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La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos”

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La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos” Empty La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos”

Mensaje por lilian Miér Jun 05, 2013 8:18 pm

La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos”



Publicado el 6/05/13 • en el tema EL MUNDO EN CRISIS • Visitas 261 , 261 en este día • La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos” Printer_famfamfam Imprime este Artículo







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La Otan busca controlar el mundo a través de “acuerdos colombianos” 20130222_130222b0121370376169

AVN.- El desconcertante anuncio que hizo el presidente
colombiano, Juan Manuel Santos, de que en semanas su país suscribirá un
acuerdo de cooperación con la Organización del Tratado del Atlántico
Norte convierten a Colombia en la primera nación de América Latina y El
Caribe en manifestar su voluntad de incorporarse formalmente a las
actividades de la alianza militar más poderosa del mundo, responsable de
las invasiones a Afganistán, Irak y Libia.


Aunque el esquema ha venido aclarándose con los días, lo que firmará
Colombia, en principio, es un acuerdo de intercambio de información
privilegiada con esta alianza militar que supondrá, en el tiempo, nuevas
posibilidades de cooperación como la de las acciones operativas
conjuntas.

El esquema de “socio” de la Otan ha sido la fórmula para que la
alianza de Estados Unidos y las potencias occidentales incrementen en el
siglo XXI el control y la presencia militar en todos los continentes,
al punto de que hoy la organización cuenta con 28 miembros, unos 50
socios y aspira, en los próximos años, a expandir la sociedad a unos
140 países.

Los grados de compromiso varían de lo estratégico a lo operativo,
pero al evaluar las características de los socios en Asia puede decirse
que la Otan firma acuerdos para alcanzar, según ellos, cuatro objetivos
fundamentales: mantener la paz, realizar operativos humanitarios en
casos de desastres naturales, mantener la seguridad marítima y
participar en planes de defensa conjunta y lucha antiterrorista.

Para velar por estos objetivos, el esquema implica la realización de
ejercicios militares conjuntos (aéreos y marítimos), el establecimiento
de bases militares permanentes en el territorio del socio, intercambio
privilegiado de información, traslado de tropas a otros escenarios de
guerra o conflicto internacional y en general un aumento del gasto
militar de los países suscribientes.

El modelo usado por la Otan en Afganistán, donde han participado unos
50 países en la invasión y en la “reconstrucción” del país -ensayado
también en Irak y Libia- hacen pensar que el esquema de sociedad sirve
para garantizar el uso de tropas sin que Estados Unidos y las potencias
aliadas se sacrifiquen directamente sobre el terreno.

He aquí el vuelco que ha dado la Otan desde que nació, en 1949, hasta
su nueva modalidad de fuerza militar multinacional y omnipresente que
busca penetrar a la región latinoamericana, en particular a Suramérica.

El origen de la historia

La Organización del Tratado de Atlántico Norte (Otan) ha cambiado
mucho desde que se formó el 4 de abril de 1949, en la ciudad de
Washington, con la participación de 10 naciones europeas, Estados Unidos
y Canadá.

Creada con el espíritu de la defensa mutua entre socios, la Otan en
la práctica se desplegó en todo el planeta (a través de pactos
regionales que le permitieron intervenir en Asia, el Medio Oriente y
Africa) para neutralizar la expansión del comunismo, al punto que
terminó convirtiéndose en el gran brazo armado de Occidente durante la
llamada Guerra Fría.

El poderoso arsenal nuclear que creció al cobijo de las potencias
occidentales (Estados Unidos, Inglaterra y Francia a la cabeza) la hizo
convertirse en el gran poder militar del mundo y lentamente fue
expandiéndose, con distintas afiliaciones, a casi toda la Europa
Occidental.

Aún se recuerda la polémica que causó el ingreso en 1982 de la España
“socialista” en el Tratado del Atlántico Norte, un paso que alineó
definitivamente al Partido Socialista Obrero Español a los principios
básicos de acción de esta organización, es decir, lo hizo dependiente de
la defensa internacional de la democracia, los derechos humanos y el
respeto a la ley, según los parámetros e intereses impuestos por Estados
Unidos y las principales potencias de la organización (que son las que
toman las verdaderas decisiones dentro de la Otan).

Después de la caída del comunismo y la desintegración de la Unión
Soviética, a principios de los años 90, la Otan se reestructura con
miras a identificar y construir otro “enemigo”, por eso desplaza todas
sus energías para conseguir nuevos parámetros que garanticen la
“seguridad y estabilidad” de las grandes potencias occidentales.

Su intervención en la guerra de Yugoslavia, en 1996, inauguró los
llamados bombardeos por “razones humanitarias”, que convirtieron a la
Otan en un nuevo actor global, con capacidad para intervenir en
conflictos internos y guerras entre países, sin la aprobación previa de
la ONU, siempre en nombre de la “democracia y los derechos humanos
universales”.

En 1999 la organización inició una estrategia agresiva de afiliación
con la incorporación de países como Hungría, Polonia y la República
Checa, lo que inauguró una nueva era de expansión hacia la Europa
oriental, en un intento por maniatar a Rusia (el proyecto del escudo
antimisiles se inserta en esta estrategia) y erradicar definitivamente
el fantasma del comunismo en las ex repúblicas soviéticas.

Al cerrar el siglo XX, la Otan era una organización de 28 miembros
(comenzó con 12 en 1949), anunciando de esta manera la tendencia de lo
que algunos internacionalistas han llamado la “otanización del mundo”,
es decir, la presencia militar cada vez más creciente de esta
organización en todas las regiones del planeta.

El siglo XXI y la política de socios

Con el ataque a las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, Estados
Unidos y sus aliados definen el nuevo enemigo global en el siglo XXI: el
terrorismo. En nombre del terrorismo se ensaya en Afganistán un nuevo
rol de la Otan como brazo armado multinacional para intervenir
militarmente en países acusados o señalados, por esta misma
organización, de ser una “amenaza a la seguridad global”.

La Otan desarrolla sobre el terreno afgano, a partir de 2003, un
modelo de acción militar llamado Fuerza Internacional para la Seguridad
(IZAF, siglas en inglés) a través del cual no sólo participan en la
operación sus miembros tradicionales sino otros ejércitos de diversas
naciones del mundo, al punto que en los últimos diez años han
participado unos 50 países, muchos de ellos, hoy “socios” especiales de
la organización.

Estos socios son esencialmente “naciones aportadoras de tropa” que
además cumplen tareas de “reconstrucción” en el país (con potenciales
negocios para todos). En Afganistán se mantienen actualmente 15 de estos
socios: Armenia, Australia, Azerbayán, Bahrein, Georgia, Japón,
Jordania, Kazajistán, Malasia, Mongolia, Nueva Zelanda, Singapur, Corea
del Sur, Tonga, Turquía y Emiratos Árabes.

Afganistán, como dice Rick Rozoff, fundador de la organización contra
la militarización del mundo Stop-Nato, ha sido un laboratorio
privilegiado para unificar los intereses de Occidente y Oriente y
solidificar con ello el dominio de la Otan en esta región clave de la
geopolítica mundial. De esta manera, Estados Unidos y sus potencias
aliadas, a través de “asociaciones pragmáticas, eficaces y flexibles”
con otros países, mantiene su presencia y control militar en diferentes
terrenos, conflictos y áreas estratégicas, sin necesidad de exponerse
directamente.

La ampliación de los aliados con esta condición de “socios” le ha
permitido a Estados Unidos y a las potencias occidentales avanzar en sus
dominios, sin necesidad de “democratizar” o “pluralizar” sus intereses
dentro de la organización.

Socios estratégicos y operativos

En la primera década del siglo XXI, la Otan logró consolidar socios
en el norte de África, en el Golfo Pérsico y el Mar Báltico (Georgia)
que han repotenciado su poder e influencia, de acuerdo a lo que Michito
Tsuruoka, miembro del Instituto Nacional de Estudios de la Defensa de
Japón, denomina los objetivos “estratégicos, institucionales, operativos
y de interpoblación” de la organización.

Un modelo que le ha servido desde noviembre de 2010 para establecer
una política agresiva de asociación en el sur del Pacífico, que le ha
permitido a la Otan ganarse el apoyo de países como Australia, Nueva
Zelanda, Singapur, Corea del Sur, Japón, Filipinas y prácticamente la
decena de países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste
Asiático-Asean (salvo China), con las que realiza periódicos ejercicios
militares, mantiene bases permanentes en sus territorios e intercambia
información privilegiada sobre los potenciales enemigos de Estados
Unidos y sus aliados en la organización.

Si en los 90 la Otan intentó aislar a Rusia ganando socios
permanentes en Europa oriental, en el siglo XXI los intereses se han
centrado en limitar a China, la gran potencia emergente del sudeste
asiático, con sociedades flexibles y eficaces. Ya lo decía en abril de
2011 el Secretario General de la organización, el danés Anders
Rasmussen: “Estamos dispuestos a desarrollar el diálogo político y la
cooperación práctica con cualquier nación y con las organizaciones
relevantes de todo el mundo que compartan nuestros intereses”.

Tsuruoka dice que las sociedades en el Pacífico alrededor de China se
han establecido para alcanzar cuatro objetivos político-militares:
mantener la paz, realizar operativos humanitarios en casos de desastres
naturales, mantener la seguridad marítima y participar en planes de
defensa conjunta y lucha antiterrorista.

La premisa para ser socio de la Otan es en apariencia básica: “ser
una nación pacífica, responsable y que contribuya a la seguridad
global”, el problema viene cuando estas tres virtudes deben coincidir
con los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Los acuerdos que se suelen establecer privilegian lo estratégico,
como en el caso de Japón y Corea del Sur (lo que prevalece es elaborar
planes militares conjuntos para mantener la estabilidad en el sudeste
asiático) o los acuerdos operacionales como los suscritos con países
como Australia, Nueva Zelanda y Singapur, donde lo importante es que los
ejércitos participen en operaciones militares de la Otan para mejorar
su capacidad operativa, su formación profesional y la experiencia
bélica, a cambio de intercambio privilegiado de información.

La guerra como pulmón del capitalismo

El modelo de socios que comparten intereses, aplicado en Afganistán,
fue ensayado posteriormente en Irak en 2003, en Libia en 2011 y ahora se
quiere probar en naciones como Siria e Irán. Con más de 50 socios en
este momento, según Rozoff (ninguno en América Latina y El Caribe hasta
el anuncio de Colombia), los arquitectos de la Otan esperan hacerla
llegar, en los próximos años, a unos 140 socios, lo que la convertiría
en una fuerza militar descomunal y omnipresente, sin contrapreso en todo
el planeta.

Lo que está claro en esta “otanización” del mundo es el carácter
económico que la fórmula tiene. Para hacerse una idea, mientras Estados
Unidos y Europa entraron en su crisis financiera, que provocó inhumanos
recortes en las políticas sociales de estos países a partir de 2008, el
presupuesto militar no sólo se ha mantenido sino que se ha incrementado
en algunos casos.

En el más reciente informe del Instituto Internacional Sipri, con
sede en Suecia, se dice que Estados Unidos aporta 33% del gasto militar
del planeta, estimado en 1,75 billones de dólares al año. De ese monto,
la Otan consume 1 billón de dolares, el 57% del gasto militar mundial.

Estas cifras lo que indican es que la industria militar es el gran
pulmón del capitalismo en el siglo XXI y Estados Unidos el principal
beneficiario de este esquema, no sólo porque es el gran productor de
armamentos y tecnología militar, sino además porque presiona a los
socios de la Otan para que compren su armamento y dediquen mayor
presupuesto al gasto militar.

Nada más en el 2012 el gasto militar en Europa Oriental aumento 15%,
en el Medio Oriente 8% y en África 7,8%, según el Sipri. Italia, uno de
los países que más ha sufrido el efecto de los recortes sociales,
invirtió en gasto militar 34.000 millones de dólares en 2012.

La Otan, por tanto, no sólo busca controlar el mundo militarmente,
sino además la guerra se ha convertido en el negocio más lucrativo con
el que están sobreviviendo las grandes potencias, empezando por Estados
Unidos, aquejadas hoy por la fuerte crisis financiera.
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