El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
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El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
ALAI, América Latina en Movimiento 2012-10-12 El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino Alfredo Holguín |
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Importantes organizaciones noruegas consideran que es el peor momento para otorgarle el Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea. Si bien en el pasado la UE se propuso estabilizar a Europa y conciliar a viejos enemigos
como Francia y Alemania, hoy, alejada de la idea una Europa social y
guiada por políticas neoliberales del libre tránsito de capitales, es
responsable que buena parte de su población soporte sobre sus hombros la profunda crisis económica y social.
El Premio otorgado ha generado una fuerte polémica en la sociedad Noruega pues 3 de cada 4 noruegos están en
desacuerdo. Hay que precisar que es cuestionada la “unanimidad” de la
decisión del Comité Nobel, pues la sra. Ågot Valle, miembro de Comité e
integrante del Partido Socialista –SV-, estaba ausente por enfermedad. Lo relevante del asunto es que SV es un partido de izquierda que hace parte del gobierno noruego y ostenta entre otras conquistas el hecho de hacer parte de la plataforma Nei til EU (No a la UE), quienes ganaron el referéndum en el 94 y donde la población noruega se opuso mayoritariamente a ser se parte de la misma. Cabe recordar que Noruega tiene hoy uno de los mejores estándares de vida del mundo y que prácticamente no se ve afectada por la crisis actual gracias a su modelo y soberanía en las políticas monetarias.
Los líderes del partido de SV, personalidades como Jan Egelad (ex-asesor especial del Secretario General de la ONU para Colombia), investigadores de paz y las organizaciones que lograron que Noruega no entrara a la UE, públicamente han sentado su divergencia frente
a esta decisión, pues primero porque se está alterando el criterio de
que el Premio se debe otorgar a personas u organizaciones que en el último año se hayan destacado en la lucha por la paz. Nadie niega algunos buenos propósitos anteriores a 1991 en el proceso de construcción de la UE, ni que economías fuertemente integradas entre naciones hace menos factible una guerra entre las mismas, pero nada de esto se ha dado ni visto en el transcurso de la última década y menos del último año, donde por lo contrario el enfoque de la Unión ha sido el de invertir en armamentismo como lo es la iniciativa de un departamento de defensa propia etc. Segundo ven a
la UE como una institución que es corresponsable de la
desestabilización de Grecia y otros países del sur de Europa, ligada a
acciones de guerra en el mundo árabe y ejecutora de un trato discriminatorio contra los inmigrantes del tercer mundo.
Producto de estas diferencias
será la primera vez que no se realizará la tradicional marcha de
antorchas organizada por la Casa de la Paz, ya que queda claro que esta
vez el premio no es un premio de paz, sino un premio con tintes
políticos. Audun Lysbakken, líder de SV, ha dicho que es necesario cambiar la composición del Comité Nobel, pues últimamente ha tomado decisiones alejadas de los objetivos que inspiraron a Alfred Nobel para que se entregara el premio de paz en Noruega.
Hace 111 años, en 1901, se otorgó por primera vez el Premio Nobel de la Paz a Henry Dunant y a Frédéric Passy quienes fueron pioneros de la Cruz Roja, luchadores contra la guerra e impulsores de las vías pacíficas, pero en el 2012 al cometer el desatino entregar el premio a la UE, desdibujan la importancia de este mecanismo de estímulo en la lucha por la paz en un mundo plagado de guerras.
Alfredo Holguín, Coordinación Europea del PC/JC
Tynset, Noruega 12 de octubre de 2012
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lilian- Moderador Global
Re: El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
El año pasado se lo dieron a Obama, este año a la Unioón Europea... se cachondean de nosotros o que
quiensabe- Usuario habitual
Re: El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
quiensabe escribió:El año pasado se lo dieron a Obama, este año a la Unioón Europea... se cachondean de nosotros o que
Eso parece compañero...
lilian- Moderador Global
Re: El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
← La verdadera historia de la Operación Peter Pan
Un Nobel extraviado
Posted on 13 octubre, 2012 Atilio A. Boron
Si algo faltaba para terminar de desprestigiar al Premio Nobel de la Paz,
otorgado por el Parlamento Noruego, fue la decisión de conceder esa
distinción a la Unión Europea. Esta distinción fue instituida en el
testamento del magnate sueco Alfred Nobel para premiar “a la persona que
haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz.”
Ya en el pasado hubo premiaciones que provocaron escándalo: un pérfido criminal de guerra como Henry Kissinger, que hizo estragos en Indochina, lo obtuvo en 1973 y antes, en 1906, el premio había sido para Theodore Roosevelt,
conocido por ser el artífice de la “diplomacia del garrote” aplicada
para arrebatar la victoria que Cuba estaba a punto de concretar en
contra del colonialismo español y para someter al dominio yankee otros
países del Caribe y Centroamérica. Roosevelt además fue el gran
arquitecto y ejecutor de la secesión de Panamá de Colombia, todo lo cual
no fue óbice para que fuera galardonado por el Parlamento Noruego.
Otro antecedente lo ofrece el caso del también presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson,
premiado en 1919 por su contribución a la creación de la Liga de las
Naciones. Deslumbrado por ese logro en tierras europeas los otorgantes
desestimaron las informaciones que señalaban las tropelías que Wilson,
al igual de los arriba nombrados, realizaba en Nuestra América y que
sólo por un alarde de la imaginación podrían ser concebidas como
tendientes a promover la fraternidad entre las naciones, la reducción
de los ejércitos o la promoción de la paz. El galardonado utilizó a
destajo la “diplomacia de las cañoneras” en el entorno centroamericano y
caribeño: intervino militarmente en México, Haití, Cuba, Panamá, República Dominicana y Nicaragua.
En 1914 se apoderó del puerto mexicano de Veracruz y en marzo de 1916 y
febrero de 1917 sus tropas penetraron en territorio mexicano
persiguiendo a Pancho Villa y perpetrando toda clase de crímenes. Sin
embargo, el Premio Nobel de la Paz cayó en sus manos. Todos estos
criminales antecedentes, ocultados bajo el prestigio que tenía al Nobel
de la Paz, fue opacando el lauro que obtuvieran hombres y mujeres como Martin Luther King, Desmond Tutu, Nelson Mandela, Rigoberta Menchú y nuestro Adolfo Pérez Esquivel
en 1980 que sí habían luchado, y muchos lo siguen haciendo hoy, por el
imperio de la paz. Antes, en 1936, otro argentino, Carlos Saavedra Lamas
había sido distinguido por su papel mediador en la fratricida guerra
del Chaco entre Bolivia y Paraguay.
Ya con la entrega del Nobel de la Paz a Barack Obama (2009) se podía percibir que el Parlamento Noruego estaba más preocupado por amigar a su país con los Estados Unidos – let’s be friends! -que por premiar a quien realmente estuviera luchando por la paz. Ahora hizo lo mismo con la Unión Europea,
a la cual en dos sucesivos referendos la población noruega rechazó
ingresar. ¿Cómo premiar a una organización que, en estos momentos, ha
declarado la guerra a sus pueblos imponiendo una brutal política de
ajuste que sacrifica a sus poblaciones para salvar a los banqueros? ¿Se
puede premiar como un gesto pacífico condenar a millones de personas al
desempleo, la destitución, la pobreza extrema, la clausura de sus
esperanzas? O es una broma de mal gusto o una burla a la inteligencia de
la comunidad internacional. ¿Cómo olvidar que la Unión Europea ha
convalidado y apoyado el criminal bloqueo de Estados Unidos contra Cuba,
sancionando en 1996 una “Posición Común” concebida
para reforzar los padecimientos de la isla en consonancia con las
directivas de Washington? ¿Y qué decir del acompañamiento que la UE
viene haciendo de las aventuras militares del imperialismo
norteamericano en Irak, Afganistán, Libia
y, ahora, Siria; o su escandaloso silencio ante el genocidio de Rwanda;
o su complicidad con el colonialismo racista del estado de Israel y su
criminal política hacia la nación palestina; o su indiferencia ante la
suerte de los saharauíes; o su abúlica respuesta ante la destrucción y
la muerte sembrada por Estados Unidos en la guerra de los Balcanes? Como
bien lo recuerda Adolfo Pérez Esquivel, este premio parece destinado a
encubrir y/o justificar las operaciones militares que la Unión Europea, a
través de la OTAN, lleva a cabo en los más apartados
rincones del planeta, siempre como furgón de cola de la Casa Blanca. En
medio de la profunda crisis económica que la ha postrado, el gobierno
griego solicitó postergar la adquisición de armamento acordada con
Alemania y Francia. El pedido fue rechazado tajantemente por Berlín y
París. ¡El ajuste se debe hacer sobre los salarios y el gasto público en
general, pero no en el presupuesto militar y, sobre todo, en las
partidas destinadas a adquirir armas en los países europeos!, hoy
premiados por su contribución a la paz. De hecho, Francia, Alemania y Gran Bretaña forman parte, junto a Estados Unidos y Rusia,
del selecto club de los cinco mayores vendedores de armas del mundo.
¡Extraña manera de promover la abolición o reducción de los ejércitos,
como quería Alfred Nobel. Los parlamentarios noruegos necesitan, con
suma urgencia, que alguien les enseñe la diferencia entre la guerra y la
paz. Y que se aprendan de memoria el testamento del industrial sueco,
porque a la vista de estos antecedentes, sumariamente expuestos, premiar
a la UE sólo puede considerarse como un grotesco acto de sumisión al
acuerdo bélico entre Estados Unidos y la UE y una “carta blanca” para
que la OTAN siga cometiendo toda clase de fechorías y crímenes
destinados a estabilizar la dominación imperialista a escala global.
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Un Nobel extraviado
Posted on 13 octubre, 2012 Atilio A. Boron
Si algo faltaba para terminar de desprestigiar al Premio Nobel de la Paz,
otorgado por el Parlamento Noruego, fue la decisión de conceder esa
distinción a la Unión Europea. Esta distinción fue instituida en el
testamento del magnate sueco Alfred Nobel para premiar “a la persona que
haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz.”
Ya en el pasado hubo premiaciones que provocaron escándalo: un pérfido criminal de guerra como Henry Kissinger, que hizo estragos en Indochina, lo obtuvo en 1973 y antes, en 1906, el premio había sido para Theodore Roosevelt,
conocido por ser el artífice de la “diplomacia del garrote” aplicada
para arrebatar la victoria que Cuba estaba a punto de concretar en
contra del colonialismo español y para someter al dominio yankee otros
países del Caribe y Centroamérica. Roosevelt además fue el gran
arquitecto y ejecutor de la secesión de Panamá de Colombia, todo lo cual
no fue óbice para que fuera galardonado por el Parlamento Noruego.
Otro antecedente lo ofrece el caso del también presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson,
premiado en 1919 por su contribución a la creación de la Liga de las
Naciones. Deslumbrado por ese logro en tierras europeas los otorgantes
desestimaron las informaciones que señalaban las tropelías que Wilson,
al igual de los arriba nombrados, realizaba en Nuestra América y que
sólo por un alarde de la imaginación podrían ser concebidas como
tendientes a promover la fraternidad entre las naciones, la reducción
de los ejércitos o la promoción de la paz. El galardonado utilizó a
destajo la “diplomacia de las cañoneras” en el entorno centroamericano y
caribeño: intervino militarmente en México, Haití, Cuba, Panamá, República Dominicana y Nicaragua.
En 1914 se apoderó del puerto mexicano de Veracruz y en marzo de 1916 y
febrero de 1917 sus tropas penetraron en territorio mexicano
persiguiendo a Pancho Villa y perpetrando toda clase de crímenes. Sin
embargo, el Premio Nobel de la Paz cayó en sus manos. Todos estos
criminales antecedentes, ocultados bajo el prestigio que tenía al Nobel
de la Paz, fue opacando el lauro que obtuvieran hombres y mujeres como Martin Luther King, Desmond Tutu, Nelson Mandela, Rigoberta Menchú y nuestro Adolfo Pérez Esquivel
en 1980 que sí habían luchado, y muchos lo siguen haciendo hoy, por el
imperio de la paz. Antes, en 1936, otro argentino, Carlos Saavedra Lamas
había sido distinguido por su papel mediador en la fratricida guerra
del Chaco entre Bolivia y Paraguay.
Ya con la entrega del Nobel de la Paz a Barack Obama (2009) se podía percibir que el Parlamento Noruego estaba más preocupado por amigar a su país con los Estados Unidos – let’s be friends! -que por premiar a quien realmente estuviera luchando por la paz. Ahora hizo lo mismo con la Unión Europea,
a la cual en dos sucesivos referendos la población noruega rechazó
ingresar. ¿Cómo premiar a una organización que, en estos momentos, ha
declarado la guerra a sus pueblos imponiendo una brutal política de
ajuste que sacrifica a sus poblaciones para salvar a los banqueros? ¿Se
puede premiar como un gesto pacífico condenar a millones de personas al
desempleo, la destitución, la pobreza extrema, la clausura de sus
esperanzas? O es una broma de mal gusto o una burla a la inteligencia de
la comunidad internacional. ¿Cómo olvidar que la Unión Europea ha
convalidado y apoyado el criminal bloqueo de Estados Unidos contra Cuba,
sancionando en 1996 una “Posición Común” concebida
para reforzar los padecimientos de la isla en consonancia con las
directivas de Washington? ¿Y qué decir del acompañamiento que la UE
viene haciendo de las aventuras militares del imperialismo
norteamericano en Irak, Afganistán, Libia
y, ahora, Siria; o su escandaloso silencio ante el genocidio de Rwanda;
o su complicidad con el colonialismo racista del estado de Israel y su
criminal política hacia la nación palestina; o su indiferencia ante la
suerte de los saharauíes; o su abúlica respuesta ante la destrucción y
la muerte sembrada por Estados Unidos en la guerra de los Balcanes? Como
bien lo recuerda Adolfo Pérez Esquivel, este premio parece destinado a
encubrir y/o justificar las operaciones militares que la Unión Europea, a
través de la OTAN, lleva a cabo en los más apartados
rincones del planeta, siempre como furgón de cola de la Casa Blanca. En
medio de la profunda crisis económica que la ha postrado, el gobierno
griego solicitó postergar la adquisición de armamento acordada con
Alemania y Francia. El pedido fue rechazado tajantemente por Berlín y
París. ¡El ajuste se debe hacer sobre los salarios y el gasto público en
general, pero no en el presupuesto militar y, sobre todo, en las
partidas destinadas a adquirir armas en los países europeos!, hoy
premiados por su contribución a la paz. De hecho, Francia, Alemania y Gran Bretaña forman parte, junto a Estados Unidos y Rusia,
del selecto club de los cinco mayores vendedores de armas del mundo.
¡Extraña manera de promover la abolición o reducción de los ejércitos,
como quería Alfred Nobel. Los parlamentarios noruegos necesitan, con
suma urgencia, que alguien les enseñe la diferencia entre la guerra y la
paz. Y que se aprendan de memoria el testamento del industrial sueco,
porque a la vista de estos antecedentes, sumariamente expuestos, premiar
a la UE sólo puede considerarse como un grotesco acto de sumisión al
acuerdo bélico entre Estados Unidos y la UE y una “carta blanca” para
que la OTAN siga cometiendo toda clase de fechorías y crímenes
destinados a estabilizar la dominación imperialista a escala global.
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lilian- Moderador Global
Re: El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
ALAI, América Latina en Movimiento 2012-10-13 Europa, Nobel de la «Paz» Jorge Capelán |
|
La Unión Europea
ha recibido el Premio Nobel de la Paz, anuncian los medios este
viernes. El otorgamiento de ese premio no debería sorprender a nadie.
Olvidemos por un momento, sé que es
difícil, toda la producción de armamento de la que vive la UE,
olvidemos todas las guerras que ha estado promoviendo, como la de
Afganistán, la de Libia y ahora la de Siria, todos los golpes de estado
que ha promovido últimamente como el de Costa de Marfil y todos otros
golpes que ha apoyado en los últimos años, desde el de Honduras hasta el
de Paraguay. Olvidemos por un momento las draconianas y saqueadoras
políticas que impulsa en la Organización Mundial de Comercio y en el
FMI. Olvidemos los centros de internamiento de extranjeros, olvidemos el
ascenso frenético del racismo que tiene lugar en la actualidad,
olvidemos las escenas de represión de los gobiernos europeos contra sus
propias poblaciones que cotidianamente nos muestran los medios.
En realidad, el hecho de que la
Unión Europea haya recibido el Premio Nobel de la Paz es algo
perfectamente normal que no debería sorprender a nadie. El anuncio del
otorgamiento de este premio llega el mismo día del "descubrimiento"
europeo de Abya Yala, también conocida como América. Eso tampoco es
ninguna casualidad.
La colonización europea de Abya
Yala fue uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad,
con un costo de entre 50 y 80 millones de vidas de gente que fue
asesinada, esclavizada, privada de sus territorios, convertida a una
religión extraña e infectada con enfermedades mortíferas para que se
pudiese construir el imperio capitalista occidental a escala global, la
esclavitud del África y toda una serie de crímenes horrendos en todo el
tercer mundo.
Echemos un vistazo a la lista completa de galardonados con el Premio Nobel de la Paz desde 1901 hasta nuestros días.
Olvidémonos de todos los nombres de
esa lista que no nos gustan, como el del asesino de Henry Kissinger
(1973), el terrorista de Menachem Begin (1978) o el presidente de los
drones, el "Oreo" Barak Obama (2009). Olvidémonos también de los muchos
nombres que nos gustan, como los del luchador antiapartheid Albert
Lutuli (1960), Martin Luther King (1964), el vietnamita Le Duc Tho
(1973), el argentino Adolfo Pérez Esquivel (1980), el obispo Desmond
Tutu (1984), la compañera Rigoberta Menchú (1992), Mandela (1993) y
Yasser Arafat (1994). Lo cierto es que, nos gusten o no los nombres, la
inmensa mayoría de los que han recibido ese maldito premio son europeos,
norteamericanos o agentes de las potencias atlantistas.
El Premio Nobel de la Paz es uno de
los mejores ejemplos del orden enfermo que todavía, aunque no por mucho
tiempo más, domina el mundo. Europa, la entidad que ha dado origen al
imperio más guerrerista y depredador sobre la faz de la tierra, jamás le
daría el Premio Nobel a alguien que no esté dispuesta a tolerar en
determinado momento. Sin menospreciar a tantos luchadores consecuentes
entre los nombres que nos gustan de los laureados con el Nobel de la
Paz, hay que reconocer que jamás veremos a un Fidel o a un Chávez, por
sólo nombrar a dos líderes, recibir ese premio.
Como justificación para darle el
Premio Nobel a la Unión Europea, el comité organizador (que es de facto
europeo, por ser de un país como Noruega, miembro pleno de la OTAN),
dice que la existencia de la UE ha prevenido una nueva edición de la
Segunda Guerra Mundial.
En realidad, esa guerra fue una de
las mejores cosas que le pudo pasar a muchos pueblos del tercer mundo
desde 1492 hasta ya bastante avanzado el Siglo XX: Con los europeos
matándose unos a otros a escala industrial, hubo una gran demanda de
materias primas a buenos precios, y en muchos lugares las cadenas de la
dominación imperial sobre las colonias se debilitaron, lo que a su vez
creó las condiciones para un movimiento masivo de descolonización en
todo el mundo.
Ahora, el imperio
euro-estadounidense se encuentra en una crisis sin precedentes: se está
cayendo a pedazos. Al suceder esto, se quita la careta y abiertamente
reprime dentro y fuera de sus fronteras. Ya está más que claro que las
consignas de la Revolución Francesa de Igualdad, Libertad y Fraternidad
en manos de Occidente (es decir, de Europa) sólo han sido hojas de
parra que se han podido mantener mientras el sistema de saqueo siguiese
funcionando. Por eso no les queda otra cosa que, ante la bancarrota
económica, militar y moral, abandonar toda pretensión de progresismo y
descaradamente premiarse a sí mismos y a su propio genocidio.
Menos mal que la campaña de hace
unos años para que se le diera el Premio Nobel de la Paz al presidente
Evo Morales no prosperó, porque tal vez hoy en día lo tendrían bajo
sospecha de ser colonialista.
- Jorge Capelán, RLP / TcS.
Comentarios e Información desde Nicaragua
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lilian- Moderador Global
Re: El Premio Nobel de la Paz a La Unión Europea: Un Desatino
viernes, 26 de octubre de 2012
La UE que ganó el Premio Nobel es una estafa neoliberal y profundamente antidemocrática
La dictadura de los tecnócratas
26 oct 2012
A los 27 años, el autor, Alberto Garzón, es el diputado (por la Izquierda Unida)más joven del parlamento español. Me lo envió Alberto Ferrari, a quien le agradezco. JS
Economista nacido en Logroño (1985) y
criado en Andalucía, Alberto Garzón es máster en Economía
Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid y
actualmente portavoz en las comisiones de Economía, Hacienda y
Presupuestos en el Congreso de los Diputados. Comprometido con la
tesis número 11 sobre Feuerbach, de Karl Marx. Lucha por construir la
unidad de una izquierda coherente, rigurosa, austera y responsable y
que sea capaz de sentar las bases de otro mundo posible y necesario.
A veces la vida te da el mismo día dos inmensas tortas* en forma de cruel ironía
* Trompadas
La primera. Esta
semana debatíamos los presupuestos generales en el Congreso, y
mientras escuchaba a Montoro encontré sepultada una noticia que afirmaba
que el Banco Central Europeo había secundado la petición del ministro
alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, de crear la figura de un
supercomisario europeo con capacidad de vetar los presupuestos de los
países de la Unión Europea. Tal cual.
La verdad es que la
noticia pasó sin pena ni gloria, muy a pesar de su importancia. Con
esta nota el Gobierno alemán –y su brazo armado, el BCE–, estaba
reconociendo su propósito de consolidar un ordenamiento institucional
profundamente antidemocrático y que hasta hace unas décadas solo podían
defender, sin ser reprobados públicamente, los economistas
ultraliberales de la escuela de Hayek. Hoy, con absoluto descaro y sin
apenas oposición, el triunfo de los tecnócratas parece evidente.
En Europa existieron una
vez los federalistas. Personas como Monnet y Delors aspiraban a
disputar la hegemonía política y económica a Estados Unidos logrando
enfrentar a aquel capitalismo salvaje un capitalismo de rostro humano.
Para ello se requerían instituciones políticas similares a las
estadounidenses, con un sistema presidencial con su Parlamento, su
tribunal de justicia y sus protocolos de democracia electoral. Pero
todo esto nunca existió; fue un mito cargado de ingenuidad.
En Europa sí existieron,
por el contrario, las alianzas intergubernamentales de países que
buscaban fortalecerse a través de pactos de convergencia de intereses
económicos. El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial condicionó las
primeras alianzas, comenzando por la Comunidad Europea del Carbón y del
Acero iniciada en 1951 para evitar futuros conflictos bélicos en
Europa. La fortaleza política de Francia y la fortaleza económica de
Alemania permitieron desde entonces que estas dos potencias pilotaran
en todo momento la integración europea, haciendo y deshaciendo a su
antojo.
Sin embargo, el ascenso
del neoliberalismo en Europa permitió esquivar la decisión de elegir
entre uno u otro modelo. Entre federalismo y sucesión de pactos
nacionales era mucho mejor quedarse con la dictadura de los tecnócratas y
ahorrarse quebraderos de cabeza.
Esta dictadura, ya
vigente, tiene unas sólidas bases filosóficas. En particular, la base
de dividir a la población en dos partes. Por un lado están los
técnicos ideológicamente neutrales, que saben lo que les conviene a
las masas porque ellos no son ni de izquierdas ni de derechas.
Exactamente son como Almunia. Por otro lado están las masas, que son
un ente abstracto irracional e irresponsable y cuyas emociones y deseos
hay que neutralizar de alguna forma. Esos somos nosotros.
En realidad todo esto lo
dijo Hayek ya antes de la Segunda Guerra Mundial. Según su visión
había que evitar que las masas, deseosas de redistribuir riqueza y de
dejarse llevar por líderes de tendencia socialista –y, según él,
aproximadamente todos cumplían con ese perfil–, pudieran influir en
decisiones que afectaran a los sacrosantos derechos de propiedad. Por
eso urgía elevar instituciones que los mortales no pudieran tocar.
El problema es que Hayek
no tenía mucho gusto por los detalles, así que fueron los neoliberales
europeos de finales del siglo pasado los que diseñaron la
arquitectura final. Y con Maastricht en 1992, aprobado con los votos a
favor de la generosamente autodefinida socialdemocracia, la caricatura
de una Europa democrática que envolvía a la dictadura de los
tecnócratas estaba en marcha.
Desde entonces el
Parlamento Europeo realmente existente es, como diría Perry Anderson,
una asamblea merovingia o un teatro de sombras. O un mal chiste, si
somos más coloquiales. El verdadero castillo está en la Comisión Europea
y en el Banco Central Europeo, cuyo propósito es cortocircuitar los
debates nacionales para acabar imponiendo lo que, dicho otra vez
coloquialmente, les dé la real gana. Y eso que imponen es, a pesar de
sus notables esfuerzos por ser neutrales, calcado a las propuestas
neoliberales que nacen en la fantasiosa visión del mundo de los
economistas neoclásicos.
Segunda ironía.
Resultó que el mismo día también me dio por acudir a la Comisión de
Economía del Congreso, donde soy portavoz. Allí el Gobierno nos
explicaba a los diputados de la oposición que en el debate sobre el
banco malo y las participaciones preferentes podríamos debatir y
negociar todas aquellas enmiendas que no afectaran a las decisiones
previamente dictaminadas por la troika*. Prometo que noté en la cara
de algunos un gesto bien claro de complacencia que venía a decir:
¡Para que luego digáis que no tenemos democracia!
* Formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
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La UE que ganó el Premio Nobel es una estafa neoliberal y profundamente antidemocrática
La dictadura de los tecnócratas
26 oct 2012
A los 27 años, el autor, Alberto Garzón, es el diputado (por la Izquierda Unida)más joven del parlamento español. Me lo envió Alberto Ferrari, a quien le agradezco. JS
Economista nacido en Logroño (1985) y
criado en Andalucía, Alberto Garzón es máster en Economía
Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid y
actualmente portavoz en las comisiones de Economía, Hacienda y
Presupuestos en el Congreso de los Diputados. Comprometido con la
tesis número 11 sobre Feuerbach, de Karl Marx. Lucha por construir la
unidad de una izquierda coherente, rigurosa, austera y responsable y
que sea capaz de sentar las bases de otro mundo posible y necesario.
A veces la vida te da el mismo día dos inmensas tortas* en forma de cruel ironía
* Trompadas
La primera. Esta
semana debatíamos los presupuestos generales en el Congreso, y
mientras escuchaba a Montoro encontré sepultada una noticia que afirmaba
que el Banco Central Europeo había secundado la petición del ministro
alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, de crear la figura de un
supercomisario europeo con capacidad de vetar los presupuestos de los
países de la Unión Europea. Tal cual.
La verdad es que la
noticia pasó sin pena ni gloria, muy a pesar de su importancia. Con
esta nota el Gobierno alemán –y su brazo armado, el BCE–, estaba
reconociendo su propósito de consolidar un ordenamiento institucional
profundamente antidemocrático y que hasta hace unas décadas solo podían
defender, sin ser reprobados públicamente, los economistas
ultraliberales de la escuela de Hayek. Hoy, con absoluto descaro y sin
apenas oposición, el triunfo de los tecnócratas parece evidente.
En Europa existieron una
vez los federalistas. Personas como Monnet y Delors aspiraban a
disputar la hegemonía política y económica a Estados Unidos logrando
enfrentar a aquel capitalismo salvaje un capitalismo de rostro humano.
Para ello se requerían instituciones políticas similares a las
estadounidenses, con un sistema presidencial con su Parlamento, su
tribunal de justicia y sus protocolos de democracia electoral. Pero
todo esto nunca existió; fue un mito cargado de ingenuidad.
En Europa sí existieron,
por el contrario, las alianzas intergubernamentales de países que
buscaban fortalecerse a través de pactos de convergencia de intereses
económicos. El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial condicionó las
primeras alianzas, comenzando por la Comunidad Europea del Carbón y del
Acero iniciada en 1951 para evitar futuros conflictos bélicos en
Europa. La fortaleza política de Francia y la fortaleza económica de
Alemania permitieron desde entonces que estas dos potencias pilotaran
en todo momento la integración europea, haciendo y deshaciendo a su
antojo.
Sin embargo, el ascenso
del neoliberalismo en Europa permitió esquivar la decisión de elegir
entre uno u otro modelo. Entre federalismo y sucesión de pactos
nacionales era mucho mejor quedarse con la dictadura de los tecnócratas y
ahorrarse quebraderos de cabeza.
Esta dictadura, ya
vigente, tiene unas sólidas bases filosóficas. En particular, la base
de dividir a la población en dos partes. Por un lado están los
técnicos ideológicamente neutrales, que saben lo que les conviene a
las masas porque ellos no son ni de izquierdas ni de derechas.
Exactamente son como Almunia. Por otro lado están las masas, que son
un ente abstracto irracional e irresponsable y cuyas emociones y deseos
hay que neutralizar de alguna forma. Esos somos nosotros.
En realidad todo esto lo
dijo Hayek ya antes de la Segunda Guerra Mundial. Según su visión
había que evitar que las masas, deseosas de redistribuir riqueza y de
dejarse llevar por líderes de tendencia socialista –y, según él,
aproximadamente todos cumplían con ese perfil–, pudieran influir en
decisiones que afectaran a los sacrosantos derechos de propiedad. Por
eso urgía elevar instituciones que los mortales no pudieran tocar.
El problema es que Hayek
no tenía mucho gusto por los detalles, así que fueron los neoliberales
europeos de finales del siglo pasado los que diseñaron la
arquitectura final. Y con Maastricht en 1992, aprobado con los votos a
favor de la generosamente autodefinida socialdemocracia, la caricatura
de una Europa democrática que envolvía a la dictadura de los
tecnócratas estaba en marcha.
Desde entonces el
Parlamento Europeo realmente existente es, como diría Perry Anderson,
una asamblea merovingia o un teatro de sombras. O un mal chiste, si
somos más coloquiales. El verdadero castillo está en la Comisión Europea
y en el Banco Central Europeo, cuyo propósito es cortocircuitar los
debates nacionales para acabar imponiendo lo que, dicho otra vez
coloquialmente, les dé la real gana. Y eso que imponen es, a pesar de
sus notables esfuerzos por ser neutrales, calcado a las propuestas
neoliberales que nacen en la fantasiosa visión del mundo de los
economistas neoclásicos.
Segunda ironía.
Resultó que el mismo día también me dio por acudir a la Comisión de
Economía del Congreso, donde soy portavoz. Allí el Gobierno nos
explicaba a los diputados de la oposición que en el debate sobre el
banco malo y las participaciones preferentes podríamos debatir y
negociar todas aquellas enmiendas que no afectaran a las decisiones
previamente dictaminadas por la troika*. Prometo que noté en la cara
de algunos un gesto bien claro de complacencia que venía a decir:
¡Para que luego digáis que no tenemos democracia!
* Formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
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lilian- Moderador Global
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