daba a Voluntad Popular la presidencia. No ocurrió, afortunadamente. La fuerza política de Leopoldo López logró los votos y llevó a Guaidó al que en ese momento era el espacio más importante en el país.
Como dicen quienes lo trataron durante los preparativos del Día D, Guaidó siempre tuvo la voluntad de asumir los riesgos inherentes al cargo histórico que ahora lo investía. De todos los diputados, parecía la persona adecuada para la responsabilidad. Joven, intachable y enérgico. Con retórica pausada, pero precisa. Elegante, viril, con una familia modélica. Era el hombre adecuado para el momento adecuado. Pero, porque siempre hay un pero, aunque quisiera, aunque tuviera la voluntad y el coraje para enfrentar a la caballería y a todas las fuerzas en combate del enemigo —que además ha mostrado ser implacable y cruel—, Guaidó no se veía con la firmeza para deslastrarse de todos esos cadáveres políticos que, en el paroxismo de la confrontación, podían regresar del camposanto para arrastrarlo y encerrarlo en el averno —esa mazmorra de deshonra y descrédito habitada por todos aquellos que ya habían sido presidentes de la Asamblea Nacional—. Entonces había mucha ansiedad.
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A las 12 de la noche del 10 de enero el diplomático Diego Arria publicó un mensaje en sus redes sociales. “A partir de este momento el presidente de la Asamblea Nacional, el diputado Juan Guaidó, ha pasado a ser el presidente encargado de la República de Venezuela (…) está obligado (…) sé que es una decisión difícil (…) le digo al nuevo presidente que, si se juramenta, estoy dispuesto a prestarle toda la ayuda (…) ¡Felicitaciones!”, dijo Arria. Una afirmación que inmediatamente se viralizó. Fue el primero en adherirle la banda presidencial. Y también el primero en mencionar la urgencia de una juramentación y la idea de nombrar embajadores en los países que reconozcan a Guaidó como presidente.
Pero el nuevo presidente de Venezuela parecía no haberse enterado de que, de su hombro, ahora colgaba una cinta tricolor. Ante la ilegal juramentación de Nicolás Maduro el 10 de enero—de la que no hay nada importante que señalar más allá de haber sido una vergonzosa muestra del abandono del mundo a la Revolución Bolivariana—, Juan Guaidó dio un discurso en la sede de su partido, Voluntad Popular. Fue sonso y mal estructurado. Insinuó, entre tanto que dijo, que no iba a asumir la presidencia de la República. En vez de mencionar lo que le correspondía —que ahora era comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana—, terminó anunciando que ese día no habrá anuncio sino que será el siguiente, cuando haya anuncio.
El peso de la opinión pública se impuso como nunca. Albricias, que ya la sociedad venezolana no es la misma que disfruta alcahuetear imprudencias. Severa e inclemente, salió con todo a hacer la denuncia de que algo malo estaba ocurriendo. En paralelo, pendía como sable de Damocles la advertencia de que, si Guaidó evade lo que le corresponde, la otra institución legítima, el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, estaría dispuesta a designar un Gobierno de transición. Fuentes cercanas a los magistrados aseguraron que todo estaba listo para responder ante la posible decisión de Juan Guaidó de no apegarse al artículo 233 de la Constitución.
“Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia se reunieron con el secretario general de la OEA. Trataron la urgencia de cumplir con el artículo 233 de la Constitución de Venezuela para que no exista vacío de Poder Ejecutivo”, publicó en Twitter, junto a una foto de los magistrados en la oficina de Almagro, la cuenta del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio.
El día fue largo. Muy largo. Desde temprano los comentaristas en televisión decían que parecía que el diputado de la Asamblea Nacional estuviese eludiendo su responsabilidad. A NTN24 el escritor y profesor universitario en Georgetown, Héctor Schamis, le dijo que Guaidó estaba entre pasar al olvido o llenarse de gloria. La decisión la debía tomar él.
Horas antes del discurso de Guaidó del 10 de enero, los diputados discutieron la denominada «Ley del Estatuto que rige la transición». Se impuso esa sobre otra en la que se establecía el reconocimiento al Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, se hablaba de vacío de poder y se acordaba que el presidente de la Asamblea Nacional debía asumir las competencias del Ejecutivo. En la discusión, fueron los principales partidos del Parlamento —el denominado G4, compuesto por Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática— los que terminaron desechando el documento que obligaba a Guaidó asumir la presidencia. Al final la ley no se terminó votando porque imperaba una tensión rígida, inaguantable. Era un documento inaceptable para, por ejemplo, la denominada Fracción del 16 de Julio (compuesta por diputados independientes, de otros partidos; y de las fuerzas políticas Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo; los partidos de María Corina Machado y Antonio Ledezma, respectivamente). Pero ahí estaba la ley. Y el mundo se enteró del peligro que significaba.
A lo largo de la tarde del 10 de enero, quienes estaban al tanto de la discusión sobre la Ley del estatuto de transición, presumieron que, aunque jamás se aprobó, Juan Guaidó se estaba subordinando a él. En consecuencia, empezaron a hacer llamados de atención.
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Las discusiones tomaron horas. Hasta bien entrada la noche en un hotel del este de Caracas, Juan Guaidó estuvo en el centro de la disensión entre los cuatro principales líderes venezolanos detrás del Día D. Y, aunque todos ya habían trazado los planos de la Operación, dos no terminaban de asumir una postura sólida. Mientras, Guaidó arrastraba consigo una pila de mensajes que lo presionaban. Y, uno de ellos, descollaba. Firmado por el secretario general Almagro, se trataba de una carta durísima que ponía al diputado —o presidente— entre la espada y la pared.
Eran varios los argumentos para no meterse de lleno en una aventura peligrosa, colmada de obstáculos, y demasiado desafiante para unos tipos que, cargadas las torretas y las bayonetas, parecían dispuestos a responder, desde sus trincheras, a la invasión caribeña de Normandía. Inquietaba que el mundo democrático no reconociera automáticamente a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Y, por último, que aquella osadía terminara decapitando a la directiva de la Asamblea y dejando a Voluntad Popular fuera del juego institucional. Al final, ese día, se acordó: “Vamos, pero no con todo”.
“Me apego a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución para lograr el cese de la usurpación”, dijo Juan Guaidó en el cabildo abierto del 11 de enero en el este de Caracas. La avenida estaba repleta de gente y, justo cuando el diputado se montó en la tarima, los ciudadanos empezaron a corear: “¡Presidente, presidente! ¡Presidente, presidente!”.
Como se mencionó, ya no es la misma ciudadanía alcahueta que anda por Caracas repartiendo hojas en blanco. El día anterior había sido severa y, ese viernes, se plantó en la calle a exigir.
No todos entendieron bien qué significaron las palabras de Juan Guaidó. Que si asumió o que si no. No había certeza. Los alegres dijeron que sí y los amargados, que no. Pero, a los minutos, apareció lo que muchos llamaron un milagro y lo que provocó el surgimiento de un nuevo movimiento en torno a una simple idea.
“Saludamos la asunción de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, conforme al artículo 233 de la Constitución Política. Tiene nuestro apoyo, el de la comunidad internacional y del pueblo de Venezuela”, escribió en la tarde del 11 de enero el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro.
Y listo. Todos con Almagro. Él lo ha dicho.
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A la espera del Día D
Los partidos de la Mesa de la Unidad, al margen de Voluntad Popular y el ala de Julio Borges en Primero Justicia —es decir, el ala del excandidato presidencial, Capriles—, dieron instrucciones a su militancia: el presidente de la Asamblea Nacional no ha asumido nada, no se le puede llamar presidente del país y ya. Al día siguiente del 11 de enero, los jóvenes desobedecieron. Y en lo que fue una concentración mundial, en cada pequeño cabildo, el grito fue el mismo: Juan Guaidó es presidente.
Ahora lo que quedaba era la juramentación. Ya se había alzado el andamiaje sobre el que se estructuraría finalmente el desembarco. El gran golpe. El Día D. Pero hacía falta una foto. Era urgente y los ciudadanos la pedían. Porque no hay que desmerecer lo que hoy representa María Corina Machado en la lucha contra la tiranía. Valiente, inamovible, a veces demasiado severa. Era quien, en ocasiones anteriores, había sido inclemente con quienes consideraba que se extraviaban de la ruta por la libertad. Y gran parte de los venezolanos quería saber bien qué pensaba sobre Juan Guaidó y el nuevo papel histórico que estaba asumiendo. Querían que expresara, alto, si apoyaba al joven de Voluntad Popular.
“Tenemos que hacer lo que sea necesario para alcanzar la libertad de Venezuela. Cuenta conmigo para avanzar con fuerza en esta ruta, Juan”, escribió Machado en un tuit que publicó en la noche del 12 de enero. La líder opositora agregó la foto en la que se ven ambos, sentados en un sofá, distendidos, conversando. Más de veinte mil likes. Más de trece mil retuits. Al día siguiente en todas las redes y en varios diarios. Se habían alineado los dirigentes más relevantes de la oposición venezolana. La que llevaba una vida y el nuevo fenómeno. Ahora sí. Ahora sí se podía confiar de nuevo. Poco a poco empezaba a renacer la esperanza.
Los cabildos que se celebraron luego fueron muestra de ello. Cada día, en una ciudad distinta, miles de personas se concentraban para honrar al joven más valiente de la política en un país acostumbrado a los desengaños, la timidez y medianía. Aunque no era explícito el discurso, la realidad era que Guaidó estaba retando al régimen como nadie lo había hecho en años. El solo hecho de que los demás —porque él aún no lo hacía— lo empezaran a llamar presidente, consistía en la mayor audacia jamás vista. Y, aunque breve, aguantó por unos minutos la crueldad de la dictadura. El 13 de enero, cuando Guaidó se dirigía a un cabildo, funcionarios de la policía política de Maduro, el SEBIN, lo secuestraron. Luego, fue liberado.
Los días pasaron y se fue engendrando una narrativa a favor del nuevo líder opositor: que el mundo lo apoyaba, que Nicolás Maduro se atrincheraba junto a sus bandidos, que el secuestro del 13 de enero era muestra de la crisis entre los funcionarios y que era inminente. Que ya casi. Que falta poquito. Pero que aún falta algo. Nuevamente, muchos obstinados. Los amargados, pero esos que de alguna forma siempre demostraron tener la razón, pedían que el presidente Guaidó formalizara su nuevo cargo a través de un acto público. La juramentación, eso.
Desde Washington DC ya los halcones empezaban a planear. A vuelo rasante, como buitres sobre cuero, atormentaban a los que, en su führerbunker, insistían en seguir organizando la guerra. Mandando batallones, recogiendo pelotones y distribuyendo soldados. Los Panzerpor acá y me envías unos Henschel para allá. Como si no todo fuera una ilusión. Como si ya la guerra no la hubieran perdido y no existieran esos batallones, esos soldados y esos Panzer.
John Bolton, Mike Pompeo, Mike Pence y Marco Rubio. Sus cuentas de Twitter debieron haber sido insoportables para los americanos que no entendían nada y que por qué estos gringos empezaban a poner tuits en español y Venezuela, Venezuela. Solo Venezuela. Amenazas a los militares, anuncio de nuevas sanciones y apoyo íntegro a Juan Guaidó. Mientras, surgía uno que otro desertor de las Fuerzas Armadas venezolanas. E, inmediatamente, algún funcionario estadounidense salía a darle su espaldarazo. “Apoyamos al grupo de militares que se rebela contra Maduro y se subordina a Guaidó”, escribió Rubio en Twitter sobre unos uniformados que, desde Colombia, manifestaron su desconocimiento a Nicolás Maduro.
El debate sobre la juramentación se intensificó. Cada vez eran más los amargados que, frente a lo que se veía, estimaban la urgencia de que Juan Guaidó asumiera los símbolos del poder. La foto, la mano alzada, las palabras “juro”, “soy presidente”, se volvieron perentorias. Y como no había claridad, aún había algunos que, de forma ruin, lo decían una y otra vez: “Juan Guaidó, presidente-de-la-Asamblea-Nacional-de-Venezuela”, “Juan Guaidó, el-diputado”. Y para no dar espacio a la sospecha, tenía que juramentarse.
Un acuerdo en la Asamblea Nacional revivió las tensiones. Las llevó al paroxismo. En la sesión del martes 15 de enero, la mayoría de los diputados aprobaron que las competencias del Ejecutivo Nacional ahora le correspondían al Parlamento, pleno. Nada de a un individuo. Nada de a Guaidó. Una locura. Inconstitucional, etecé.
Sin sorpresas, se abstuvo la Fracción del 16 de Julio (la señora Machado y el alcalde Ledezma). Algunos no comprendieron su postura y, entonces, reprobaron a los diputados de la Fracción. Quizá, sin entender el peligro de ese acuerdo inconstitucional. Pero algo cambió esa mañana del 15 de enero. Al principio, el acuerdo era diferente. Otro texto, esbozado precisamente para ratificar a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, terminó en la basura.
Ante este boicot, se prendieron las alarmas, no solo de dos líderes venezolanos, sino del mundo. Y, articulados todos los actores, empezaron a presionar. Otros, con mucho mayor poder de fuego, como Estados Unidos, emplazaron —y, de hecho, amenazaron— a aquellos supuestos opositores que tuvieran la intención de sabotear el proceso que ya había comenzado. Nadie iba a impedir la ejecución de la Operación. Nadie. Y quien lo intentara, iba a correr con las consecuencias de ello.
Más presiones. Más reuniones. Mayor participación del mundo. Dicen fuentes que Colombia y Brasil fueron actores principales. En la capital estadounidense, el diplomático Arria y el senador Rubio conversaban ese 15 de enero. Inmediatamente después del encuentro, ante el Congreso, el joven representante de Florida decía que Estados Unidos debía manifestar su reconocimiento a Guaidó como presidente interino de Venezuela. La ruta es la que marca el 233 y punto. Juan Guaidó debe juramentarse.
La inquietud y las tensiones dentro del grupo de los cuatro líderes venezolanos derivaron en la necesidad de robustecer —y blindar— la estrategia. Era hora de establecer límites, intervalos de tiempo y fechas topes. Que nada pase de tal día, que cuidado con que si a alguien se le ocurre desviarse y, mucho cuidado sobre todo, con los enemigos encubiertos. Ah, y que nadie sepa. Que nadie más sepa. Que la joven estrella debe asumir su responsabilidad, pero que todos crean que no lo hará. Se estampó el sello. Y ese fue un momento clave.
Hasta Washington DC llegó la preocupación por la aparente indeterminación, las tensiones y las presiones. Hay que recordar algo: Juan Guaidó se encuentra en el centro de un conflicto de años, peligroso, que involucra a las peores mafias de Venezuela y el mundo. Las presiones y amenazas, indecibles. Entonces, representantes en la Organización de Estados Americanos, decidieron dialogar.
El 16 de enero la representación de Estados Unidos convocó a un encuentro entre otros embajadores y Juan Guaidó, junto a Leopoldo López. Los representantes, en un mismo espacio, dialogaron con estos venezolanos que, a través de una pantalla, explicaron cuál era la ruta. El 233, 333 y 350. Guaidó expuso cómo todo era constitucional. Y dijo, no obstante, que precisaba del apoyo del mundo para avanzar. Y parte del mundo, reunido en esa sala en Washington DC, se lo garantizó.
Estaban los embajadores de Argentina, Brasil, Colombia, Guatemala, Chile, Honduras, Paraguay y Estados Unidos. Este último país le aclaró a Juan Guaidó que, si todo era constitucional, y que si estaba seguro de que esta ruta era la adecuada, que contaba con todo el apoyo. Que siguiera.
Al día siguiente, en Brasil, se celebraron dos históricas reuniones. Por un lado, el presidente, Jair Bolsonaro, estrechó manos con la cabeza del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, Miguel Ángel Martín. Por el otro, representantes de la sociedad civil venezolana se encontraron con el canciller brasileño, Ernesto Araújo. Dijeron los protagonistas que, de ambos encuentros, la conclusión fue: Brasil está dispuestísimo, con todo, a reconocer y darle su respaldo a Juan Guaidó. Pero hace falta el acto. A favor de esta postura jugaron un papel fundamental Julio Borges, Antonio Ledezma, Carlos Blanco y los jóvenes del movimiento Rumbo Libertad.
Las piezas se posicionaban. Los buques habían zarpado. Cargados de soldados, estaban listos para disponerse frente a las playas francesas y liberar la furia de cientos de miles. La fecha era el 23 de enero. Ya la había anunciado Guaidó, en alusión al momento histórico de un viejo derrocamiento.
Para que el mundo se empezara a articular, miles jugaron un papel esencial. Hay que mencionar a Leopoldo López quien, desde su celda, trazó relaciones con destacados líderes mundiales. Fue primordial el rol del alcalde Antonio Ledezma; desde su huída, incansable, inagotable. Con un teléfono que lo marca como pianista tras un Steinway And Sons, María Corina Machado. Diego Arria, con su voz que se oye en el mundo, que se respeta; además, con un prestigio ganado con la experiencia, convenció a todos del peligro de convivir con un narcoestado.
También Asdrúbal Aguiar, con su iniciativa, IDEA, que impulsó a los expresidentes más importantes de Iberoamérica a convertirse en aliados de la causa venezolana. Julio Borges, por el mundo, en una permanente gira. El presidente del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, como una institución legítima que recorre el mundo, habló claro y convenció. Fueron también miles, miles y miles de venezolanos, en el mundo, que jamás reposaron. Activistas obstinados, maestros también de la ingeniería política, que generaron el ruido suficiente para que los países se solidarizaran más con su causa. Los héroes anónimos. Los miles de héroes anónimos. Y Almagro, por supuesto. Don Luis Almagro. El gran padre del proyecto. La punta de lanza en la ofensiva internacional contra la tiranía de Maduro.
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Con la intención de presionar y generar la sensación de que el acto formal de la juramentación era lo mejor que Juan Guaidó podía hacer, importantes líderes mundiales empezaron a manifestar su postura a favor de esta ruta. La voz más destacada que se alzó fue la del presidente de Colombia, Iván Duque. En una entrevista con el medio alemán DW el 21 de enero, dijo: “Lo que estamos esperando todos los países del Grupo de Lima es que ese acto [la investidura de Guaidó como presidente interino] pueda tener un revestimiento de formalidad y la reacción la tenemos que tomar todos al unísono”.
Ya era claro. Faltaban dos días para el Día D. Las facciones, responsables de la Operación Overlord venezolana, ya lo habían pactado. Entre ellas no había nerviosismo. Los cuatro líderes ya tenían la certeza de que Juan Guaidó se iba a juramentar. Aún la estrategia se mantenía hermética, eso sí. El régimen, que había buscado acercarse para estar al tanto de qué iba a hacer el joven de Voluntad Popular, tenía la seguridad de que, al final, no se iba a juramentar. En cambio, de que todo se iba a encauzar hacia un eventual proceso de diálogo —otra vez—. Y lo mismo creía el resto de la oposición, entre comillas. Esa que ordenó que nadie llamara presidente al presidente.
La llamada privada de Mike Pence a Juan Guaidó, durante la noche del 22 de enero, también fue clave. Allí, Pence garantizó a Guaidó que, si asumía plenamente la presidencia de Venezuela, y se juramentaba, Estados Unidos lo reconocería y le brindaría todo el apoyo necesario. Fue el último gran empujón que dio la confianza a Juan Guaidó para desafiar y sorprender, no solo al régimen, sino a la supuesta oposición que controla parte importante del Parlamento. Se acabó la espera del Día D.
El Día D
Cargadas las bayonetas, listos los barcos, las tropas desembarcaron. Empezó la invasión.
“Hoy, 23 de enero”, dijo Juan Guaidó, “en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, ante Dios, Venezuela, en respeto a mis colegas diputados… Juro”, y la gente reventó eufórica, “asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como presidente”, y la gente lloró al escuchar la palabra presidente, “encargado de Venezuela”.
“¿Qué coño está pasando?”, dijeron algunos dirigentes opositores en grupos de WhatsApp, según reseñó The Wall Street Journal. Solo hay que ver los rostros del momento. Luego, en una entrevista a AFP, Henrique Capriles lo confesó: “No teníamos la información. Sorprendió a muchos dirigentes”.
Y así, a espaldas de estos dirigentes y del régimen, el 23 de enero un joven valiente, de Voluntad Popular, amparado por el mundo democrático y sus principales actores, millones de venezolanos en el exterior, millones de venezolanos en Venezuela y cuatro líderes, asumió su responsabilidad. Se convirtió en el mayor torpedo que, en veinte años, se le ha asestado al chavismo. El game changer. El gran hombre. Ese que necesitaba Venezuela y que siempre requiere la historia para torcerla y forjarla.
De la pesada desesperanza, alojada en el alma de cada venezolano, a la convicción, genuina, racional, nada ficticia, de que el fin del chavismo es cuestión de horas.
Orlando Avendaño
Orlando Avendaño es periodista venezolano, egresado de la Universidad Católica Andrés Bello con estudios de historia de Venezuela en la Fundación Rómulo Betancourt. Columnista y redactor del PanAm Post desde Caracas. También es autor del libro «Días de sumisión: cómo el sistema democrático venezolano perdió la batalla contra Fidel». Síguelo @OrlvndoA.
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Panam Post.
Maduro, AMLO, Morales y el Caribe: los grandes perdedores en Montevideo
Escudándose en la “neutralidad” de no aceptar a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela como la mayoría de Latinoamérica, Uruguay y México convocaron a una reunión en Montevideo para el 7 de febrero. La idea era “sentar las bases para establecer un nuevo mecanismo de diálogo que, con la inclusión de todas las fuerzas venezolanas, coadyuve a devolver la estabilidad y la paz en ese país”.
Los anfitriones habrían propuesto “4 Fases para el Diálogo en Venezuela”. El llamado Mecanismo de Montevideo tenía previsto que si el chavismo y la oposición aceptaban dialogar bajo este esquema, se invitarían a la titular de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), Rebeca Grynspan, al excanciller uruguayo Enrique Iglesias y al exsecretario de Relaciones Exteriores mexicano Bernardo Sepúlveda acompañar el proceso.
Maduro estaba feliz, y así lo manifestó a través de Twitter.
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Sin embargo, su alegría duró poco. La reunión terminó tomando otro rumbo, dejando atrás el ya fracasado camino del diálogo.
Juan Guaidó y el gobierno estadounidense rechazaron la propuesta inicial de Montevideo. Incluso el departamento de Estado de EEUU manifestó que el “tiempo para diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro ya pasó”, según reseñó la agencia REUTERS.
La reunión, que terminó siendo liderada por el llamado Grupo de Contacto para Venezuela (promovido por la Unión Europea) y que incluye a los países del Grupo de Lima, dio al trasto con las ilusiones de la dictadura venezolana de encontrar otra bombona de oxígeno ante las presiones internas e internacionales.
Desde el inicio de la reunión, la Alta Representante y Vice Presidente de la UE, Federica Mogherini, diferenció la postura del Grupo de Contacto de la de sus anfitriones.
(Entrar a el enlace para ver los videos)
Sostuvo que el Mecanismo de Montevideo y el del Grupo de Contacto son dos cosas diferentes con composiciones y objetivos diferentes.
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Igualmente, en sus palabras de apertura de la reunión, descartó de entrada una mesa de diálogo como ansiaba Maduro.
“El objetivo de este grupo no es imponer procesos o soluciones a los venezolanos; está claro que la solución a esta crisis debe provenir del pueblo de Venezuela. El objetivo tampoco es establecer una mediación o una negociación directa; pero creemos que una iniciativa internacional es importante para acompañar una salida pacífica y democrática de la actual crisis a través de elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles”, afirmó Mogherini.
En el comunicado final del encuentro en la capital uruguaya, tampoco se dice nada de crear una mesa de diálogo, sino que se destacan dos puntos. Uno, establecer las garantías necesarias para un proceso electoral creíble, en el tiempo más próximo posible; y dos, permitir la urgente entrega de asistencia de acuerdo a los principios humanitarios internacionales. Para implementar ambos objetivos, se enviará a Venezuela una misión.
“Como lo dijimos hace unos días, era previsible que la iniciativa del Grupo Internacional de Contacto terminara asumiendo una postura similar a la del Grupo de Lima: transición y elecciones libres. Esto no se trata de un falso diálogo más, por suerte. Punto a favor”, dijo en un tuit Pedro Urruchurtu, politólogo venezolano y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Por su parte, el internacionalista Mariano de Alba pidió más claridad en uno de los dos puntos esbozados el jueves por el Grupo de Contacto.
“Si el objetivo es impulsar elecciones libres, hay que partir de la base que el régimen de Maduro se negó a cumplir esa obligación en 2018 y no ha manifestado voluntad concreta de solucionar, obviando además el ultimátum. Hay entonces que aumentar presión diplomática y económica”, manifestó en un tuit.
No obstante, lo interesante es que Uruguay se desmarcó de México y adhirió al comunicado final del Grupo de Contacto, que tampoco firmaron ni Bolivia, ni los países del Caribe (Caricom) a pesar de haber asistido al encuentro.
“Un cambio interesante de postura provino del propio Uruguay (sin confiarnos). Después de buscar insistentemente iniciativa exclusiva de diálogo, junto a México, terminó respaldando la posición europea de búsqueda de mecanismos que faciliten la transición y elecciones libres”, dijo Urruchurtu.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, manifestó este viernes su frustración ante el resultado del encuentro.
“Hay una polarización sobre este tema y hay muchos argumentos. Y nosotros lo que queremos es el diálogo. (Este fue) el planteamiento en Uruguay”, indicó AMLO en su rueda de prensa matutina desde Palacio Nacional, según EFE.
Mientras, el propio Maduro no tuvo otra opción que aceptar a regañadientes lo que sucedió este jueves en Montevideo. Este viernes aseguró estar dispuesto a reunirse con enviados del grupo de contacto, a pesar que lo calificó de parcializado e ideologizado.
“Bienvenido el grupo de contacto de la UE, aunque les digo desde ya que estoy totalmente en desacuerdo con la parcialización e ideologización en que han caído producto del extremismo con que ven a Venezuela”, subrayó el gobernante.
Sin embargo, ya el mundo conoce bien al régimen dictatorial venezolano y será muy difícil que vuelva a engañar a la comunidad internacional con sus trucos para seguir alargando su estadía en el poder en Venezuela, la destrucción del país, y, como dijo Mogherini, el riesgo de desestabilizar aún más a toda la región.
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La propuesta de reactivar una mesa de diálogo por Uruguay y México, países que aún reconocen al dictador venezolano, se vio frustrada por la participación del Grupo de Contacto para Venezuela promovido por la UE.
Por Josefina Blanco Actualizado Feb 8, 2019El objetivo del régimen de Maduro de conseguir un poco de oxigeno con una nueva “mesa de dialogo” a través de los aliados de Maduro, México y Uruguay, se vieron frustradas en Montevideo. EFE/Alejandro Prieto
Escudándose en la “neutralidad” de no aceptar a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela como la mayoría de Latinoamérica, Uruguay y México convocaron a una reunión en Montevideo para el 7 de febrero. La idea era “sentar las bases para establecer un nuevo mecanismo de diálogo que, con la inclusión de todas las fuerzas venezolanas, coadyuve a devolver la estabilidad y la paz en ese país”.
Los anfitriones habrían propuesto “4 Fases para el Diálogo en Venezuela”. El llamado Mecanismo de Montevideo tenía previsto que si el chavismo y la oposición aceptaban dialogar bajo este esquema, se invitarían a la titular de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), Rebeca Grynspan, al excanciller uruguayo Enrique Iglesias y al exsecretario de Relaciones Exteriores mexicano Bernardo Sepúlveda acompañar el proceso.
Maduro estaba feliz, y así lo manifestó a través de Twitter.
[ltr][/ltr]
Nicolás Maduro
@NicolasMaduro
[ltr]Saludo la reunión que sostuvieron los 14 países del CARICOM, México, Bolivia y Uruguay, en Montevideo. Suscribimos su propuesta de 4 Fases para el Diálogo en Venezuela. Estamos listos para participar en una agenda abierta de entendimiento por la Paz.[/ltr]
3.055
9:12 - 7 feb. 2019
Sin embargo, su alegría duró poco. La reunión terminó tomando otro rumbo, dejando atrás el ya fracasado camino del diálogo.
Juan Guaidó y el gobierno estadounidense rechazaron la propuesta inicial de Montevideo. Incluso el departamento de Estado de EEUU manifestó que el “tiempo para diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro ya pasó”, según reseñó la agencia REUTERS.
La reunión, que terminó siendo liderada por el llamado Grupo de Contacto para Venezuela (promovido por la Unión Europea) y que incluye a los países del Grupo de Lima, dio al trasto con las ilusiones de la dictadura venezolana de encontrar otra bombona de oxígeno ante las presiones internas e internacionales.
Desde el inicio de la reunión, la Alta Representante y Vice Presidente de la UE, Federica Mogherini, diferenció la postura del Grupo de Contacto de la de sus anfitriones.
(Entrar a el enlace para ver los videos)
European External Action Service - EEAS
@eu_eeas
· 7 feb. 2019
En respuesta a @eu_eeas
[ltr][Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] "We have mobilised so far in 2018 and beginning of this year almost €60 million euros in support of Venezuelan people both inside the country and in the neighbouring countries that are also hosting so many Venezuelans" @FedericaMog[/ltr]
(Entrar a el enlace para ver los videos)
European External Action Service - EEAS
@eu_eeas
[ltr][Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] "The mechanism of Montevideo that Mexico, Uruguay & CARICOM have launched & presented yesterday & the International Contact Group that we have initiated today here in Uruguay are 2 different things with 2 different compositions & 2 different objectives" @FedericaMog pic.twitter.com/Np2VFXs0UE[/ltr]
(Entrar a el enlace para ver los videos)
80
16:58 - 7 feb. 2019
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Sostuvo que el Mecanismo de Montevideo y el del Grupo de Contacto son dos cosas diferentes con composiciones y objetivos diferentes.
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“El objetivo de este grupo no es imponer procesos o soluciones a los venezolanos; está claro que la solución a esta crisis debe provenir del pueblo de Venezuela. El objetivo tampoco es establecer una mediación o una negociación directa; pero creemos que una iniciativa internacional es importante para acompañar una salida pacífica y democrática de la actual crisis a través de elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles”, afirmó Mogherini.
En el comunicado final del encuentro en la capital uruguaya, tampoco se dice nada de crear una mesa de diálogo, sino que se destacan dos puntos. Uno, establecer las garantías necesarias para un proceso electoral creíble, en el tiempo más próximo posible; y dos, permitir la urgente entrega de asistencia de acuerdo a los principios humanitarios internacionales. Para implementar ambos objetivos, se enviará a Venezuela una misión.
“Como lo dijimos hace unos días, era previsible que la iniciativa del Grupo Internacional de Contacto terminara asumiendo una postura similar a la del Grupo de Lima: transición y elecciones libres. Esto no se trata de un falso diálogo más, por suerte. Punto a favor”, dijo en un tuit Pedro Urruchurtu, politólogo venezolano y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Por su parte, el internacionalista Mariano de Alba pidió más claridad en uno de los dos puntos esbozados el jueves por el Grupo de Contacto.
“Si el objetivo es impulsar elecciones libres, hay que partir de la base que el régimen de Maduro se negó a cumplir esa obligación en 2018 y no ha manifestado voluntad concreta de solucionar, obviando además el ultimátum. Hay entonces que aumentar presión diplomática y económica”, manifestó en un tuit.
No obstante, lo interesante es que Uruguay se desmarcó de México y adhirió al comunicado final del Grupo de Contacto, que tampoco firmaron ni Bolivia, ni los países del Caribe (Caricom) a pesar de haber asistido al encuentro.
“Un cambio interesante de postura provino del propio Uruguay (sin confiarnos). Después de buscar insistentemente iniciativa exclusiva de diálogo, junto a México, terminó respaldando la posición europea de búsqueda de mecanismos que faciliten la transición y elecciones libres”, dijo Urruchurtu.
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Mientras, el propio Maduro no tuvo otra opción que aceptar a regañadientes lo que sucedió este jueves en Montevideo. Este viernes aseguró estar dispuesto a reunirse con enviados del grupo de contacto, a pesar que lo calificó de parcializado e ideologizado.
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Sin embargo, ya el mundo conoce bien al régimen dictatorial venezolano y será muy difícil que vuelva a engañar a la comunidad internacional con sus trucos para seguir alargando su estadía en el poder en Venezuela, la destrucción del país, y, como dijo Mogherini, el riesgo de desestabilizar aún más a toda la región.
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marinawais- Reportero total
Diario Las Américas.
Maduro "a punto de caramelo"
10 de febrero de 2019 - 08:02 - Por PEDRO MENA
La presencia masiva de venezolanos en las calles y avenidas de todo el país, protestando públicamente contra su narco dictadura y respaldando con "bríos" al joven presidente Guaidó y a la legítima Asamblea Nacional, es una realidad inobjetable que revela que este "gobiernito" esté caído en todas sus fases y agoniza en su etapa final y terminal
10 de febrero de 2019 - 08:02 - Por PEDRO MENA
La presencia masiva de venezolanos en las calles y avenidas de todo el país, protestando públicamente contra su narco dictadura y respaldando con "bríos" al joven presidente Guaidó y a la legítima Asamblea Nacional, es una realidad inobjetable que revela que este "gobiernito" esté caído en todas sus fases y agoniza en su etapa final y terminal
¡A punto de caramelo! Otra expresión popular de Venezuela, que revela el trance final de una determinada situación particular o colectiva, pero que es un reflejo de la sapiencia del pueblo, para darle ese sentido humorístico y sarcástico al hecho.
Hoy con todas las razones del mundo le damos vigencia a la sabiduría popular. No es un secreto para nadie, excepto al propio usurpador Maduro que vive en otro planeta, que la presencia masiva de venezolanos en las calles y avenidas de todo el país, protestando públicamente contra su narco dictadura y respaldando con “bríos” al joven presidente Guaidó y a la legítima Asamblea Nacional, es una realidad inobjetable que revela que este “gobiernito” esté caído en todas sus fases y agoniza en su etapa final y terminal. Estas multitudinarias demostraciones son el mayor ejemplo de la pérdida y respaldo popular de la neo dictadura castro comunista.
Esta semana que finaliza cargada de acontecimientos históricos para la lucha común de los venezolanos, ha sido determinante y crucial en el cumplimiento de las fases graduales de una sólida e inteligente estrategia político militar opositora.
Los cambios notables del discurso del dictador van desde una inusitada agresividad inicial a culminar pidiendo clemencia a sus opositores, sus expresiones han ido en detrimento de sus propias afirmaciones “guerreristas contra el imperialismo yanqui”, a culminar solicitando su disposición anímica a dialogar o llegar a cualquier negociación con la oposición, por supuesto gritos al vacío, que nadie toma en cuenta, por la pérdida total de su ausencia nacional, por saber que ello representa un nuevo engaño para maniobrar y ganar tiempo tratando de evitar su salida final.
Las argumentaciones de países como México, Uruguay, Bolivia y un representante de la Comunidad Económica Europea, convocada para busca una salida dentro del marco del Grupo de Contacto, culminaron estableciendo un llamado urgente a elecciones generales y a permitir la entrada inmediata de la ayuda humanitaria, cuyo principal centro de abastecimiento está en la frontera, en la ciudad de Cúcuta, Colombia, quienes ya ha recibido numerosos envíos aéreos desde Estados Unidos y de otros países amigos, para avanzar hacia su entrega en las poblaciones ubicadas dentro del territorio del estado Táchira y de otros cercanos al occidente del país.
Otro hecho sin precedente es la intervención del presidente Donald Trump, en su Discurso del Estado de la Unión, evento anual ante el Congreso y órganos del poder democrático, donde por vez primera Venezuela y su crisis es destacada con amplitud, señalando el Presidente que Maduro es un dictador miserable y expresando su reconocimiento al diputado Juan Guaidó como presidente interino y legítimo de nuestro país. Algo inédito, por lo cual debemos sentirnos muy orgullosos los compatriotas de este merecido y solidario respaldo institucional de la administración Trump a la lucha con rescatar la democracia y la libertad en Venezuela.
Sobre las acciones pendientes a ejecutar en el transcurso de los próximos días, el Presidente Guaidó, convoco a los jóvenes el día 12 de febrero, a conmemorar en las calles el Día de la Juventud, en homenaje a nuestros mártires, estudiantes asesinados por la dictadura, mientras continúa desarrollándose el plan de ingreso de ayuda humanitaria, para lo cual existen muchas expectativas y a la vez especulaciones mediáticas a la cuales debemos denunciar en su momento oportuno, por la acción de contrainteligencia que desarrolla el temible G2 cubano y sus acólitos diseminados en varios países. ¡Ojo avizor!
Varias organizaciones de jóvenes y de actividades comunitarias en Miami han convocado diversos actos de solidaridad en la misma fecha, para lo cual invitamos a nuestros compatriotas hacer acto de presencia.
Sobre el futuro del usurpador y su cruel y nefasta dictadura, podemos especular con sentido analítico, que ninguna de las posibles conclusiones le son favorables en este momento, cada día que pasa sin renunciar, se le acorta la posibilidad de negociar su salida final, en detrimento de su propia existencia.
Sus mayores tres errores políticos estratégicos, en mi opinión fue, primero, subestimar la capacidad, talento y experiencia de los líderes opositores de todos los partidos políticos, y sociedad civil, quienes hoy están totalmente unidos contra su narco dictadura, rescatando la presencia masiva del todo el pueblo en las calles y prevaleciendo el liderazgo colectivo de la Asamblea Nacional legítima y su nuevo líder el Diputado Guaidó, presidente interino del país.
Segundo, haber declarado la guerra al “imperialismo norteamericano” haciendo chistes malos y burlándose de sus autoridades y presidente, este último que tiene como virtud la de cumplir con lo prometido, cuestión fatal para Maduro y, finalmente, oponerse y prohibir la entrada de la ayuda humanitaria, medicinas y alimentos, para el pueblo venezolano, mientras en un acto de irresponsabilidad y de falso exhibicionismo entrega una cuota de su “ayuda humanitaria” a la dictadura castro comunista de Cuba.
El epílogo será muy triste para su ocaso político como el dictador más odiado y el peor presidente en América Latina, en las últimas décadas. Nuestro amigo el senador Marco Rubio, en declaraciones públicas, como líder reconocido de este proceso de solidaridad con Venezuela y la derrota de la narco dictadura, ha expresado: “Maduro, no hay negociación alguna, la única es tu renuncia. Sales por las buenas o por las malas. Tú decides” ¡Más claro no canta un gallo!
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Panam Post.
Venezuela: las opciones de política cambiaria
El “Plan País” de la Asamblea Nacional es claro en varios aspectos de materia económica. “La hoja de ruta contempla subsidios a sectores específicos, el anclaje del bolívar con respecto al dólar y la inversión privada en los servicios públicos, entre otras cosas”, reza el mencionado documento. Pero, concretamente ¿qué significa anclaje cambiario? Como tantas otras cosas, depende del cristal con que se le mire, porque hasta Maduro habló de anclaje cuando fijó la tasa de cambio en 60 bolívares el pasado agosto, para que en solo seis meses llegara a los 3,297 bolívares al que está hoy. ¡Vaya anclaje!, se podría decir.
Dejando a un lado ideas fantasiosas como anclarlo a un instrumento fantasioso como el petro, hay varias formas de anclar la moneda local para que no pierda valor y no pulverice los ahorros de los venezolanos.
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Homogeneidad Ideológica En Los Medios: La Resistencia
Feb 9, 2019
La primera, y la preferida por la mayoría de los economistas venezolanos es un esquema de flotación libre con bandas (superior e inferior). Al llegar cerca de esas bandas, el Banco Central interviene comprando o vendiendo la moneda local según el caso. En economías estables con inflaciones inferiores al 5% como las de nuestros vecinos y con un banco central totalmente independiente de las presiones políticas, este sistema funciona muy bien por la flexibilidad que da ante shocks externos e internos. En situaciones extremas como la que vivimos, sin embargo, su capacidad para eliminar la hiperinflación de manera inmediata es limitada. Quienes lo recomiendan hablan de un período de más de uno o dos años para llegar a inflaciones de 5%.
Del otro lado de espectro está la dolarización, como la que hizo Ecuador. Así, se frenará la hiperinflación de raíz y de manera inmediata, y termina teniendo apoyos populares de hasta 95% que hace políticamente difícil revertirla. Quienes adversan esta solución, advierten que cuando la economía crezca, algunos sectores pueden perder competitividad internacional. Equiparan la dolarización con un carro sin amortiguadores ante shocks externos, lo cual puede ser cierto en el largo plazo. Pero como dicen algunos, ojalá nosotros llegáramos algún día a tener ese problema.
Un mecanismo intermedio es la caja de conversión o junta monetaria, aplicada con éxito por muchos países de Europa Oriental a la caída del comunismo, y en Argentina en 1990. En este sistema, el banco central renuncia a su potestad de emitir bolívares, y los que entran en circulación son iguales a las reservas de la moneda de conversión. Esa moneda puede ser el dólar, el euro o el yen. Estamos como estamos en el área del dólar en términos de intercambio, entre otras cosas, porque las transacciones petroleras son en esa moneda, que debería ser la nuestra. Al igual que la dolarización, la caja de conversión corta la hiperinflación de raíz, y en menos de un mes baja alrededor de un 2% anual; es decir, una estabilidad absoluta que contribuye a recomponer el equilibrio de los precios relativos, y de paso a aumentar el caudal político del gobierno que la aplique. Por otra parte, en el mediano plazo la caja de conversión permite la migración a un sistema de bandas cuando la economía, y la madurez institucional del país estén listos para ello.
Tal vez la mejor opción sea una caja de conversión de inmediato, dejando abierta la posibilidad que la misma evolucione hacia una flotación con sistema de bandas, pero una vez que haya habido, por lo menos, dos años ininterrumpidos de inflaciones entre 2 y 3% anual, y el riesgo país haya descendido a 150 puntos básicos. Hacer cualquier cambio antes de eso es arriesgar volver a las de devaluaciones e inflaciones que nos ha acompañado por décadas y nos trajeron hasta esta pesadilla hiperinflacionaria que ha desgarrado a la nación.
Aurelio Concheso
Aurelio F. Concheso es venezolano, ingeniero mecánico graduado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), empresario y moderador del programa radial de economía “La Otra Vía".
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Si bien los ojos del mundo están colocados en la crisis política, social y humanitaria de Venezuela, los economistas especulan (y difieren) sobre qué hacer una vez que lo peor haya pasado.
Por Aurelio Concheso El Feb 10, 2019¿Es la dolarización la mejor opción de Venezuela?
(Foto: Flickr)
(Foto: Flickr)
El “Plan País” de la Asamblea Nacional es claro en varios aspectos de materia económica. “La hoja de ruta contempla subsidios a sectores específicos, el anclaje del bolívar con respecto al dólar y la inversión privada en los servicios públicos, entre otras cosas”, reza el mencionado documento. Pero, concretamente ¿qué significa anclaje cambiario? Como tantas otras cosas, depende del cristal con que se le mire, porque hasta Maduro habló de anclaje cuando fijó la tasa de cambio en 60 bolívares el pasado agosto, para que en solo seis meses llegara a los 3,297 bolívares al que está hoy. ¡Vaya anclaje!, se podría decir.
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Del otro lado de espectro está la dolarización, como la que hizo Ecuador. Así, se frenará la hiperinflación de raíz y de manera inmediata, y termina teniendo apoyos populares de hasta 95% que hace políticamente difícil revertirla. Quienes adversan esta solución, advierten que cuando la economía crezca, algunos sectores pueden perder competitividad internacional. Equiparan la dolarización con un carro sin amortiguadores ante shocks externos, lo cual puede ser cierto en el largo plazo. Pero como dicen algunos, ojalá nosotros llegáramos algún día a tener ese problema.
Un mecanismo intermedio es la caja de conversión o junta monetaria, aplicada con éxito por muchos países de Europa Oriental a la caída del comunismo, y en Argentina en 1990. En este sistema, el banco central renuncia a su potestad de emitir bolívares, y los que entran en circulación son iguales a las reservas de la moneda de conversión. Esa moneda puede ser el dólar, el euro o el yen. Estamos como estamos en el área del dólar en términos de intercambio, entre otras cosas, porque las transacciones petroleras son en esa moneda, que debería ser la nuestra. Al igual que la dolarización, la caja de conversión corta la hiperinflación de raíz, y en menos de un mes baja alrededor de un 2% anual; es decir, una estabilidad absoluta que contribuye a recomponer el equilibrio de los precios relativos, y de paso a aumentar el caudal político del gobierno que la aplique. Por otra parte, en el mediano plazo la caja de conversión permite la migración a un sistema de bandas cuando la economía, y la madurez institucional del país estén listos para ello.
Tal vez la mejor opción sea una caja de conversión de inmediato, dejando abierta la posibilidad que la misma evolucione hacia una flotación con sistema de bandas, pero una vez que haya habido, por lo menos, dos años ininterrumpidos de inflaciones entre 2 y 3% anual, y el riesgo país haya descendido a 150 puntos básicos. Hacer cualquier cambio antes de eso es arriesgar volver a las de devaluaciones e inflaciones que nos ha acompañado por décadas y nos trajeron hasta esta pesadilla hiperinflacionaria que ha desgarrado a la nación.
Aurelio Concheso
Aurelio F. Concheso es venezolano, ingeniero mecánico graduado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), empresario y moderador del programa radial de economía “La Otra Vía".
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Cruz Roja Venezolana dispuesta a distribuir ayuda humanitaria cuando llegue al país
09 de febrero de 2019 - 16:02 - Por ELKIS BEJARANO DELGADO
Mario Villarroel, presidente de la Sociedad Venezolana de la Cruz Roja, afirmó que la organización está en la línea de brindar el mayor apoyo a la distribución, "es nuestro deber y además lo hacemos con todo el amor, como venezolanos"
09 de febrero de 2019 - 16:02 - Por ELKIS BEJARANO DELGADO
Mario Villarroel, presidente de la Sociedad Venezolana de la Cruz Roja, afirmó que la organización está en la línea de brindar el mayor apoyo a la distribución, "es nuestro deber y además lo hacemos con todo el amor, como venezolanos"
Mario Villarroel, presidente de la Sociedad Venezolana de la Cruz Roja.
El Nacional/TV VenezuelaMIAMI.- El presidente de la Sociedad Venezolana de la Cruz Roja, Mario Villarroel, aseguró que la organización está dispuesta a apoyar y a contribuir con la distribución de la ayuda humanitaria, una vez que ésta se encuentre en el país; pero indicó que apegados a sus principios fundamentales de neutralidad, imparcialidad e independencia no pueden participar en el ingreso de la misma, ya que ha sido un tema que se ha politizado.
"Hemos sido muy claros y muy contundentes, que una vez que la ayuda humanitaria se encuentre en Venezuela, y seamos llamados a ayudar, a apoyar, a contribuir en su distribución lo haremos con toda nuestra fuerza, con nuestros mejores oficios. Es nuestro deber y es nuestro deseo ayudar y apoyar a los más vulnerables en el país".
En entrevista exclusiva con DIARIO LAS AMÉRICAS, Villarroel aseguró que ha habido una confusión, cuando se conoció que la Cruz Roja no iba a participar en el ingreso de la ayuda. "Eso lo decimos sencillamente porque el ingreso de la ayuda es un tema que podría estar politizado, y ahí se escapa a nuestras funciones. No se puede olvidar que nosotros trabajamos con unos principios fundamentales que en este caso de manera concreta, son los de imparcialidad, de neutralidad e independencia. Debe quedar claro que la Cruz Roja Venezolana está en la línea de brindar el mayor apoyo a la distribución. Eso es nuestro deber y además lo hacemos con todo el amor, como venezolanos que somos".
Recalcó que este viernes el presidente de la Cruz Roja Internacional Francesco Rocca ofreció una rueda de prensa en ese mismo sentido. "Nosotros no tenemos nada que ver con cuestiones políticas. No tenemos nada que ver con temas políticos fuera de las fronteras patrias. Nosotros, una vez que esa ayuda humanitaria pase al país y seamos llamados, vamos a trabajar en la medida de nuestras capacidades para cooperar, para ayudar a que las personas más necesitadas, más vulnerables reciban esa ayuda. En modo alguno, nunca se ha dado entender que la Cruz Roja va a estar alejada de su deber que es ayudar a los más necesitados".
Indicó que aún se desconoce cómo se hará esa distribución, porque dependerá de las condiciones de ingreso de la ayuda al país. "Las condiciones del ingreso de la ayuda al país es lo que nos va a permitir involucrarnos en la distribución de la misma. Una vez que ingrese aquí, tendremos gente especializada en la distribución, y también contaremos con el apoyo de la Federación Internacional".
Recalcó que exhortan a la población venezolana a que entienda la posición institucional que debe mantener la Cruz Roja. "No estamos esperando participar en modo alguno apoyando a uno u otro grupo, eso no está estipulado. Luego que llegue la ayuda humanitaria, inmediatamente nosotros comenzamos a trabajar para su distribución. Pedimos que se nos entienda que no vamos a trabajar del lado de ningún grupo, de ningún sector. Somos totalmente independientes en nuestros planes, bajo los criterios de neutralidad y de imparcialidad. Tiene que quedar claro. Realmente se han creado algunas confusiones. Nosotros no estamos vinculados con ningún partido político. A ninguna situación económica, política y social, ni credo religioso, ni raza. Somos personas que trabajamos sin discriminación de ningún tipo, y somos una institución que goza de la mayor credibilidad desde el punto de vista humanitario", recalcó.
Al ser consultado sobre si la ayuda humanitaria ayudaría a la situación hospitalaria en Venezuela, Villarroel aseguró que desde el año pasado han trabajado en establecer planes de contingencia para los 8 hospitales y 33 ambulatorios que tienen en todo el país, y también para otros hospitales de distintos estados de Venezuela. "Hay una carencia de medicamentos y de equipos médicos. Nuestros hospitales y todos los hospitales del país se irán dotando en la medida de las posibilidades, pero hay una carencia en medicamentos. En ese sentido, desde marzo del año pasado, la Cruz Roja venezolana había estado en contacto pidiendo autorización para el ingreso de esos medicamentos y equipos médicos. Seguimos aquí trabajando en nuestros hospitales con las deficiencias naturales de la situación que vivimos, pero vamos a seguir trabajando activamente, que además es nuestro deber".
Por otra parte negó que funcionarios de la Cruz Roja venezolana se encuentren en la ciudad colombiana de Cúcuta, donde está la ayuda humanitaria. Villarroel aseguró en una rueda de prensa en días recientes que cuenta con la red de voluntarios más poderosa de Venezuela por lo que tienen la capacidad para distribuir alimentos y medicinas en los sectores más vulnerables, y que una vez que la Cruz Roja conozca en qué consiste esta ayuda, podrá determinar el uso más eficaz en medio de la severa crisis económica nacional.
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Panam Post.
Interesante, muy interesante.
Homogeneidad ideológica en los medios: la resistencia
Nunca tuvimos tanto acceso a la información. A un click de distancia, a un antojadizo movimiento controlado (asumido, naturalizado) de nuestro dedo índice, podemos encontrar hondos (o superficiales) análisis de las realidades más complejas, columnas de opinión, periodismo de investigación, páginas de divulgación científica, tutoriales, bibliotecas enteras o incluso cursos en línea de las universidades más prestigiosas. Nunca estuvimos, no obstante, tan expuestos a la desinformación.
Viví la campaña (y posterior victoria) de Jair Bolsonaro en Europa. Resultaba llamativo ver cómo los medios tradicionalmente cercanos a la izquierda y aquellos simpatizantes de la derecha usaban los mismos adjetivos (y casi en el mismo orden) para referirse al hoy presidente de Brasil.
Bolsonaro, se podría argumentar, es objetivamente polémico. Algo similar sucede con Donald Trump, que también sobrevivió (al menos desde un punto de vista político) a un bloque mediático que operó sistemáticamente en su contra.
A título personal, no elegiría ni al brasileño ni al norteamericano para integrar mi círculo más íntimo. Subrayo, sin embargo, dos cosas. Una, que en términos de política interna, ambos gobernantes están haciendo un buen trabajo. Estados Unidos presenta los niveles de desempleo más bajos de su historia reciente. Por su parte, Bolsonaro colocó a Brasil en la cima de los mercados emergentes y es hoy un favorito de Wall Street. Pero sobre todo – y he aquí lo realmente relevante – yo le advertí al lector hace cuatro oraciones que hablo a título personal.
La homogeneidad ideológica de la prensa internacional (los grandes medios que representan eso comúnmente denominado “corriente principal” o “mainstream”, en inglés) es una amenaza para el periodismo y, en última instancia, para la libertad. Este machaque continuo, este sesgo malicioso no hace más que entorpecer cualquier intento de reflejar y transmitir la verdad (que es, dicho sea de paso, el único objetivo de los medios).
En la época de las redes sociales, en la que la información llega al público a una velocidad que era inimaginable hace solo una década, la prensa no ha encontrado aún su rol, no lo ha logrado reformatear. Incontables medios, ante la imposibilidad de dar las noticias de última hora, han optado por decirle a la gente qué pensar al respecto. La prédica le ganó la pulseada a la información.
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Es así que los artículos 233 y 333 de la Constitución venezolana fueron rara vez citados en los periódicos suizos, pero lo que sí se reprodujo hasta el hartazgo es el adjetivo “autoproclamado”. El señor Müller, por lo tanto, habla de “golpe de estado” y delirios de ese talante. Cuando todos los medios utilizan una y otra vez el mismo vocablo, el señor Müller termina por convencerse. “No todos pueden estar equivocados”, conjetura.
La cuestión es, entonces, intentar deshilvanar por qué los distintos medios de prensa actúan de forma tan homogénea. Hay quienes, mientras se colocan sombreros de aluminio, señalan a los Illuminati o a los masones (por no nombrar a las hordas antisemitas que hacen bullying a su propio intelecto). La explicación es, no obstante, bastante más sencilla y vergonzosa. Los medios de prensa obran en bloque porque los individuos detrás de las noticias han perdido su capacidad crítica.
Esto no afecta, por supuesto, solamente a los periodistas. Hay una generación entera, hija del victimismo y la sensibilidad exacerbada, que tiró por la ventana toda apelación a la razón. No es casualidad que el creciente movimiento anti-vacunas haya sido nombrado, en pleno siglo XXI, una de las amenazas más importantes para la humanidad por la Organización Mundial de la Salud.
Hoy los medios nos incitan a sentir, de preferencia miedo u ofensa. Y esta profusión de emociones deriva en la desinformación o el sesgo.
Un ejemplo de ello es la actual relación Estados Unidos – Venezuela. Como los medios masivos se encargaron de alimentar un profundo rechazo hacia Trump (que, convengamos, no es la tarea más ardua con la que uno se va a topar en la vida), por extensión, hay quienes se oponen a Guaidó, simplemente porque este último aceptó el apoyo y ayuda humanitaria del primero. Hay personas que preferirían dejar a miles de venezolanos morir por falta de medicamentos y alimentos a darle, en este particular y delicado contexto, la diestra a Trump. Todo esto, por supuesto, camuflado en discursos de “neutralidad” o no violencia. Este fenómeno se vuelve incluso más irónico cuando estos mismos “pacifistas” de hoy defienden con uñas y dientes, o al menos justifican, las acciones de los bolcheviques o del Che Guevara.
El fanatismo es una de las tantas consecuencias nefastas de la ignorancia. En contraste, el buen periodismo ha estado siempre del lado de la democracia y de la libertad, lejos de los jacobinos y del statu quode turno (que hoy, a no confundirse, es el victimismo).
Resistir la homogeneidad ideológica depende, una vez más, de usted, lector. Es únicamente mediante (mucha) lectura que podremos no solo recuperar la capacidad crítica perdida sino además formar una nueva generación de periodistas y analistas que no sientan la necesidad de plasmar sus emociones cada vez que cierran un párrafo. Cuestione. Si no está de acuerdo con lo que afirma un artículo de The New York Times, por mencionar un medio masivo de peso, no crea que no está en condiciones de refutarlo solo porque usted no tiene las mismas credenciales académicas que el autor. No caiga en la falacia de autoridad. Recuerde: nunca tuvimos tanto acceso a la información. Lo demás, son modas (a evitar).
Priscila Guinovart
Priscila Guinovart es docente y escritora uruguaya. Ha colaborado con distintos medios de América Latina, EE.UU. y Europa. Vivió en Londres, donde escribió su libro "La cabeza de Dios". Síguela: @PrisUY.
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Homogeneidad ideológica en los medios: la resistencia
Nunca tuvimos tanto acceso a la información, y sin embargo, pareciéramos estar cada día más desinformados. ¿Qué hay detrás de esta homogeneidad de los medios que nos impide ver más allá?
Por Priscila Guinovart El Feb 9, 2019La homogeneidad ideológica es una amenaza a la libertad y al periodismo.
(Foto: Flickr)
(Foto: Flickr)
Nunca tuvimos tanto acceso a la información. A un click de distancia, a un antojadizo movimiento controlado (asumido, naturalizado) de nuestro dedo índice, podemos encontrar hondos (o superficiales) análisis de las realidades más complejas, columnas de opinión, periodismo de investigación, páginas de divulgación científica, tutoriales, bibliotecas enteras o incluso cursos en línea de las universidades más prestigiosas. Nunca estuvimos, no obstante, tan expuestos a la desinformación.
Viví la campaña (y posterior victoria) de Jair Bolsonaro en Europa. Resultaba llamativo ver cómo los medios tradicionalmente cercanos a la izquierda y aquellos simpatizantes de la derecha usaban los mismos adjetivos (y casi en el mismo orden) para referirse al hoy presidente de Brasil.
Bolsonaro, se podría argumentar, es objetivamente polémico. Algo similar sucede con Donald Trump, que también sobrevivió (al menos desde un punto de vista político) a un bloque mediático que operó sistemáticamente en su contra.
A título personal, no elegiría ni al brasileño ni al norteamericano para integrar mi círculo más íntimo. Subrayo, sin embargo, dos cosas. Una, que en términos de política interna, ambos gobernantes están haciendo un buen trabajo. Estados Unidos presenta los niveles de desempleo más bajos de su historia reciente. Por su parte, Bolsonaro colocó a Brasil en la cima de los mercados emergentes y es hoy un favorito de Wall Street. Pero sobre todo – y he aquí lo realmente relevante – yo le advertí al lector hace cuatro oraciones que hablo a título personal.
La homogeneidad ideológica de la prensa internacional (los grandes medios que representan eso comúnmente denominado “corriente principal” o “mainstream”, en inglés) es una amenaza para el periodismo y, en última instancia, para la libertad. Este machaque continuo, este sesgo malicioso no hace más que entorpecer cualquier intento de reflejar y transmitir la verdad (que es, dicho sea de paso, el único objetivo de los medios).
En la época de las redes sociales, en la que la información llega al público a una velocidad que era inimaginable hace solo una década, la prensa no ha encontrado aún su rol, no lo ha logrado reformatear. Incontables medios, ante la imposibilidad de dar las noticias de última hora, han optado por decirle a la gente qué pensar al respecto. La prédica le ganó la pulseada a la información.
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Es así que los artículos 233 y 333 de la Constitución venezolana fueron rara vez citados en los periódicos suizos, pero lo que sí se reprodujo hasta el hartazgo es el adjetivo “autoproclamado”. El señor Müller, por lo tanto, habla de “golpe de estado” y delirios de ese talante. Cuando todos los medios utilizan una y otra vez el mismo vocablo, el señor Müller termina por convencerse. “No todos pueden estar equivocados”, conjetura.
La cuestión es, entonces, intentar deshilvanar por qué los distintos medios de prensa actúan de forma tan homogénea. Hay quienes, mientras se colocan sombreros de aluminio, señalan a los Illuminati o a los masones (por no nombrar a las hordas antisemitas que hacen bullying a su propio intelecto). La explicación es, no obstante, bastante más sencilla y vergonzosa. Los medios de prensa obran en bloque porque los individuos detrás de las noticias han perdido su capacidad crítica.
Esto no afecta, por supuesto, solamente a los periodistas. Hay una generación entera, hija del victimismo y la sensibilidad exacerbada, que tiró por la ventana toda apelación a la razón. No es casualidad que el creciente movimiento anti-vacunas haya sido nombrado, en pleno siglo XXI, una de las amenazas más importantes para la humanidad por la Organización Mundial de la Salud.
Hoy los medios nos incitan a sentir, de preferencia miedo u ofensa. Y esta profusión de emociones deriva en la desinformación o el sesgo.
Un ejemplo de ello es la actual relación Estados Unidos – Venezuela. Como los medios masivos se encargaron de alimentar un profundo rechazo hacia Trump (que, convengamos, no es la tarea más ardua con la que uno se va a topar en la vida), por extensión, hay quienes se oponen a Guaidó, simplemente porque este último aceptó el apoyo y ayuda humanitaria del primero. Hay personas que preferirían dejar a miles de venezolanos morir por falta de medicamentos y alimentos a darle, en este particular y delicado contexto, la diestra a Trump. Todo esto, por supuesto, camuflado en discursos de “neutralidad” o no violencia. Este fenómeno se vuelve incluso más irónico cuando estos mismos “pacifistas” de hoy defienden con uñas y dientes, o al menos justifican, las acciones de los bolcheviques o del Che Guevara.
El fanatismo es una de las tantas consecuencias nefastas de la ignorancia. En contraste, el buen periodismo ha estado siempre del lado de la democracia y de la libertad, lejos de los jacobinos y del statu quode turno (que hoy, a no confundirse, es el victimismo).
Resistir la homogeneidad ideológica depende, una vez más, de usted, lector. Es únicamente mediante (mucha) lectura que podremos no solo recuperar la capacidad crítica perdida sino además formar una nueva generación de periodistas y analistas que no sientan la necesidad de plasmar sus emociones cada vez que cierran un párrafo. Cuestione. Si no está de acuerdo con lo que afirma un artículo de The New York Times, por mencionar un medio masivo de peso, no crea que no está en condiciones de refutarlo solo porque usted no tiene las mismas credenciales académicas que el autor. No caiga en la falacia de autoridad. Recuerde: nunca tuvimos tanto acceso a la información. Lo demás, son modas (a evitar).
Priscila Guinovart
Priscila Guinovart es docente y escritora uruguaya. Ha colaborado con distintos medios de América Latina, EE.UU. y Europa. Vivió en Londres, donde escribió su libro "La cabeza de Dios". Síguela: @PrisUY.
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marinawais- Reportero total
Diario Las Américas.
El Rebusque, un medio de supervivencia para muchos venezolanos en Cúcuta
10 de febrero de 2019 - 10:02
Cientos de venezolanos buscan medios de supervivencia en Cúcuta para subsistir en su día a día
FUENTE: Con información de EFE
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10 de febrero de 2019 - 10:02
Cientos de venezolanos buscan medios de supervivencia en Cúcuta para subsistir en su día a día
El venezolano Ángel García,publicita su trabajo con un trozo de cartón que lleva colgando del pecho y en el que dice "Se colocan pestañas y se pigmentan cejas"
EFECÚCUTA.- Oficios de los más diversos, desde hacer malabares en las calles o trabajar de camareros, son el medio de supervivencia de muchos venezolanos que se rebuscan la vida en la ciudad colombiana de Cúcuta para subsistir y mandar a sus familias un poco de dinero que les permita sobrellevar la crisis.
Ganarse la vida no es fácil ya que Cúcuta es desde hace tiempo el municipio de Colombia con la cifra más alta de informalidad, pues según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) esa urbe tuvo a un 70,1 % de su población dedicada a este tipo de oficios entre septiembre y noviembre del año pasado.
De esas estadísticas hace parte Ángel García, quien llegó a Colombia hace dos años buscando mejor vida para sus dos hijas y su esposa, que tiene 7 meses de embarazo, y para conseguirlo trabaja poniendo cejas postizas en el parque Mercedes Ábrego, adornado con una escultura de esta mártir de la independencia de Colombia que fue ejecutada en 1813 por los españoles por haber tejido el uniforme de brigadier al libertador Simón Bolívar.
García, que publicita su trabajo con un trozo de cartón que lleva colgando del pecho y en el que dice "Se colocan pestañas y se pigmentan cejas", abandonó su natal Guacara, una ciudad del estado Carabobo, en el norte de Venezuela, con la mirada puesta en poder volver algún día a su país y gastar el dinero que consiga en Cúcuta.
- LEA TAMBIÉN: "A Maduro se le está acabando el tiempo"
"En realidad trabajo acá para gastar allá, la idea mía es llevar de acá para allá y que el dinero me rinda, pero en realidad el dinero no rinde", relató a Efe.
Barbero de profesión, García ha tenido que rebuscar el dinero en todo tipo de oficios, entre los que están los de vendedor de gaseosas y de verduras.
"Al principio me fue mal porque estaba viviendo en la calle. En realidad fue porque el que me iba a recibir no me recibió pero después fui conociendo gente y esa misma gente me ha ayudado. Y ahí empecé a surgir, a vender agua y luego malta, luego vendí productos de Venezuela acá, después trabajé en una barbería", aseguró.
Para cumplir con la meta del día, García es ayudado por su esposa, que vende café, y por su madre, Teresa Gómez, quien vive con ellos desde diciembre pasado porque "se cansó de pasar penurias" en Venezuela.
"Yo les dije a mis hijas que yo volvía a Venezuela cuando (el dictador Nicolás) Maduro se fuera, porque ahorita como está la situación en Venezuela es para morirme de un infarto", contó la mujer a Efe.
Todos los días, Gómez, de 65 años, trabaja vendiendo ajo en las calles de Cúcuta, donde se siente bien pese a que termina cada jornada físicamente agotada y añorando regresar a su país.
"Todos mis medicamentos los he conseguido aquí, sin ningún problema, en cambio en Venezuela tenía que hacer medicamentos naturistas porque no se consigue nada. Aquí en Cúcuta me siento bien, me siento tranquila", agregó.
En el Mercedes Ábrego, donde el comercio formal e informal coinciden a diario ante la mirada atenta de los centenares de transeúntes, también encontró un espacio para trabajar Rodolfo Cruzado, que lleva cuatro meses vendiendo churros en un puesto que está en la esquina del parque.
En Valencia, capital de Carabobo, Cruzado dejó a su familia y una tienda que tuvo que cerrar porque no tenía como "sustentarla más".
"Es difícil vivir allá, sustentarse, porque uno no puede vivir allá, no consigue comida, no consigue nada, ni medicinas, ni transporte. Los hospitales no tienen nada, es difícil, por eso es que tuvimos (con su hermano) que migrar", dijo a Efe.
- LEA TAMBIÉN: Cruz Roja Venezolana dispuesta a entregar ayuda cuando llegue al país
Sin embargo, Cruzado mira con esperanza el futuro e incluso dice que si le toca transportar hacia su país la ayuda humanitaria internacional que está en Cúcuta, lo hará sin problemas.
Esa asistencia llegó en nueve camiones al punto de acopio de la capital del departamento de Norte de Santander, que es uno de los tres anunciados por el jefe del Parlamento y presidente interino venezolano, Juan Guaidó, y está ubicado en el puente fronterizo de Tienditas, que en el lado del país petrolero está bloqueado con dos contenedores y una cisterna.
"Yo estoy dispuesto a ayudar, aquí estamos esperando. Estamos esperando también que se arregle Venezuela para poder volver allá", manifestó.
A ellos se suma la vendedora de comidas rápidas Marisela Figueredo, quien sabe que el trabajo no ha sido fácil en Colombia y también espera regresar pronto a su país.
"Lo que pedimos es que Dios se lleve a Maduro, que se lo lleve, que lo desaparezca porque no lo queremos en ningún lado, él nos destruyó el hogar y la familia a todos", concluyó.
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Panam Post.
Supremo venezolano en exilio autoriza alianza militar para ayuda humanitaria
Miami, 8 feb (EFE). – El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela en el exilio autorizó este viernes la formación de una “coalición militar” internacional en “misión de paz” que sirva para lograr que llegue la ayuda humanitaria urgente al país.
En una declaración de “emergencia humanitaria”, los jueces del “legítimo” TSJ de Venezuela solicitan a la comunidad internacional el apoyo a la “apertura” de un canal de ayuda humanitaria “por medios diplomáticos” o por cualquier otro, incluida una “coalición militar en misión de paz”.
El Supremo en el exilio ordena además a la Fuerza Armada Nacional y a los cuerpos de seguridad del Estado y la Fiscalía General de la nación que contribuyan a la “materialización inmediata de la ayuda humanitaria internacional” (…) y el ingreso de “medicinas, alimentos y víveres”.
También pide que se permita el ingreso en Venezuela de “personal técnico, médico y militar necesario para garantizar la efectiva provisión logística, de seguridad y distribución” de dicha ayuda humanitaria.
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A la vez, exhorta a Juan Guaidó, jefe del Parlamento y reconocido por más de cuarenta países como presidente encargado de Venezuela, a que “continúe realizando todas las acciones y utilice todos los recursos materiales y humanos (…) para lograr, sin dilación alguna, la apertura de un canal internacional de ayuda humanitaria”.
El Supremo en el exilio señala en el documento divulgado este viernes que la medida decretada por la Sala Constitucional “debe ser acatada y ejecutada de forma inmediata e incondicionalmente, so pena de incurrir en la responsabilidad de desacato prevista en el ordenamiento jurídico”.
La medida “decretada” por el TSJ “legítimo” se produce en momentos en que la asistencia humanitaria internacional se está reuniendo en un centro de acopio en la ciudad fronteriza de Cúcuta (Colombia) con Venezuela.
Los primeros nueve camiones con ayuda humanitaria enviada por Estados Unidos para Venezuela llegaron el jueves a la citada ciudad colombiana, cercana a las venezolanas de San Antonio del Táchira y Ureña, cuyos pasos fronterizos han sido históricamente los más dinámicos entre los dos países, que comparten una frontera de 2.219 kilómetros.
Pero Nicolás Maduro, que niega que en el país exista una crisis humanitaria, ha bloqueado las autopistas de entrada a Venezuela desde esa zona y dice que los insumos de ayuda humanitaria -en su mayoría alimentos y medicamentos- son un “regalo podrido”.
La ayuda humanitaria es pedida no solo por los venezolanos sino también por gremios como el de los enfermeros que solicitaron este jueves a Maduro permitir el ingreso de la asistencia.
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En una declaración de "emergencia humanitaria", los jueces del "legítimo" TSJ solicitan a la comunidad internacional el apoyo a la "apertura" de un canal de ayuda humanitaria "por medios diplomáticos" o por cualquier otro, incluida una "coalición militar en misión de paz".
Por EFE El Feb 8, 2019La medida “decretada” por el TSJ “legítimo” se produce en momentos en que la asistencia humanitaria internacional se está reuniendo en un centro de acopio en la ciudad fronteriza de Cúcuta (Colombia). EFE/Mauricio Dueñas Castañeda
Miami, 8 feb (EFE). – El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela en el exilio autorizó este viernes la formación de una “coalición militar” internacional en “misión de paz” que sirva para lograr que llegue la ayuda humanitaria urgente al país.
En una declaración de “emergencia humanitaria”, los jueces del “legítimo” TSJ de Venezuela solicitan a la comunidad internacional el apoyo a la “apertura” de un canal de ayuda humanitaria “por medios diplomáticos” o por cualquier otro, incluida una “coalición militar en misión de paz”.
El Supremo en el exilio ordena además a la Fuerza Armada Nacional y a los cuerpos de seguridad del Estado y la Fiscalía General de la nación que contribuyan a la “materialización inmediata de la ayuda humanitaria internacional” (…) y el ingreso de “medicinas, alimentos y víveres”.
También pide que se permita el ingreso en Venezuela de “personal técnico, médico y militar necesario para garantizar la efectiva provisión logística, de seguridad y distribución” de dicha ayuda humanitaria.
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A la vez, exhorta a Juan Guaidó, jefe del Parlamento y reconocido por más de cuarenta países como presidente encargado de Venezuela, a que “continúe realizando todas las acciones y utilice todos los recursos materiales y humanos (…) para lograr, sin dilación alguna, la apertura de un canal internacional de ayuda humanitaria”.
El Supremo en el exilio señala en el documento divulgado este viernes que la medida decretada por la Sala Constitucional “debe ser acatada y ejecutada de forma inmediata e incondicionalmente, so pena de incurrir en la responsabilidad de desacato prevista en el ordenamiento jurídico”.
La medida “decretada” por el TSJ “legítimo” se produce en momentos en que la asistencia humanitaria internacional se está reuniendo en un centro de acopio en la ciudad fronteriza de Cúcuta (Colombia) con Venezuela.
Los primeros nueve camiones con ayuda humanitaria enviada por Estados Unidos para Venezuela llegaron el jueves a la citada ciudad colombiana, cercana a las venezolanas de San Antonio del Táchira y Ureña, cuyos pasos fronterizos han sido históricamente los más dinámicos entre los dos países, que comparten una frontera de 2.219 kilómetros.
Pero Nicolás Maduro, que niega que en el país exista una crisis humanitaria, ha bloqueado las autopistas de entrada a Venezuela desde esa zona y dice que los insumos de ayuda humanitaria -en su mayoría alimentos y medicamentos- son un “regalo podrido”.
La ayuda humanitaria es pedida no solo por los venezolanos sino también por gremios como el de los enfermeros que solicitaron este jueves a Maduro permitir el ingreso de la asistencia.
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Diario Las Américas.
Guaidó denuncia que la abuela de su esposa fue amedrentada por "colectivos"
10 de febrero de 2019 - 14:02
"No tiene ni siquiera nombre amenazar a una abuela" e "intimidar a una familia que es la familia venezolana", dijo Juan Guaidó
FUENTE: Con información de EFE
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10 de febrero de 2019 - 14:02
"No tiene ni siquiera nombre amenazar a una abuela" e "intimidar a una familia que es la familia venezolana", dijo Juan Guaidó
El presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó.
EFECARACAS.- El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, denunció este domingo que la abuela de su esposa fue amedrentada por "colectivos", como se conocen a organizaciones paramilitares de civiles habitualmente armados que actúan en defensa del chavismo.
"El día de ayer (sábado) en (el municipio de) Tovar, donde vive la bisabuela de Miranda, de mi hija; la abuela de Fabiana, mandaron algunos colectivos a la casa de la bisabuela", afirmó Guaidó ante periodistas en Caracas al término de una misa dominical.
La abuela de su esposa, Fabiana Rosales, tiene 83 años y 35 nietos, según detalló Guaidó, que calificó a su familia política como "muy humilde" y oriunda de la región andina de Venezuela.
"Es una bisabuela, una mujer de 83 años, muy devota, muy católica. Que no crean que van a intimidar a una abuela, a una familia que está como siempre dando catequesis", comentó Guaidó, reconocido como presidente interino por una veintena de países europeos además de por EEUU, Canadá, Colombia, Brasil, entre otros.
“No tiene ni siquiera nombre amenazar a una abuela" e "intimidar a una familia que es la familia venezolana", dijo.
Por eso, le pidió al oficialismo que "amarren a sus locos" porque "no es prudente amenazar a bisabuelas, a toda una familia católica venezolana".
"Como lo dijimos, que no tengan duda de que seguiremos con la frente en alto, con el pecho descubierto porque lo que está pasando en Venezuela es irreversible y a pesar de las amenazas (...) seguimos adelante denunciando cada uno de esos casos", finalizó.
Precisamente el pasado 31 de enero Guaidó informó que agentes de la policía fueron a su casa y preguntaron por su esposa, a quien esperaban interrogar pero ella no estaba.
Guaidó responsabilizó entonces al régimen de Nicolás Maduro por la seguridad de su familia y dijo que conoció la noticia gracias a la alerta de varios de sus vecinos, a los que agradeció.
"Están evidentemente midiendo la capacidad de reacción, y otra vez el jueguito les sale mal", dijo Guaidó a periodistas al acudir a su casa y encontrar que los uniformados habían abandonado el lugar.
"Hostigaban a mi familia, porque sabemos que ese es el modus operandi", añadió.
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El Tiempo.
‘Ayuda ingresará a Venezuela, es solo cuestión de tiempo’: EE. UU.
Entrevista con Mauricio Claver-Carone, estratega de Donald Trump contra el régimen de Maduro.
6 Frases de Mauricio Claver-CaroneEl encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, aseguró que “todas las opciones están sobre la mesa” ante la crisis en Venezuela y, en particular, para hacer frente a los “problemas en la frontera”.
Archivo particular
Por: Sergio Gómez Maseri
10 de febrero 2019 , 08:59 p.m.
A Mauricio Claver-Carone lo describen con frecuencia como el cerebro gris tras la estrategia estadounidense que hoy tiene contra las cuerdas al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Y sin duda lo es. De origen cubano, pero nacido en la Florida, Claver-Carone lleva seis meses como Asesor en Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental del presidente Donald Trump.
Desde entonces ha venido empujando una aproximación de ‘línea dura’ contra Caracas que comenzó con el rápido reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino hace casi tres semanas y que ha dado paso a la imposición de severas sanciones económicas y el despliegue de enormes volúmenes de ayuda humanitaria que está en la frontera con Colombia lista para ser entregada.
Claver-Carone recibió a este corresponsal en la Casa Blanca para una entrevista exclusiva con el Grupo de Diarios América (GDA).
En ella, el funcionario garantiza que la asistencia ingresará a Venezuela y habla de un “cerco humanitario” que terminará por doblegar al gobierno. Vuelve a insistir, también, en que todas las opciones están sobre la mesa y describe el actual momento como uno irreversible que solo concluye con la salida de Maduro del poder.
El presidente de Colombia, Iván Duque, llega la semana entrante a Washington para reunirse con Donald Trump. ¿Supongo que el tema de Venezuela estará alto en la agenda?
Absolutamente. La relación entre EE. UU. y Colombia tiene una larga historia especialmente en lucha contra las drogas y el terrorismo y en ese sentido el tema de Venezuela es relevante porque el régimen de Maduro y sus secuaces son la causa de múltiples problemas de seguridad por su relación con grupos terroristas y con el narcotráfico. De eso hablarán, al igual que de la situación actual.
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¿Qué rol han jugado Colombia y Brasil en la resolución de esta crisis en Venezuela? Se lo pregunto porque ambos son gobiernos de derecha que acaban de ascender al poder y cuya postura ha sido más agresiva que la de sus antecesores.
Tanto Duque como Jair Bolsonaro han sido aliados claves de EE. UU. en este tema. Sin el liderazgo de ellos estaríamos ante una situación muy diferente. Además son dos países que están sufriendo de primera mano la crisis de los refugiados y la crisis de seguridad en las fronteras. Están expuestos al mal manejo que ya lleva años en Venezuela y al apoyo a grupos terroristas de parte de Maduro y sus allegados.
La ayuda humanitaria que ustedes prometieron está llegando. Pero persiste el mismo dilema. ¿Cómo hacer que entre y les llegue a los que la necesitan si el gobierno de Maduro continúa bloqueándola?
Vamos a continuar llevando la ayuda y de hecho la vamos a incrementar. No solo en Cúcuta sino alrededor de Venezuela en muchos puntos. La ayuda va a entrar. No es un tema de si podrá ingresar sino de cuándo. Y cuando eso pase estaremos listos para distribuirla de inmediato. Lo que hizo Maduro al poner esos obstáculos en el puente ha sido un desastre desde el punto de vista de relaciones públicas porque está impidiendo que ingrese lo que más necesitan los venezolanos. Las mismas fuerzas armadas, sus miembros, son familias que necesitan esa ayuda.
¿Qué está sugiriendo cuando dice que la ayuda terminará ingresando sí o sí?
No voy a entrar en detalles. Lo que sí le digo es que va a entrar y se lo digo porque estamos avanzando por un camino que es irreversible. No solo Juan Guaidó tiene el apoyo en las calles sino que se están cerrando los espacios financieros a nivel internacional para este régimen. Cuando usted tiene a 30 personas bloqueando el ingreso de la comida y las medicinas que necesitan 30 millones, pues es una pelea perdida. Por eso digo que es cuestión de tiempo.
Hay gente en Washington que ya habla de establecer por la fuerza un corredor humanitario para entregar la ayuda si Maduro insiste en bloquearla. ¿Es algo en lo que están pensando?
No me corresponde entrar en detalles sobre estrategias. Lo que se viene ahora es que vamos a rodear a Venezuela con ayuda humanitaria. Es decir, una especie de cerco humanitario en el que estamos trabajando con Brasil, Colombia y el Caribe. Esa es la etapa en la que estamos ahora. Luego entraremos a otra etapa en la que definiremos qué hacer para que ingrese.
Ya van casi tres semanas desde que comenzó está arremetida contra Maduro y aún sigue en el poder. ¿Tienen ya un plan B en caso de que no caiga y se atornille en la presidencia?
El camino por el que vamos es irreversible. No hay un solo escenario en el que Maduro y los que se aferran en el poder puedan gobernar en Venezuela y puedan sobre vivir a la crisis económica y social que ellos mismos crearon y que ahora se acentúa por las sanciones de EE. UU. y la presión internacional de Europa y América Latina. El reconocimiento internacional de Guaidó sigue creciendo y eso también es irreversible. Lo mismo pasa con la opinión pública. Según las encuestas, el 85 por ciento de los venezolanos quiere que se vaya y eso no va a cambiar.
Venezuela ya comenzó una transición constitucional pacífica y la pregunta ya no es si Maduro acepta esta realidad o no, sino de cuánto tiempo demorará en aceptarlo.
¿Y qué pasa si Maduro decide convocar a elecciones presidenciales? ¿Ustedes apoyarían esa salida?
Maduro, como un ciudadano más de Venezuela, podría hacer esa oferta al gobierno interino. Pero esa es una decisión que le corresponde a Juan Guaidó, que es quien debe definir los términos de una elección. Nosotros no reconocemos a Maduro como presidente y desde nuestra perspectiva no tiene la autoridad para convocar nada.
El mundo entiende que cuando ustedes dicen que “todas las opciones están sobre la mesa” es porque también están considerando una salida militar a esta encrucijada. ¿Es así?
Eso es lo que ha dicho el Presidente (Trump) y la frase habla por sí sola. No ayuda entrar en situaciones hipotéticas. Esto es un ejercicio que hacemos con seriedad todos los días y estamos listos para responder ante cualquier circunstancia.
Autoridades organizan el cargamento con la ayuda humanitaria para Venezuela en un centro de acopio dispuesto en el puente internacional de Tienditas, en Cúcuta (Colombia).
Foto:
Efe
La apuesta desde el comienzo ha sido tratar de que las fuerzas armadas le den la espalda a Maduro. ¿Por qué cree que aún no sucede, pese a las ofertas de amnistía que se les han hecho?
La apuesta es que todos acepten la transición pacífica y democrática que se ha presentado en Venezuela y eso incluye a los militares. Yo creo que las tropas ya tomaron esa decisión. Hay individuos que quisieran tomar esa decisión, pero se quieren asegurar de que su futuro y el de sus familias esté seguro. Hemos dejado claro, y eso lo dijo el asesor (de Seguridad Nacional, John) Bolton esta semana, que los militares que acepten la transición no serán perseguidos por EE. UU. Nuestro negocio no es la venganza, ni los estamos buscando para cobrar cuentas. Lo que queremos ver es una transición democrática para que el país vuelva a ser próspero.
¿Eso quiere decir que EE. UU. incluso les perdonaría los cargos por narcotráfico y otros delitos que algunos puedan tener con la justicia de su país?
No podemos hablar por el sistema judicial (en EE. UU.). Pero cuando hemos designado a estas personas para sanciones a través del Departamento del Tesoro se entiende que lo que se busca es que cambien su comportamiento. Y si cambian el comportamiento entonces podemos considerar levantar esas sanciones financieras que fueron impuestos a través de órdenes ejecutivas.
Nosotros no reconocemos a Maduro como presidente y desde nuestra perspectiva no tiene la autoridad para convocarnada
Maduro les dio 30 días para evacuar el personal diplomático de Venezuela. ¿Piensan ustedes cumplir cuando expire ese plazo a finales de este semana que comienza?
Cuando Maduro habla lo hace un ciudadano más de Venezuela y no su presidente. Nuestras decisiones están basadas en lo que decida el gobierno de Juan Guaidó.
¿Qué les dice usted a los países de Europa y algunos de la región que insisten en el diálogo y aún no respaldan la aproximación de EE. UU. para solucionar esta crisis?
En realidad estamos hablando de una minorías de países, pues la gran mayoría ha reconocido al gobierno de Guaidó. Y a ellos les diría que acepten esta transición hacia la democracia y que apoyen a Guaidó. Que al no hacerlo se están quedado del lado de gente que está involucrada en actividades ilegales, que ha robado, que ha causando una crisis humanitaria masiva y que están en el lado incorrecto de la historia.
¿No le preocupa que el activo rol que ha jugado EE. UU. termine por revivir el fantasma del intervencionismo estadounidense en la región y termine fortaleciendo a movimientos de extrema izquierda?
La posición de EE. UU. es la misma que la de la mayoría de países en la región y por eso no comparto esa presunción. Adicionalmente, la tendencia que se ve en la región es completamente opuesta. Los días del socialismo del siglo XXl están contados. El ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, que empujó Hugo Chávez) pende de un hilo. Y lo vimos en las elecciones recientes en El Salvador, donde la gente rechazó de manera categórica al candidato del (Frente) Farabundo Martí (para la Liberación Nacional). Lo que vemos es una tendencia regional de apoyo a la democracia, a la prosperidad, a los mercados libres. Es una alianza que está creciendo, de la que estamos orgullosos de pertenecer y que ahora quiere ver un cambio democrático en Venezuela.
Este viernes circuló una historia de un avión que al parecer lleva varias semanas haciendo viajes entre Miami, Venezuela y Colombia y que, según Maduro, estaría transportando armas. Se lo pregunto de frente: ¿está EE. UU. armando a la oposición en Venezuela?
EE. UU. ni estimula, ni apoya este tipo de conducta por parte de particulares y no tenemos nada que ver con ello. Es más, le diría que a mí me parece que esto es 'fake news'. Típica estrategia de rusos o cubanos para desinformar. No hay evidencias de nada.
Sergio Gómez Maseri
Corresponsal de EL TIEMPO*
Washington
En Twitter @sergom68
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Entrevista con Mauricio Claver-Carone, estratega de Donald Trump contra el régimen de Maduro.
6 Frases de Mauricio Claver-CaroneEl encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, aseguró que “todas las opciones están sobre la mesa” ante la crisis en Venezuela y, en particular, para hacer frente a los “problemas en la frontera”.
Archivo particular
Por: Sergio Gómez Maseri
10 de febrero 2019 , 08:59 p.m.
A Mauricio Claver-Carone lo describen con frecuencia como el cerebro gris tras la estrategia estadounidense que hoy tiene contra las cuerdas al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Y sin duda lo es. De origen cubano, pero nacido en la Florida, Claver-Carone lleva seis meses como Asesor en Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental del presidente Donald Trump.
Desde entonces ha venido empujando una aproximación de ‘línea dura’ contra Caracas que comenzó con el rápido reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino hace casi tres semanas y que ha dado paso a la imposición de severas sanciones económicas y el despliegue de enormes volúmenes de ayuda humanitaria que está en la frontera con Colombia lista para ser entregada.
Claver-Carone recibió a este corresponsal en la Casa Blanca para una entrevista exclusiva con el Grupo de Diarios América (GDA).
En ella, el funcionario garantiza que la asistencia ingresará a Venezuela y habla de un “cerco humanitario” que terminará por doblegar al gobierno. Vuelve a insistir, también, en que todas las opciones están sobre la mesa y describe el actual momento como uno irreversible que solo concluye con la salida de Maduro del poder.
El presidente de Colombia, Iván Duque, llega la semana entrante a Washington para reunirse con Donald Trump. ¿Supongo que el tema de Venezuela estará alto en la agenda?
Absolutamente. La relación entre EE. UU. y Colombia tiene una larga historia especialmente en lucha contra las drogas y el terrorismo y en ese sentido el tema de Venezuela es relevante porque el régimen de Maduro y sus secuaces son la causa de múltiples problemas de seguridad por su relación con grupos terroristas y con el narcotráfico. De eso hablarán, al igual que de la situación actual.
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¿Qué rol han jugado Colombia y Brasil en la resolución de esta crisis en Venezuela? Se lo pregunto porque ambos son gobiernos de derecha que acaban de ascender al poder y cuya postura ha sido más agresiva que la de sus antecesores.
Tanto Duque como Jair Bolsonaro han sido aliados claves de EE. UU. en este tema. Sin el liderazgo de ellos estaríamos ante una situación muy diferente. Además son dos países que están sufriendo de primera mano la crisis de los refugiados y la crisis de seguridad en las fronteras. Están expuestos al mal manejo que ya lleva años en Venezuela y al apoyo a grupos terroristas de parte de Maduro y sus allegados.
La ayuda humanitaria que ustedes prometieron está llegando. Pero persiste el mismo dilema. ¿Cómo hacer que entre y les llegue a los que la necesitan si el gobierno de Maduro continúa bloqueándola?
Vamos a continuar llevando la ayuda y de hecho la vamos a incrementar. No solo en Cúcuta sino alrededor de Venezuela en muchos puntos. La ayuda va a entrar. No es un tema de si podrá ingresar sino de cuándo. Y cuando eso pase estaremos listos para distribuirla de inmediato. Lo que hizo Maduro al poner esos obstáculos en el puente ha sido un desastre desde el punto de vista de relaciones públicas porque está impidiendo que ingrese lo que más necesitan los venezolanos. Las mismas fuerzas armadas, sus miembros, son familias que necesitan esa ayuda.
¿Qué está sugiriendo cuando dice que la ayuda terminará ingresando sí o sí?
No voy a entrar en detalles. Lo que sí le digo es que va a entrar y se lo digo porque estamos avanzando por un camino que es irreversible. No solo Juan Guaidó tiene el apoyo en las calles sino que se están cerrando los espacios financieros a nivel internacional para este régimen. Cuando usted tiene a 30 personas bloqueando el ingreso de la comida y las medicinas que necesitan 30 millones, pues es una pelea perdida. Por eso digo que es cuestión de tiempo.
Hay gente en Washington que ya habla de establecer por la fuerza un corredor humanitario para entregar la ayuda si Maduro insiste en bloquearla. ¿Es algo en lo que están pensando?
No me corresponde entrar en detalles sobre estrategias. Lo que se viene ahora es que vamos a rodear a Venezuela con ayuda humanitaria. Es decir, una especie de cerco humanitario en el que estamos trabajando con Brasil, Colombia y el Caribe. Esa es la etapa en la que estamos ahora. Luego entraremos a otra etapa en la que definiremos qué hacer para que ingrese.
Ya van casi tres semanas desde que comenzó está arremetida contra Maduro y aún sigue en el poder. ¿Tienen ya un plan B en caso de que no caiga y se atornille en la presidencia?
El camino por el que vamos es irreversible. No hay un solo escenario en el que Maduro y los que se aferran en el poder puedan gobernar en Venezuela y puedan sobre vivir a la crisis económica y social que ellos mismos crearon y que ahora se acentúa por las sanciones de EE. UU. y la presión internacional de Europa y América Latina. El reconocimiento internacional de Guaidó sigue creciendo y eso también es irreversible. Lo mismo pasa con la opinión pública. Según las encuestas, el 85 por ciento de los venezolanos quiere que se vaya y eso no va a cambiar.
Venezuela ya comenzó una transición constitucional pacífica y la pregunta ya no es si Maduro acepta esta realidad o no, sino de cuánto tiempo demorará en aceptarlo.
¿Y qué pasa si Maduro decide convocar a elecciones presidenciales? ¿Ustedes apoyarían esa salida?
Maduro, como un ciudadano más de Venezuela, podría hacer esa oferta al gobierno interino. Pero esa es una decisión que le corresponde a Juan Guaidó, que es quien debe definir los términos de una elección. Nosotros no reconocemos a Maduro como presidente y desde nuestra perspectiva no tiene la autoridad para convocar nada.
El mundo entiende que cuando ustedes dicen que “todas las opciones están sobre la mesa” es porque también están considerando una salida militar a esta encrucijada. ¿Es así?
Eso es lo que ha dicho el Presidente (Trump) y la frase habla por sí sola. No ayuda entrar en situaciones hipotéticas. Esto es un ejercicio que hacemos con seriedad todos los días y estamos listos para responder ante cualquier circunstancia.
Autoridades organizan el cargamento con la ayuda humanitaria para Venezuela en un centro de acopio dispuesto en el puente internacional de Tienditas, en Cúcuta (Colombia).
Foto:
Efe
La apuesta desde el comienzo ha sido tratar de que las fuerzas armadas le den la espalda a Maduro. ¿Por qué cree que aún no sucede, pese a las ofertas de amnistía que se les han hecho?
La apuesta es que todos acepten la transición pacífica y democrática que se ha presentado en Venezuela y eso incluye a los militares. Yo creo que las tropas ya tomaron esa decisión. Hay individuos que quisieran tomar esa decisión, pero se quieren asegurar de que su futuro y el de sus familias esté seguro. Hemos dejado claro, y eso lo dijo el asesor (de Seguridad Nacional, John) Bolton esta semana, que los militares que acepten la transición no serán perseguidos por EE. UU. Nuestro negocio no es la venganza, ni los estamos buscando para cobrar cuentas. Lo que queremos ver es una transición democrática para que el país vuelva a ser próspero.
¿Eso quiere decir que EE. UU. incluso les perdonaría los cargos por narcotráfico y otros delitos que algunos puedan tener con la justicia de su país?
No podemos hablar por el sistema judicial (en EE. UU.). Pero cuando hemos designado a estas personas para sanciones a través del Departamento del Tesoro se entiende que lo que se busca es que cambien su comportamiento. Y si cambian el comportamiento entonces podemos considerar levantar esas sanciones financieras que fueron impuestos a través de órdenes ejecutivas.
Nosotros no reconocemos a Maduro como presidente y desde nuestra perspectiva no tiene la autoridad para convocarnada
Maduro les dio 30 días para evacuar el personal diplomático de Venezuela. ¿Piensan ustedes cumplir cuando expire ese plazo a finales de este semana que comienza?
Cuando Maduro habla lo hace un ciudadano más de Venezuela y no su presidente. Nuestras decisiones están basadas en lo que decida el gobierno de Juan Guaidó.
¿Qué les dice usted a los países de Europa y algunos de la región que insisten en el diálogo y aún no respaldan la aproximación de EE. UU. para solucionar esta crisis?
En realidad estamos hablando de una minorías de países, pues la gran mayoría ha reconocido al gobierno de Guaidó. Y a ellos les diría que acepten esta transición hacia la democracia y que apoyen a Guaidó. Que al no hacerlo se están quedado del lado de gente que está involucrada en actividades ilegales, que ha robado, que ha causando una crisis humanitaria masiva y que están en el lado incorrecto de la historia.
¿No le preocupa que el activo rol que ha jugado EE. UU. termine por revivir el fantasma del intervencionismo estadounidense en la región y termine fortaleciendo a movimientos de extrema izquierda?
La posición de EE. UU. es la misma que la de la mayoría de países en la región y por eso no comparto esa presunción. Adicionalmente, la tendencia que se ve en la región es completamente opuesta. Los días del socialismo del siglo XXl están contados. El ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, que empujó Hugo Chávez) pende de un hilo. Y lo vimos en las elecciones recientes en El Salvador, donde la gente rechazó de manera categórica al candidato del (Frente) Farabundo Martí (para la Liberación Nacional). Lo que vemos es una tendencia regional de apoyo a la democracia, a la prosperidad, a los mercados libres. Es una alianza que está creciendo, de la que estamos orgullosos de pertenecer y que ahora quiere ver un cambio democrático en Venezuela.
Este viernes circuló una historia de un avión que al parecer lleva varias semanas haciendo viajes entre Miami, Venezuela y Colombia y que, según Maduro, estaría transportando armas. Se lo pregunto de frente: ¿está EE. UU. armando a la oposición en Venezuela?
EE. UU. ni estimula, ni apoya este tipo de conducta por parte de particulares y no tenemos nada que ver con ello. Es más, le diría que a mí me parece que esto es 'fake news'. Típica estrategia de rusos o cubanos para desinformar. No hay evidencias de nada.
Sergio Gómez Maseri
Corresponsal de EL TIEMPO*
Washington
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La Patilla.
Mike Pompeo: Maduro ya no será capaz de robar a la gente de Venezuela sus sueños y oportunidades
febrero 10 2019, 6:22 pm
secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, durante una conferencia en Bruselas, Bélgica. 4 diciembre 2018. REUTERS/Yves Herman
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo sostuvo este lunes que Nicolás Maduro ya no podrá robar a la gente de Venezuela sus sueños y oportunidades, al referirse al ingreso de insumos como ayuda humanitaria al país.
Pompeo se refirió a declaraciones del presidente encargado de Venezuela Juan Gauidó, sobre la ntrada de los insumos a la ciudad de Cúcuta y dijo que Estados Unidos está respondiendo a su llamamiento enviando ayuda humanitaria para ayudar las personas que sufren por falta de alimentos y medicinas.
“Como Juan Guaidó dijo, Maduro ya no será capaz de robar a la gente de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sus sueños y oportunidades. Es por eso que Estados Unidos está respondiendo a su llamamiento enviando ayuda humanitaria a un almacén en Colombia en la frontera con Venezuela para ayudar al pueblo maduro ha hambriento”.
El pasado martes, Pompeo, y su homólogo de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, conversaron sobre cómo hacer llegar ayuda humanitaria al pueblo venezolano, en lo que supone un desafío a la negativa de Nicolás Maduro.
Pompeo y Trujillo se reunieron durante algo más de una hora en el Departamento de Estado, en Washington.
El objetivo del encuentro, explicó a la prensa Trujillo, fue “trazar un camino de acción conjunta hacia adelante en lo que tiene que ver con Venezuela”, así como “evaluar” los resultados de la reunión del lunes del Grupo de Lima y debatir sobre cómo hacer llegar la ayuda humanitaria al país caribeño.
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febrero 10 2019, 6:22 pm
secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, durante una conferencia en Bruselas, Bélgica. 4 diciembre 2018. REUTERS/Yves Herman
El secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo sostuvo este lunes que Nicolás Maduro ya no podrá robar a la gente de Venezuela sus sueños y oportunidades, al referirse al ingreso de insumos como ayuda humanitaria al país.
Pompeo se refirió a declaraciones del presidente encargado de Venezuela Juan Gauidó, sobre la ntrada de los insumos a la ciudad de Cúcuta y dijo que Estados Unidos está respondiendo a su llamamiento enviando ayuda humanitaria para ayudar las personas que sufren por falta de alimentos y medicinas.
“Como Juan Guaidó dijo, Maduro ya no será capaz de robar a la gente de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sus sueños y oportunidades. Es por eso que Estados Unidos está respondiendo a su llamamiento enviando ayuda humanitaria a un almacén en Colombia en la frontera con Venezuela para ayudar al pueblo maduro ha hambriento”.
El pasado martes, Pompeo, y su homólogo de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, conversaron sobre cómo hacer llegar ayuda humanitaria al pueblo venezolano, en lo que supone un desafío a la negativa de Nicolás Maduro.
Pompeo y Trujillo se reunieron durante algo más de una hora en el Departamento de Estado, en Washington.
El objetivo del encuentro, explicó a la prensa Trujillo, fue “trazar un camino de acción conjunta hacia adelante en lo que tiene que ver con Venezuela”, así como “evaluar” los resultados de la reunión del lunes del Grupo de Lima y debatir sobre cómo hacer llegar la ayuda humanitaria al país caribeño.
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La Patilla.
La ruta del oro venezolano: Cómo el gobierno convierte billetes sin valor en lingotes con ayuda de Turquía (Fotos)
febrero 10 2019, 9:02 am
Un hombre derrite oro en su taller en Puerto Ordaz, Venezuela, 7 de agosto de 2018. Fotografía tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Las operaciones financieras más exitosas de Venezuela en los últimos años no se han llevado a cabo en oficinas de Wall Street, sino en las caóticas minas de oro del sur de esa nación.
Por Corina Pons y Maria Ramirez/Reuters
Sumidos en la peor crisis económica de la historia moderna venezolana, un ejército de 300.000 buscadores de fortuna se ha trasladado a la selva, que guarda en sus entrañas la mayor reserva de metales preciosos del país, para ganarse la vida removiendo la tierra.
Con picos y palas ayudan a financiar al gobierno de Nicolás Maduro, que desde 2016 ha comprado 17 toneladas de oro, valoradas en 650 millones de dólares, según los datos más recientes del Banco Central de Venezuela (BCV) a mayo.
El esfuerzo de los mineros artesanales, como los define el gobierno, se ha traducido en vitales divisas para que la gestión del presidente Maduro financie importaciones de alimentos y productos básicos que escasean en Venezuela, aunque ellos reciban su pago en la deprimida moneda local.
Pero Estados Unidos está dispuesto a detener ese comercio de oro a fuerza de sanciones e intimidación.
La Casa Blanca presiona incluso al Banco de Inglaterra para que no libere unos 1.200 millones de dólares en lingotes de oro que Venezuela mantiene en sus bóvedas.
Funcionarios de Estados Unidos criticaron recientemente a una firma de inversión con sede en Abu Dabi por comprar oro venezolano, y advirtieron a otros operadores extranjeros de abstenerse de negociar más barras con Maduro.
Un envío de oro desde Venezuela a Emiratos Árabes Unidos se canceló hace unos días. Noor Capital, una firma de ese país, dijo que no tenía previsto hacer nuevas compras, tras haber adquirido tres toneladas de lingotes en Caracas el 21 de enero.
Aunque la política de compras de oro de Maduro es bien conocida, hasta ahora no quedaba claro cómo se ejecuta.
Reuters rastreó el camino que sigue el oro desde las polvorientas minas del sur hasta las bóvedas del banco central en Caracas, para más tarde ser enviado a refinerías en el extranjero a cambio de alimentos, según más de 30 personas que conocen o están involucradas en la operación, incluidos mineros, intermediarios, comerciantes, investigadores, diplomáticos y funcionarios.
Casi todas las fuentes pidieron hablar bajo anonimato porque no están autorizadas a divulgar estos temas, o por temor a represalias de autoridades venezolanas o estadounidenses.
Sus relatos reflejan el retrato de un experimento desesperado del gobierno socialista por obtener divisas a corto plazo cuando el bombeo de crudo, la principal fuente de divisas de la nación, está en mínimos y Maduro cuenta con cada vez menos margen de maniobra bajo las nuevas sanciones de Estados Unidos.
Con un sector minero formal casi extinguido tras la política de nacionalizaciones, Maduro se apoya en los miles de mineros que trabajan -la mayoría sin papeles- para extraer la riqueza mineral, una faena que tampoco recibe inversión estatal alguna.
Los mineros artesanales de oro trabajan en un molino en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
De esta manera, el gobierno toma ventaja de la agotadora labor de los mineros como José Aular, un adolescente que dice haber contraído malaria cinco veces en una peligrosa mina cerca de la frontera de Venezuela con Brasil.
En pantalones cortos y sin equipo de seguridad, Aular trabaja 12 horas diarias cargando sacos de tierra que procesa en un precario molino donde usa mercurio para amalgamar las partículas de oro, sin importar lo tóxico que su método le resulta.
Los accidentes son comunes en las zonas donde mueven las arenas o en las máquinas donde las procesan para conseguir oro, según relatan los mineros. También los enfrentamientos con armas de fuego y los maltratos.
“El gobierno sabe todo lo que pasa en las minas y le conviene, porque al final nuestro oro va a sus manos”, dijo Aular, de 18 años, en unos minutos que tomó de descanso.
Maduro también se apoya en la ayuda crucial del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para concretar su operación, un mandatario que como él desafía a la administración Trump.
Venezuela le vende la mayoría del oro a refinerías turcas y luego utiliza parte de los ingresos para comprar bienes de consumo masivo, según relatan personas con conocimiento directo de esas negociaciones.
Los paquetes de pasta turca y leche en polvo ahora forman parte de las cajas de alimentos que distribuye Maduro en su programa de subsidios. El comercio entre ambas naciones se multiplicó ocho veces el año pasado.
Pero el escrutinio sobre su esquema de ventas de oro se está intensificando a medida que la crisis política de Venezuela llega a un punto de ebullición.
En los últimos días, muchos países occidentales han reconocido al líder opositor de Venezuela, Juan Guaidó, como el presidente legítimo de la nación sudamericana.
Un hombre analiza una pieza de oro en su taller en Puerto Ordaz, Venezuela, el 7 de agosto de 2018. Foto tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Al contar con el respaldo de esos gobiernos, la oposición ha pedido a los compradores de oro del extranjero que dejen de hacer negocios con Maduro, que consideran que no tiene legitimidad en el cargo tras ganar unas cuestionadas elecciones.
“Vamos a proteger nuestro oro”, dijo a Reuters el diputado opositor Carlos Paparoni en una entrevista.
Todos quieren oro
La ruta del oro comienza en lugares como La Culebra, una zona de difícil acceso a una hora de la población de El Callao, al sur del país. Aquí, cientos de hombres trabajan la minería con precarias técnicas del siglo XIX. En cuadrillas bajan asidos a una cuerda por huecos de 30 metros de profundidad para llenar en sacos las arenas que luego transportan con poleas y tornos.
La explotación en esta y otras áreas de la selva afecta los frágiles ecosistemas forestales y facilita la propagación de mosquitos que transmiten enfermedades.
Los mineros además se quejan de la persecución de las fuerzas militares y de las mafias que controlan la zona, donde se registra una tasa de homicidios siete veces mayor al promedio nacional. Los ministerios de Defensa e Información de Venezuela no respondieron a las solicitudes de comentarios.
Aún así José Rondón, un minero de 47 años, se siente más seguro en su campamento minero. Llegó en 2016 desde la ciudad de San Félix, a unas seis horas de allí, con sus dos hijos adultos, cuando el salario como conductor de autobús no le alcanzaba para sobrevivir bajo la voraz inflación.
Los tres hombres obtienen apenas unos 10 gramos de oro al mes, pese a las docenas de sacos que extraen de la mina. Pero aún así ganan casi 20 veces más que antes.
Un hombre funde oro en su taller en la localidad de Puerto Ordaz, Venezuela, 7 de agosto de 2018. REUTERS/William Urdaneta
“Aquí uno saca mucho más”, dijo Rondón, descansando en una hamaca que colgaba en un pequeño campamento sin paredes.
Los mineros viajan a la población de El Callao para vender sus pepitas, la mayoría a comerciantes sin licencia, que operan en diminutas tiendas protegidas con alarmas y puertas de acero.
“El estado, todo el mundo está comprando oro, porque es lo que está dando”, dijo Jhony Díaz, un mayorista de la ciudad industrial de Puerto Ordaz, a unos 171 kilómetros de El Callao. Exhibe una autorización del Banco Central, que paga por adelantado las entregas de kilos de oro que hace cada tres días de las piezas que compró entre los agentes que viajan del sur.
Los comerciantes que le venden a Díaz suelen contar con dinero en efectivo para operar en El Callao y otros poblados que viven de la fiebre del oro, pues así le pagan a los mineros, que necesitan los billetes para comprar alimentos y suministros en esas zonas y enviar lo que les queda a sus familias.
El gobierno de Maduro logra adquirir el oro a través de intermediarios porque ofrece un precio por encima del mercado, la única forma de competir con los contrabandistas que sacan del país buena parte de los metales preciosos.
Y como la moneda de Venezuela vale menos cada día, las autoridades al pagar en bolívares, aceptan usar como referencia la tasa de cambio más ventajosa, que por años ha sido la del mercado negro, ignorando así el severo control de cambios que imponen al resto de la economía.
Las piezas compradas por el gobierno se funden en los hornos de Minerven, la empresa minera estatal, según un empleado de alto rango. Luego las barras se transportan a las bóvedas del Banco Central de Venezuela en la capital, Caracas, a 843 kilómetros de distancia desde la planta estatal en El Callao.
Aún cuando las reservas de oro del Banco Central se han desplomado a sus niveles más bajos en 75 años, el gobierno optó por vender todo el oro minero para pagar sus facturas y también parte de sus lingotes de máxima pureza, según dos funcionarios gubernamentales de alto rango.
El principal comprador del oro en estos días, según dijeron ambas fuentes, es Turquía.
Alianza por vía aérea
El plan de venta del oro de Maduro se aceleró a medida que mejoró el vínculo con Erdogan en Turquía. Ambos líderes han sido criticados internacionalmente por reprimir a la disidencia política y socavar normas democráticas para concentrar el poder.
“Sobre el oro, tenemos un modelo (…) que va muy bien, en el primer semestre vamos a triplicar la producción”, dijo Maduro a periodistas esta semana. “Nos sobran los compradores de oro”, agregó, sin mencionar a ninguno.
Un minero artesanal muestra una pieza de mercurio que se ha coagulado con pequeñas partículas de oro en un molino en El Callao, Venezuela, 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Una orden ejecutiva del 1 de noviembre firmada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impide que personas y entidades de ese país compren oro de Venezuela. Pero no se aplica a los extranjeros, y Ankara le aseguró al Departamento del Tesoro que todo el comercio entre Turquía y Venezuela se ha hecho al amparo del derecho internacional.
Venezuela anunció en diciembre de 2016 un vuelo directo de Caracas a Estambul con Turkish Airlines. La ruta sorprendió dada la baja demanda de viajeros entre las dos distantes naciones y las decenas de cortes de vuelos de otras aerolíneas.
Los datos de las aduanas muestran que esos aviones llevan algo más que pasajeros. El día de año nuevo, en 2018, desde Caracas el Banco Central despachó unos 36 millones de dólares en oro a Estambul por vía aérea. Se produjo pocas semanas después de una visita de estado que hiciera Maduro a Turquía.
Los envíos del año pasado sumaron 900 millones de dólares, equivalentes a unas 23 toneladas, según los datos del gobierno turco y los informes de aduanas.
El Banco Central ha estado vendiendo su oro minero directamente a compañías y refinadores turcos, según dos altos funcionarios venezolanos. Los ingresos van al estatal Banco Nacional de Desarrollo de Venezuela, Bandes, para comprar productos de consumo masivo en Turquía, dijeron las fuentes.
Entre los compradores del metal está la Refinería de Oro en Estambul (IGR, según sus siglas en inglés) y la firma Sardes Kiymetli Mandele, una comercializadora de oro en ese país, según una persona que trabaja en la industria del oro en Turquía, un diplomático en Caracas y los dos altos funcionarios venezolanos.
La directora general de IGR, Aysan Esen, negó en una entrevista con Reuters que la compañía haya estado involucrada en cualquier negocio de oro con Venezuela. En otra respuesta por escrito confirmó que se reunió con funcionarios venezolanos y turcos en Estambul en abril para ofrecer sus opiniones sobre cómo cumplir con las normas internacionales.
Esen dijo que le hizo saber al gobierno turco que trabajar con Venezuela “no sería correcto para las instituciones líderes o el Estado”.
En cuanto a Sardes Kiymetli Mandele, nadie en sus oficinas de Estambul respondió a las preguntas de Reuters.
Un minero artesanal muestra una pieza de mercurio que se ha coagulado con pequeñas partículas de oro en un molino en El Callao, Venezuela, 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Meses después que entró el oro a Turquía, productos que demoran 60 días en llegar desde ese país empezaron a venderse en supermercados y las cajas de alimentos que distribuye el gobierno de Maduro.
A principios de diciembre, 54 contenedores de leche en polvo turca se descargaron en el puerto de La Guaira, muy cerca de Caracas, según los registros portuarios vistos por Reuters.
La compañía con sede en Estambul que lo comercializó, Mulberry Proje Yatirim, comparte una dirección con Marilyns Proje Yatirin, una empresa que formó una firma mixta con la minera estatal de Venezuela el año pasado, según documentos presentados en una gaceta del registro comercial turco en septiembre.
Las empresas no respondieron a una solicitud de comentarios.
Las señales que dicen “Oro y plata” se ven fuera de una tienda en San Félix, Venezuela, el 7 de agosto de 2018. Foto tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Incluso los críticos de Maduro reconocen que el plan de vender oro le resultó un buen truco de alquimia: pagaron a mineros sin papeles en la depreciada moneda local y a cambio obtuvieron metales preciosos que vendieron a 10.000 kilómetros.
“El gobierno optó por sumergirse en operaciones oscuras y mecanismos inusuales de intercambio comercial”, dijo el economista y diputado opositor venezolano Ángel Alvarado. “Lo hacen por la desesperación de mantenerse en el poder a toda costa”. Reuters
Los mineros artesanales viajan en la parte trasera de un camión en su camino hacia una mina de oro en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales de oro caminan por una calle en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales de oro caminan por una calle en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los oficiales de policía en motocicletas llegan al molino de oro en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales trabajan en una mina de oro salvaje en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales trabajan en una mina de oro salvaje en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
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febrero 10 2019, 9:02 am
Un hombre derrite oro en su taller en Puerto Ordaz, Venezuela, 7 de agosto de 2018. Fotografía tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Las operaciones financieras más exitosas de Venezuela en los últimos años no se han llevado a cabo en oficinas de Wall Street, sino en las caóticas minas de oro del sur de esa nación.
Por Corina Pons y Maria Ramirez/Reuters
Sumidos en la peor crisis económica de la historia moderna venezolana, un ejército de 300.000 buscadores de fortuna se ha trasladado a la selva, que guarda en sus entrañas la mayor reserva de metales preciosos del país, para ganarse la vida removiendo la tierra.
Con picos y palas ayudan a financiar al gobierno de Nicolás Maduro, que desde 2016 ha comprado 17 toneladas de oro, valoradas en 650 millones de dólares, según los datos más recientes del Banco Central de Venezuela (BCV) a mayo.
El esfuerzo de los mineros artesanales, como los define el gobierno, se ha traducido en vitales divisas para que la gestión del presidente Maduro financie importaciones de alimentos y productos básicos que escasean en Venezuela, aunque ellos reciban su pago en la deprimida moneda local.
Pero Estados Unidos está dispuesto a detener ese comercio de oro a fuerza de sanciones e intimidación.
La Casa Blanca presiona incluso al Banco de Inglaterra para que no libere unos 1.200 millones de dólares en lingotes de oro que Venezuela mantiene en sus bóvedas.
Funcionarios de Estados Unidos criticaron recientemente a una firma de inversión con sede en Abu Dabi por comprar oro venezolano, y advirtieron a otros operadores extranjeros de abstenerse de negociar más barras con Maduro.
Un envío de oro desde Venezuela a Emiratos Árabes Unidos se canceló hace unos días. Noor Capital, una firma de ese país, dijo que no tenía previsto hacer nuevas compras, tras haber adquirido tres toneladas de lingotes en Caracas el 21 de enero.
Aunque la política de compras de oro de Maduro es bien conocida, hasta ahora no quedaba claro cómo se ejecuta.
Reuters rastreó el camino que sigue el oro desde las polvorientas minas del sur hasta las bóvedas del banco central en Caracas, para más tarde ser enviado a refinerías en el extranjero a cambio de alimentos, según más de 30 personas que conocen o están involucradas en la operación, incluidos mineros, intermediarios, comerciantes, investigadores, diplomáticos y funcionarios.
Casi todas las fuentes pidieron hablar bajo anonimato porque no están autorizadas a divulgar estos temas, o por temor a represalias de autoridades venezolanas o estadounidenses.
Sus relatos reflejan el retrato de un experimento desesperado del gobierno socialista por obtener divisas a corto plazo cuando el bombeo de crudo, la principal fuente de divisas de la nación, está en mínimos y Maduro cuenta con cada vez menos margen de maniobra bajo las nuevas sanciones de Estados Unidos.
Con un sector minero formal casi extinguido tras la política de nacionalizaciones, Maduro se apoya en los miles de mineros que trabajan -la mayoría sin papeles- para extraer la riqueza mineral, una faena que tampoco recibe inversión estatal alguna.
Los mineros artesanales de oro trabajan en un molino en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
De esta manera, el gobierno toma ventaja de la agotadora labor de los mineros como José Aular, un adolescente que dice haber contraído malaria cinco veces en una peligrosa mina cerca de la frontera de Venezuela con Brasil.
En pantalones cortos y sin equipo de seguridad, Aular trabaja 12 horas diarias cargando sacos de tierra que procesa en un precario molino donde usa mercurio para amalgamar las partículas de oro, sin importar lo tóxico que su método le resulta.
Los accidentes son comunes en las zonas donde mueven las arenas o en las máquinas donde las procesan para conseguir oro, según relatan los mineros. También los enfrentamientos con armas de fuego y los maltratos.
“El gobierno sabe todo lo que pasa en las minas y le conviene, porque al final nuestro oro va a sus manos”, dijo Aular, de 18 años, en unos minutos que tomó de descanso.
Maduro también se apoya en la ayuda crucial del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para concretar su operación, un mandatario que como él desafía a la administración Trump.
Venezuela le vende la mayoría del oro a refinerías turcas y luego utiliza parte de los ingresos para comprar bienes de consumo masivo, según relatan personas con conocimiento directo de esas negociaciones.
Los paquetes de pasta turca y leche en polvo ahora forman parte de las cajas de alimentos que distribuye Maduro en su programa de subsidios. El comercio entre ambas naciones se multiplicó ocho veces el año pasado.
Pero el escrutinio sobre su esquema de ventas de oro se está intensificando a medida que la crisis política de Venezuela llega a un punto de ebullición.
En los últimos días, muchos países occidentales han reconocido al líder opositor de Venezuela, Juan Guaidó, como el presidente legítimo de la nación sudamericana.
Un hombre analiza una pieza de oro en su taller en Puerto Ordaz, Venezuela, el 7 de agosto de 2018. Foto tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Al contar con el respaldo de esos gobiernos, la oposición ha pedido a los compradores de oro del extranjero que dejen de hacer negocios con Maduro, que consideran que no tiene legitimidad en el cargo tras ganar unas cuestionadas elecciones.
“Vamos a proteger nuestro oro”, dijo a Reuters el diputado opositor Carlos Paparoni en una entrevista.
Todos quieren oro
La ruta del oro comienza en lugares como La Culebra, una zona de difícil acceso a una hora de la población de El Callao, al sur del país. Aquí, cientos de hombres trabajan la minería con precarias técnicas del siglo XIX. En cuadrillas bajan asidos a una cuerda por huecos de 30 metros de profundidad para llenar en sacos las arenas que luego transportan con poleas y tornos.
La explotación en esta y otras áreas de la selva afecta los frágiles ecosistemas forestales y facilita la propagación de mosquitos que transmiten enfermedades.
Los mineros además se quejan de la persecución de las fuerzas militares y de las mafias que controlan la zona, donde se registra una tasa de homicidios siete veces mayor al promedio nacional. Los ministerios de Defensa e Información de Venezuela no respondieron a las solicitudes de comentarios.
Aún así José Rondón, un minero de 47 años, se siente más seguro en su campamento minero. Llegó en 2016 desde la ciudad de San Félix, a unas seis horas de allí, con sus dos hijos adultos, cuando el salario como conductor de autobús no le alcanzaba para sobrevivir bajo la voraz inflación.
Los tres hombres obtienen apenas unos 10 gramos de oro al mes, pese a las docenas de sacos que extraen de la mina. Pero aún así ganan casi 20 veces más que antes.
Un hombre funde oro en su taller en la localidad de Puerto Ordaz, Venezuela, 7 de agosto de 2018. REUTERS/William Urdaneta
“Aquí uno saca mucho más”, dijo Rondón, descansando en una hamaca que colgaba en un pequeño campamento sin paredes.
Los mineros viajan a la población de El Callao para vender sus pepitas, la mayoría a comerciantes sin licencia, que operan en diminutas tiendas protegidas con alarmas y puertas de acero.
“El estado, todo el mundo está comprando oro, porque es lo que está dando”, dijo Jhony Díaz, un mayorista de la ciudad industrial de Puerto Ordaz, a unos 171 kilómetros de El Callao. Exhibe una autorización del Banco Central, que paga por adelantado las entregas de kilos de oro que hace cada tres días de las piezas que compró entre los agentes que viajan del sur.
Los comerciantes que le venden a Díaz suelen contar con dinero en efectivo para operar en El Callao y otros poblados que viven de la fiebre del oro, pues así le pagan a los mineros, que necesitan los billetes para comprar alimentos y suministros en esas zonas y enviar lo que les queda a sus familias.
El gobierno de Maduro logra adquirir el oro a través de intermediarios porque ofrece un precio por encima del mercado, la única forma de competir con los contrabandistas que sacan del país buena parte de los metales preciosos.
Y como la moneda de Venezuela vale menos cada día, las autoridades al pagar en bolívares, aceptan usar como referencia la tasa de cambio más ventajosa, que por años ha sido la del mercado negro, ignorando así el severo control de cambios que imponen al resto de la economía.
Las piezas compradas por el gobierno se funden en los hornos de Minerven, la empresa minera estatal, según un empleado de alto rango. Luego las barras se transportan a las bóvedas del Banco Central de Venezuela en la capital, Caracas, a 843 kilómetros de distancia desde la planta estatal en El Callao.
Aún cuando las reservas de oro del Banco Central se han desplomado a sus niveles más bajos en 75 años, el gobierno optó por vender todo el oro minero para pagar sus facturas y también parte de sus lingotes de máxima pureza, según dos funcionarios gubernamentales de alto rango.
El principal comprador del oro en estos días, según dijeron ambas fuentes, es Turquía.
Alianza por vía aérea
El plan de venta del oro de Maduro se aceleró a medida que mejoró el vínculo con Erdogan en Turquía. Ambos líderes han sido criticados internacionalmente por reprimir a la disidencia política y socavar normas democráticas para concentrar el poder.
“Sobre el oro, tenemos un modelo (…) que va muy bien, en el primer semestre vamos a triplicar la producción”, dijo Maduro a periodistas esta semana. “Nos sobran los compradores de oro”, agregó, sin mencionar a ninguno.
Un minero artesanal muestra una pieza de mercurio que se ha coagulado con pequeñas partículas de oro en un molino en El Callao, Venezuela, 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Una orden ejecutiva del 1 de noviembre firmada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impide que personas y entidades de ese país compren oro de Venezuela. Pero no se aplica a los extranjeros, y Ankara le aseguró al Departamento del Tesoro que todo el comercio entre Turquía y Venezuela se ha hecho al amparo del derecho internacional.
Venezuela anunció en diciembre de 2016 un vuelo directo de Caracas a Estambul con Turkish Airlines. La ruta sorprendió dada la baja demanda de viajeros entre las dos distantes naciones y las decenas de cortes de vuelos de otras aerolíneas.
Los datos de las aduanas muestran que esos aviones llevan algo más que pasajeros. El día de año nuevo, en 2018, desde Caracas el Banco Central despachó unos 36 millones de dólares en oro a Estambul por vía aérea. Se produjo pocas semanas después de una visita de estado que hiciera Maduro a Turquía.
Los envíos del año pasado sumaron 900 millones de dólares, equivalentes a unas 23 toneladas, según los datos del gobierno turco y los informes de aduanas.
El Banco Central ha estado vendiendo su oro minero directamente a compañías y refinadores turcos, según dos altos funcionarios venezolanos. Los ingresos van al estatal Banco Nacional de Desarrollo de Venezuela, Bandes, para comprar productos de consumo masivo en Turquía, dijeron las fuentes.
Entre los compradores del metal está la Refinería de Oro en Estambul (IGR, según sus siglas en inglés) y la firma Sardes Kiymetli Mandele, una comercializadora de oro en ese país, según una persona que trabaja en la industria del oro en Turquía, un diplomático en Caracas y los dos altos funcionarios venezolanos.
La directora general de IGR, Aysan Esen, negó en una entrevista con Reuters que la compañía haya estado involucrada en cualquier negocio de oro con Venezuela. En otra respuesta por escrito confirmó que se reunió con funcionarios venezolanos y turcos en Estambul en abril para ofrecer sus opiniones sobre cómo cumplir con las normas internacionales.
Esen dijo que le hizo saber al gobierno turco que trabajar con Venezuela “no sería correcto para las instituciones líderes o el Estado”.
En cuanto a Sardes Kiymetli Mandele, nadie en sus oficinas de Estambul respondió a las preguntas de Reuters.
Un minero artesanal muestra una pieza de mercurio que se ha coagulado con pequeñas partículas de oro en un molino en El Callao, Venezuela, 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Meses después que entró el oro a Turquía, productos que demoran 60 días en llegar desde ese país empezaron a venderse en supermercados y las cajas de alimentos que distribuye el gobierno de Maduro.
A principios de diciembre, 54 contenedores de leche en polvo turca se descargaron en el puerto de La Guaira, muy cerca de Caracas, según los registros portuarios vistos por Reuters.
La compañía con sede en Estambul que lo comercializó, Mulberry Proje Yatirim, comparte una dirección con Marilyns Proje Yatirin, una empresa que formó una firma mixta con la minera estatal de Venezuela el año pasado, según documentos presentados en una gaceta del registro comercial turco en septiembre.
Las empresas no respondieron a una solicitud de comentarios.
Las señales que dicen “Oro y plata” se ven fuera de una tienda en San Félix, Venezuela, el 7 de agosto de 2018. Foto tomada el 7 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Incluso los críticos de Maduro reconocen que el plan de vender oro le resultó un buen truco de alquimia: pagaron a mineros sin papeles en la depreciada moneda local y a cambio obtuvieron metales preciosos que vendieron a 10.000 kilómetros.
“El gobierno optó por sumergirse en operaciones oscuras y mecanismos inusuales de intercambio comercial”, dijo el economista y diputado opositor venezolano Ángel Alvarado. “Lo hacen por la desesperación de mantenerse en el poder a toda costa”. Reuters
Los mineros artesanales viajan en la parte trasera de un camión en su camino hacia una mina de oro en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales de oro caminan por una calle en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales de oro caminan por una calle en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los oficiales de policía en motocicletas llegan al molino de oro en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales trabajan en una mina de oro salvaje en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
Los mineros artesanales trabajan en una mina de oro salvaje en El Callao, Venezuela, el 8 de agosto de 2018. Foto tomada el 8 de agosto de 2018. REUTERS / William Urdaneta
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Re: NOTICIA DE VENEZUELA
URGENTE: GUAIDÓ SE DIRIGE AL PAÍS - LA AYUDA ENTRARÁ SI O SI
marinawais- Reportero total
Diario Las Américas.
Guaidó asegura que ya fue entregado primer cargamento de ayuda en Venezuela
11 de febrero de 2019 - 16:02
Cargamentos con ayudas llegaron a la ciudad de Cúcuta, en Colombia, la semana pasada, pero el régimen de Nicolás Maduro bloqueó con contenedores de camiones uno de los puentes por donde podría ingresar.
Juan Guaidó, presidente encargado de Venezuela.
EFE/Leonardo MuñozCARACAS.- El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, informó este lunes que ya fue entregado el primer cargamento de la ayuda humanitaria que gestiona desde hace días y que el régimen de Nicolás Maduro ha estado bloqueando.
"Cumpliendo con nuestras competencias, hoy entregamos el primer cargamento de insumos de la ayuda humanitaria a la Asociación de Centros de Salud (ASSOVEC) con 85 mil suplementos que se traducen en 1.700.000 raciones nutricionales para niños y 4.500 suplementos para embarazadas", dijo Guaidó en su cuenta de Twitter.
Guaidó, que se proclamó como presidente encargado y fue reconocido como tal por más de 40 países de Europa y América, lidera una operación para hacer llegar a Venezuela ayuda humanitaria enviada por una coalición internacional.
- LEA TAMBIÉN: Veppex pide a Guaidó que solicite a EEUU estatuto especial para 70.000 venezolanos
En ese sentido, señaló, siempre en Twitter, que este primer cargamento de ayudas "representa 20 raciones para cada beneficiario, y corresponde a la primera fase de atención a las poblaciones más vulnerables" de la crisis humanitaria que, asegura, atraviesa Venezuela.
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Juan Guaidó
@jguaido
[ltr]Cumpliendo con nuestras competencias, hoy entregamos el primer cargamento de insumos de la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] a la Asociación de Centros de Salud (AVESSOC)
con 85 mil suplementos que se traducen en 1.700.000 raciones nutricionales para niños y 4.500 suplementos para embarazadas.[/ltr]
13 mil
16:15 - 11 feb. 2019
"¡A todos los países que están siendo partícipes y cooperadores, a todos los que se están sumando al voluntariado, avanzamos con fuerza! ¡Juntos vamos a lograr la ayuda humanitaria en Venezuela!", añadió.
- LEA TAMBIÉN: Venezolanos marcharán este 12 de febrero para exigir el ingreso de la ayuda humanitaria
Cargamentos con ayudas llegaron a la ciudad de Cúcuta, en Colombia, la semana pasada, pero el régimen de Maduro bloqueó con contenedores de camiones uno de los puentes por donde podría ingresar, y el propio Maduro aseveró que esas donaciones son un "regalo podrido" que tiene el "veneno de la humillación".
Guaidó acusó el domingo a Maduro y a su régimen de ser "casi genocidas" por bloquear el ingreso de las ayudas y aseguró que de esta manera "asesinan por acción y omisión".
Guaidó también pidió a los militares que permitan el ingreso de las ayudas y le den la espalda a Maduro, un llamado, este último que repite en casi cada alocución.
"Depende de ustedes no seguir haciendo el ridículo como lo ordena (el palacio presidencial de) Miraflores. Sino hacer valer el orgullo de un uniforme. Depende de ustedes que (el uniforme) recupere lustro, el honor y la simpatía de millones de venezolanos", dijo el domingo.
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Diario Las Américas.
Representante de Guaidó llega a Brasil e inicia gestiones para ayuda humanitaria
11 de febrero de 2019 - 15:02
María Teresa Belandria indicó que la ayuda humanitaria fue el principal punto tratado en una reunión que tuvo con el canciller brasileño, Ernesto Araújo, quien recibió sus credenciales.
FUENTE: Con información de EFE
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11 de febrero de 2019 - 15:02
María Teresa Belandria indicó que la ayuda humanitaria fue el principal punto tratado en una reunión que tuvo con el canciller brasileño, Ernesto Araújo, quien recibió sus credenciales.
María Teresa Belandria, designada nueva embajadora del Gobierno de Juan Guaidó, presenta sus credenciales en Brasil.
EFE/ Joédson AlvesBRASILIA.- María Teresa Belandria, designada nueva "embajadora" de Venezuela en Brasil por el presidente encargado, Juan Guaidó, presentó este lunes sus credenciales al Gobierno de Jair Bolsonaro y dijo que "desde ya" coordinará la entrega de la ayuda humanitaria a su país.
"Comenzamos a avanzar hacia una relación política plena con el Gobierno de Brasil, que se ha comprometido a "dar todo el apoyo posible" para la instalación de un centro de acopio de esa ayuda en la frontera con Venezuela, dijo Belandria a periodistas.
La representante de Guaidó, quien se juramentó presidente encargado de Venezuela el pasado 23 de enero, indicó que la ayuda humanitaria fue el principal punto tratado en una reunión que tuvo con el canciller brasileño, Ernesto Araújo, quien recibió sus credenciales.
"En este momento, damos total prioridad a la ayuda humanitaria", pues "los venezolanos precisan con urgencia medicinas y alimentos", señaló Belandria, quien señaló que el centro de acopio estará en el estado de Roraima, en el norte de Brasil y fronterizo con Venezuela.
Belandria estuvo acompañada por Lester Toledo, designado por Guaidó como "coordinador" de esa ayuda, quien dijo que el centro de acopio será instalado "en los próximos días"y concentrará alimentos y medicinas que serán donados tanto por el Gobierno y la empresa privada de Brasilcomo de otros países.
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"En las próximas semanas estarán llegando cientos de toneladas" de ayuda, indicó Toledo, quien precisó que a la iniciativa se han sumado organismos oficiales brasileños, entre los que citó los ministerios de Salud y Defensa.
"El de Roraima será el segundo gran centro de acopio, después del de Cúcuta", en Colombia, garantizó el representante de Guaidó.
Según Toledo, aún no se ha definido cómo ingresará a Venezuela esa ayuda, que el régimen de Nicolás Maduro, desconocido tanto por Brasil como por decenas de otros países, se niega a recibir.
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Sin embargo, apuntó que "va a pasar acompañada por gente", por "los venezolanos que desean la llegada de la ayuda y de la libertad" y que tendrán a su lado a "los soldados de la Patria", en alusión a los militares de su país.
Toledo afirmó que los militares venezolanos "solo esperan una orden" para permitir el ingreso de la ayuda humanitaria, "pues ellos saben que esa comida y esas medicinas serán también para sus hijos, para sus familias".
Subrayó además que la ayuda humanitaria para su país "es ahora una realidad" y apuntó que conseguirla "costó la vida de cientos de cientos de personas que murieron" en protestas contra Maduro y aún "cuesta la prisión de cientos" de opositores.
Belandria agradeció el "enorme apoyo" dado por el Gobierno de Bolsonaro a "la lucha por la libertad de Venezuela" y dijo que "la idea no es hacer una diplomacia tradicional" en Brasil, sino "estar con los venezolanos en la frontera".
Según la representante de Guaidó, el apoyo de Brasil y de buena parte de la comunidad internacional permitirá que en un corto plazo "termine la pesadilla", en alusión al régimen de Maduro.
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