El capitalismo (neoliberal) ha muerto. ¡Viva el capitalismo corporativista!
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El capitalismo (neoliberal) ha muerto. ¡Viva el capitalismo corporativista!
ALAI, América Latina en Movimiento 2013-01-21 El capitalismo (neoliberal) ha muerto. ¡Viva el capitalismo corporativista! Alberto Rabilotta |
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En el anterior artículo (¿Signos de desbandada neoliberal?)
pasamos revista a la grave y persistente situación de las economías
reales en los países del llamado “capitalismo avanzado”, y del comienzo
de reconocimiento -por parte de economistas y políticos-, que el
neoliberalismo y las recetas de austeridad han puesto el capitalismo a
la defensiva y que los ingredientes para estallidos sociales ya existen
en muchos países. En ese contexto se escuchan ahora voces de la clase
dominante que afirman que ya se superó la crisis, y otras que plantean
hacer cambios para mantener un sistema que comienza a tambalearse.
Hace siete décadas, al analizar las
causas y los efectos del desplome de las economías durante la Gran
Depresión de los años 30 del siglo 20, Karl Polanyi escribía que en el
momento en que la sociedad comenzó a buscar cómo protegerse de los
peligros inherentes a un sistema de mercado autorregulado, cada país del
capitalismo industrial fue tomando –cada uno por su cuenta- medidas de
orden social y económico, pero las diferencias políticas tenían como
contrapartida una “semejanza entre los regimenes nacientes, el fascismo,
el socialismo y el New Deal, pero esta era únicamente su común abandono de los principios del laissez-faire” (1)
La respuesta común a la dictadura
de los mercados que había puesto la sociedad al servicio de los
intereses económicos, provocando con ello un desastre social y político
de dimensiones mundiales, fue el abandono de los “mercados
autorregulados” y la adopción del dirigismo estatal, que en el mundo
capitalista asumió formas corporativistas que entretejían los intereses
de determinados sectores y grupos sociales con los intereses de sectores
económicos del capital, como los industriales, con el Estado arbitrando
estas relaciones y planificando la economía para alcanzar objetivos
tales como crear empleos, desarrollar industrias (con fines
armamentistas en los países del “eje fascista” en primer lugar, y luego
en Estados Unidos y Gran Bretaña) y superar la pauperización de la Gran
Depresión.
El corporativismo estuvo al
servicio de regimenes totalitarios –la Alemania nazi, la Italia
fascista, entre otros más-, y en Estados Unidos (EE.UU.), con el New
Deal, la planificación económica permitió llevar a cabo transformaciones
económicas, fiscales y sociales de carácter progresista destinadas a
impedir que las masas populares abrazaran el socialismo o el fascismo.
El New Deal se expandió a otros países antes y después de la Segunda
Guerra Mundial. La experiencia socialista, en la Unión Soviética, fue la
planificación quinquenal de la economía, adoptada en 1928 y aplicada a
partir de 1929.
Es evidente que la creación de
millones de empleos mediante el desarrollo industrial y la mecanización
del campo, que en EE.UU. logró el New Deal, no es reproducible en la
actualidad en los países del capitalismo avanzado: los “ejércitos” de
robots que reemplazan a los asalariados existentes y a los jóvenes que
debían reemplazarlos, es una realidad prácticamente irreversible. Y
tampoco son realistas las propuestas que circulan en ciertos países de
“repatriar” las industrias que desde hace décadas las transnacionales
vienen mudando a los países en desarrollo para explotar la mano de obra
barata, apropiarse de mercados y repatriar las ganancias para Wall
Street y sus ejecutivos. Lo que frecuentemente se olvida es que con esas
mudanza no solo se mudaron los empleos, sino que se perdió la
acumulación y capacidad de transferir la experiencia y el conocimiento
de los trabajadores y técnicos, entre muchas otras cosas más.
Pero, como veremos a partir de las
opiniones y propuestas de economistas, y de políticos y funcionarios del
sistema imperante, el reconocimiento de que el neoliberalismo fracasó y
constituye una amenaza al sistema capitalista los lleva nuevamente a
proponer alguna forma de dirigismo estatal, de capitalismo de Estado
–nunca la planificación económica que tenga en cuenta los intereses de
la sociedad, por el momento-, o sea un retorno al corporativismo
envuelto en engañosos conceptos, como el de un “capitalismo global
administrado”.
¿Qué nos dicen los economistas?
Para economistas como Joseph
Stiglitz, esta crisis estructural y las crisis que estamos pasando por
alto –en particular el cambio climático-, se exacerbaron después de la
Gran Recesión del 2008 y no serán resueltas por el mercado. Son crisis
de tipo mundial y para resolverlas se necesitan transiciones
estructurales, o sea que “es necesario que los gobiernos desempeñen un
papel más activo”. Su colega Paúl Krugman piensa algo similar, aunque
comienza a acercarse al problema de fondo de esta crisis estructural:
“¿Qué es lo que está sucediendo? De la mejor forma que lo puedo decir,
hay dos explicaciones plausibles, y hasta cierto punto ambas pueden ser
verdad. Una es que la tecnología hizo un viraje que ha puesto el trabajo
(asalariado) en desventaja; la otra es que estamos viendo los efectos
de un neto aumento en el poder de los monopolios. Pensemos en esas dos
narrativas como una que enfatiza a los robots, y en la otra a los
“magnates ladrones” (robber barons)” (2).
El analista económico William
Greider (3) reporta que en una de las principales cunas del pensamiento
neoliberal, el Institute Peterson (IP) en Washington, hubo el 7 de enero
pasado una reunión sobre “ética y globalización” en la cual economistas
y cientistas sociales presentaron sus opiniones y trabajos. Algunos de
ellos describieron al sistema global como en medio de graves problemas y
advirtieron que “si las cosas no cambian” habrá rebeliones populares,
incluso en EE.UU.
Greider apunta que habiendo perdido
la confianza en las promesas del sistema de libre comercio, “muchos
están volviéndose hacia los gobiernos para que los salven del
capitalismo global”. Howard Rosen, investigador visitante del IP,
describió las consecuencias negativas de las últimas décadas y concluyó
recomendando reformas: un salario mínimo en todo el mundo, aumentos de
salarios vinculados a los aumentos de productividad, seguro contra el
desempleo, adopción de estándares laborales internacionales, promoción
de la sindicalización, y compromisos de Wall Street y demás
instituciones financieras internacionales de que no darán financiamiento
a las naciones que no acepten tales reformas.
En esta reunión del IP el
economista David Branchflower, de la Universidad Dartmouth, denunció el
terror que viven los trabajadores, jóvenes y viejos, porque “jamás se
recuperarán de esta falta de empleos”, y advirtió que la clase
trabajadora en Europa está “ardiendo” y que se está frente a una
“potencial rebelión”, lo que también puede ocurrir en EE.UU. Y el nuevo
presidente del IP, el ex economista de la Reserva Federal Adam Posen,
admitió que hay problemas en el basamento político de la
globalización porque “uno de los alarmantes efectos de la crisis
financiera global es que hubo una amplia erosión de la confianza del
capitalismo en sí mismo”.
El economista Dani Rodrick, de
Harvard (4), contrapone el “liberalismo económico” reinante en los
países capitalismo avanzado al mercantilismo aplicado por los países
emergentes de Asia, concluyendo que se ha llegado “al final de esta
feliz coexistencia. El modelo liberal ha perdido su brillo, debido al
aumento de la desigualdad y la difícil situación de la clase media en
Occidente, junto con la crisis financiera producida por la desregulación
() Como resultado, el nuevo entorno económico producirá más tensión que
acomodamientos entre países que busquen vías liberales y
mercantilistas. Pueden también despertarse debates latentes desde
hace mucho tiempo sobre el tipo de capitalismo que genera una mayor
prosperidad.”
Para el economista Anatole Kaletsky
(5), de la actual crisis saldrá “un nuevo modelo de capitalismo global,
no basado en la ciega fe en las fuerzas del mercado que siguió a la
Gran Inflación de los años 70, ni tampoco en la excesiva intervención
gubernamental inspirada por la Gran Depresión”, y afirma que “la
tragedia del 2008 estuvo en que la ciega fe en los mercados disuadió a
los gobiernos de manejar adecuadamente esos ciclos de
expansión-implosión”, y que habiendo desaparecido el comunismo y siendo
la crisis cosa del pasado, los decidores políticos y los votantes han
reconocido ya que no se puede dejar que los mercados se guíen por sus
propios instrumentos: “Las economías deben ser administradas. Como
resultado, un nuevo modelo de capitalismo global administrado está en
evolución y gradualmente reemplazará el fundamentalismo de mercado que
dominó el mundo desde la era Reagan-Thatcher hasta el 2008”.
Con el título ¿Está ganando el capitalismo de Estado?,
el economista Daron Acemoglu y el analista James A. Robinson (Proyect
Syndicate, 31 diciembre 2012) recuerdan que algunos países asiáticos,
“apoyándose en varias versiones del dirigismo” han crecido rápidamente y
de manera constante en décadas mientras los países centrales del
capitalismo liberal “continuaron su anémico desempeño” en el 2012, y
seguidamente se preguntan si no ha llegado la hora de actualizar los
libros de economía y estudiar las formas de “capitalismo de Estado”.
¿Qué nos dicen los gobernantes y tecnócratas?
A mediados de enero Jean-Claude
Juncker –saliente presidente del Consejo de ministros de Economía y
Finanzas de la zona euro (Eurogrupo)- criticó las políticas neoliberales
aplicadas en la zona euro (ZE) y advirtió que si no hay cambios
“perderemos el apoyo de las clases trabajadoras”.
Después le llegó el turno al
profesor de economía neoliberal y también saliente primer ministro
italiano Mario Monti, quien dijo a los embajadores latinoamericanos en
Italia que América latina se ha ganado hoy un rol central y activo que
genera admiración, por no decir envidia, porque “ha sabido construir un
modelo de desarrollo basado en el crecimiento, la justicia social, la
modernización y el respeto ambiental” (6).
Difícil creer que el enviado por la
Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI), para aplicar
la austeridad neoliberal en Italia pueda elogiar las políticas de países
latinoamericanos que tienen decentes tasas de crecimiento económico y
de creación de empleos precisamente porque han rechazado los postulados
básicos del neoliberalismo, porque los Estados intervienen activamente
en sectores de la economía real, nacionalizan empresas cuando hay que
nacionalizar, responden a las presiones sociales y, más grave aun,
controlan la política monetaria y regulan la actividad bancaria y
financiera para ejecutar una política de desarrollo socioeconómico.
En el caso de Monti, con su extenso
curriculum vitae como ideólogo de las ideas neoliberales en la
Comisión Trilateral y el Grupo Bilderberg, fundador del “grupo de ideas”
Bruegel, asesor de Goldman Sachs, Moody’s, Coca-Cola, etcétera, y
miembro clave de muchas comisiones que consolidaron el rígido modelo
neoliberal de la Comisión Europea (CE), este elogio del
intervencionismo estatal sudamericano no puede ser una conversión
ideológica, pero quizás sea puro oportunismo político o
una manifestación más de divergencias profundas en la cúpula del sistema
neoliberal.
De la guerra monetaria al proteccionismo y...
Quien sabe Juncker y Monti se están
confesando y reconvirtiendo al intervencionismo estatal para renacer
políticamente, siguiendo la receta del nuevo primer ministro japonés
Shinzo Abe, recientemente electo para sacar la economía real de su país
del estado “zombi” en que se encuentra desde hace dos décadas. Abre ganó
porque amenazó con nacionalizaciones de empresas y hasta con quitarle
la sacrosanta independencia al Banco Central de Japón si no aceptaba
lanzar un tsunami monetario y devaluar el yen para crear empleos.
Abe adoptó este programa a pesar de
la deuda de Japón (a finales del 2012 y según el FMI, la deuda
gubernamental equivalía al 237 por ciento del PIB) porque busca abaratar
las exportaciones japonesas para competir con Corea del Sur y Alemania
en nichos de alta tecnología, y de paso encarecer las importaciones,
generar inflación y crear empleos.
Y no olvidemos que Japón fue el
primer país del capitalismo avanzado (2001) que recurrió a emisiones
masivas de dinero (flexibilización cuantitativa o quantitative easing) y
tasas de interés muy bajas para reactivar la economía, con muy poco
éxito. Política copiada desde la crisis financiera del 2007 por EE.UU.,
Gran Bretaña y los países de la UE para salvar de la insolvencia los
grandes bancos y el sistema financiero, y devaluar sus monedas para
poder seguir exportando. Tales políticas no reactivaron las economías
reales, pero alimentaron el capital financiero que especula en los
mercados financieros y monetarios de los países emergentes.
Al apreciar las monedas de los
países emergentes, estos flujos especulativos encarecieron las
exportaciones y abarataron las importaciones, desequilibrando aun más
las tradicionalmente negativas balanzas de comercio y de pagos de estos
países, lo que explica que en el 2010 el ministro de Finanzas de Brasil,
Guido Mantera, denunciase estas políticas como una “guerra monetaria”,
que causan estragos económicos.
Las devaluaciones competitivas
amenazan ahora extenderse como un “fuego de praderas”: el pasado 15 de
enero el vicegobernador del Banco Central de Rusia, Alexei Ulyukayev,
afirmó que el mundo está en el umbral de una “guerra monetaria” por las
políticas del primer ministro Abe en Japón y una declaración de
Jean-Claude Juncker, quien –según la agencia Bloomberg- se había quejado
del “peligrosamente alto” valor del euro, opinión que comparten
ministros del gobierno francés, para quienes la apreciación del euro
(7.0 por ciento frente al dólar estadounidense en los últimos seis
meses) impide frenar el desempleo en Francia. Desde septiembre del 2011
Suiza viene manipulado su moneda para evitar que continuara apreciándose
frente al euro, y ahora los países nórdicos se quejan de lo mismo: el
ministro de Finanzas de Noruega, Sigbjoern Johnsen, y el vicegobernador
del Riskbank (Banco central de Suecia), Lars E. O. Svensson, expresaron
que ven con temor la apreciación de sus monedas nacionales y que las
economías de ambos países funcionarían mejor con tasas de interés más
bajas y monedas más débiles. Corea del Sur hizo saber que no se quedará
impasibles ante la devaluación competitiva del yen.
El (saliente) gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, afirmó que pronto “veremos el aumento de la administración activa
de las tasas de cambio”, perspectiva que está “provocando inquietud
entre quienes toman las decisiones políticas a nivel global”, según el
gobernador del Banco de Australia, Gleen Stevens.
De ahí a alguna forma de corporativismo.
Devaluación competitiva, medidas
para proteger las exportaciones que se sumarán a las existentes,
amenazas de cerrar las fronteras a ciertos productos industriales y a la
mano de obra extranjera, y una vez que esto se ponga en marcha a escala
regional o mundial, las consecuencias se harán sentir en el comercio,
las finanzas y toda la cadena de producción mundial, y es en ese momento
de pánico que serán aceptables las medidas para imponer ese
“capitalismo global administrado” que proponen Howard Rosen y Anatole
Kaletsky, que en definitiva es el corporativismo global implícito en los
“acuerdos de libre comercio” ya existentes y en tren de ser negociados,
en particular el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación
Económica (AETPAE).
El corporativismo de ese
“capitalismo global administrado” solo podrá ser uno que respete el
marco legal estadounidense para proteger la propiedad privada en todas
sus formas, como es bien claro en el AETPAE. Y aquí reproduzco la cita
de A. T. Hadley (6), que Karl Polanyi incluye en el libro citado
anteriormente, para describir la historia de la protección de la
propiedad comercial e industrial en Inglaterra, y luego en EE.UU.: la
separación de poderes, inventada mientras tanto (1748) por Montesquieu,
fue de ahí en adelante utilizada para separar al pueblo del poder sobre
su propia vida económica. La Constitución estadounidense, creada en un
medio de agricultores-artesanos por una clase dirigente bien al tanto de
lo que sucedía en la escena industrial inglesa, aísla totalmente la
esfera económica de la jurisdicción de la Constitución, ubicando así la
propiedad privada bajo la más alta protección concebible y creando la
única sociedad de mercado en el mundo que fue fundada legalmente. A
pesar del sufragio universal, los electores estadounidenses serán
impotentes contra los poseedores.
¿Cómo será el proceso para presentar y hacer pasar el siniestro capitalismo global administrado
de Kaletsky, o algo diferente que será lo mismo? Pues bien, en una
entrevista periodística que tuve en mayo del 2004 con el Nóbel de
economía (1992) Gary Becker, en el marco de la Conferencia de Montreal,
él me confió -con ese aplomo señorial y seguridad de los Nóbel de la
Universidad de Chicago, que en aquel entonces todavía se comportaban
como enviados divinos-, el método para que en la sociedad capitalista
controlada por los monopolios de prensa se aceptaran ideas y propuestas
radicales y contrarias a los intereses de las mayorías: Se lanza el
tema en un artículo o un panel, y probablemente será juzgado utópico,
irrealizable, pero volverá a ser puesto sobre la mesa si la idea es
apoyada por gente influyente. El tema será nuevamente atacado por
intelectuales de izquierda pero entonces saldrán voces de académicos,
expertos y empresarios para defenderlo, en los think-tanks, las páginas
de diarios respetables y en la televisión. Este ciclo se repetirá e irá
ampliándose hasta que lo que Usted dice es un tema controvertido
terminará siendo convencional, por lo tanto aceptable, finalmente será
aceptado y llevado a la práctica.
Eso funcionó demasiadas veces en las últimas décadas, así que estamos avisados.
La Vèrdiere, Francia.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
Notas
1.- Karl Polanyi, La Grande Transformación, Edition Gallimard, página 314.
2.- Joseph Stiglitz, Las crisis
posteriores a la crisis. Project Syndicate, 7 de enero 2013; Paul
Krugman, New York Times, 9 de diciembre 2012.
3.- William Greider, “Is the Global Economic Establishment Taking a Progressive Turn? The Nation, 15 de enero 2013.
4.- Dani Rodrick, “El desafío mercantilista”, Project Syndicate, enero 2013.
5.- A. Kaletsky, “2013: When economic optimismo will finally be vindicated”. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El autor escribe en The Economist y
Reuters, y dirige el Institute of New Economic Thinking, creado y
financiado por George Soros, Paul Volcker y otros financieros.
6.- Elogios de Monti a América latina, Elena Llorente, Página/12, 16 enero 2013.
7.- A.T. Daley, Economics: An
account of the Relations between Private Property and Public Welfare,
1896, citado por Karl Polanyi en la página 292 de La Grande
Transformation.
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Documentos Relacionados:
¿Signos de desbandada neoliberal? - Rabilotta Alberto [2013-01-15]
lilian- Moderador Global
Re: El capitalismo (neoliberal) ha muerto. ¡Viva el capitalismo corporativista!
Me pareció un análisis muy interesante Lilian
Linx- Buen usuario
Re: El capitalismo (neoliberal) ha muerto. ¡Viva el capitalismo corporativista!
Linx escribió:Me pareció un análisis muy interesante Lilian
Si, a mi tbm...
lilian- Moderador Global
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