LA MENTE EN EL ORDENADOR
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LA MENTE EN EL ORDENADOR
LA MENTE EN EL ORDENADOR
[color:959e=#888]by libertaliadehatali
En el futuro podrás cargar tu mente a una computadora y vivir para siempre en un paraíso virtual
La
neurociencia coquetea con la posibilidad de transferir una mente, con
toda su identidad personal, a una máquina y se huelga en los beneficios
ecológicos y en las delicias perceptuales que esto podría traer, pero
¿cuales son las verdaderas implicaciones de este paso prometeico?
Hace algunos años, justo después del pánico geek de Y2K, leí un artículo
en la revista Time que abordaba el eterno enigma del fin del universo.
El artículo, How Will The Universe End? (With A Bang or A Whimper?)
(una versión reducida puede consultarse en línea) hacía referencia a la
dualidad entre el fuego y el hielo, la gravedad o la expansión como
posibles detonadores del desenlace de nuestro universo –una disyuntiva
que T.S. Elliot resolviera en su poema The Hollow Man diciendo: “This is
the way the world ends/Not with a bang but a whimper” (Así es como el
mundo acaba/No con una explosión sino con un gemido). Para algunos
cosmólogos Elliot en este verso había mostrado un profundo sentido de
los misterios universales: el universo no acabaría con un Big Crunch,
una explosión provocada por el triunfo de la gravedad, sino con un
whimper, un largo quejido, eco del quebranto de la materia en perpetua
expansión. Pero antes de que la inflación indetenible del universo
hiciera imposible la formación de moléculas y organismos complejos,
planteaba el artículo, la conciencia podría tal vez sobrevivir de manera
incorpórea. O quizás incluso evolucionar a punto en el que esta
inteligencia, ya habiendo trascendido los límites ordinarios de la
materia, podría alterar las leyes de la física.
En los últimos años hemos visto el surgimiento de la neurociencia como
una de las ramas más innovadoras y dominantes de la ciencia humana. Sus
logros aunados al avance de la tecnología informática han hecho que una
serie de pensadores tecnoptimistas desarrollen los conceptos rectores
del transhumanismo, la disciplina que básicamente considera que en un
futuro cercano el hombre se fusionará con las máquinas y esto, más que
un evento apocalíptico y deshumanizador, será algo positivo, incluso la
llave para trascender la enfermedad, el dolor y hasta la muerte. Este
tecno-coqueteo con la inmortalidad para algunos detractores entreabre
una Caja de Pandora, amaga robar el fuego de Prometeo e invoca al
engendro del Dr. Frankenstein. La forma principal en la que los
transhumanistas imaginan la conquista de la muerte, es cargando la mente
o la conciencia humana a un dispositivo de hardware cuyos componentes
puedan ser reemplazados permanentemente, de esta forma eludiendo la
guadaña del tiempo. El término que se usa es “mind uploading” e incluso
“universal mind uploading”.
Aunque personalmente confieso que en un principio esta alternativa para
acceder a las promesas de la religión –una tierra prometida digital,
literalmente una utopía– me parecía una aberración del espíritu humano,
el camino del materialismo recalcitrante que busca forzar la entrada a
las dimensiones etéreas, creo que es importante examinar este camino
tecnológico al paraíso con la menor cantidad de prejuicios y entender el
raciocinio detrás de esta hipotética empresa. Y una de la razones que
de alguna manera justifican este impulso de la mente humana a
descorporizarse para seguir existiendo, es que el universo material, el
de una vida individual y el de una vida universal, tiende a
desintegrarse y eventualmente dejará de proveer un soporte, una matriz
para la evolución de la vida como la conocemos. El cristiano decidirá
portarse bien y arrepentirse para lograr la vida eterna, el
transhumanista decidirá probablemente tomar cartas en el asunto y crear
una máquina donde pueda depositar su conciencia — o aquello que la
religión ha llamado alma. Decía Terence Mckenna, amoralmente: “No son
los buenos los que van al cielo, sino los inteligentes”. Con esto no
queremos decir que el camino del transhumanismo es el camino acertado,
si acaso al tener a la ciencia de su lado es el camino dominante. Es
cierto también que la ciencia y la tecnología amenazan con destruir esta
misma matriz de vida que sueñan con trascender y del otro lado yace el
camino de la magia y de la alquimia, que operan a través del cuerpo, no a
pesar de.
Regresando al tema del uploading de mentes, vemos por qué según muchos
de los líderes en el campo de la neurociencia, de la cibernética y
futurólogos en general, consideran plausible que crucemos en nuestras
vidas este hito –y aunque no suceda en 2050, como se predice, sino en
2150 de cualquier forma el hecho es trascendental e insoslayable.
Michael Anissimov escribe en la revista H Plus un provocador artículo
sobre los beneficios de subir una mente a una computadora. Esto bajo los
supuestos de que el funcionalismo esté en lo correcto, es decir, que la
conciencia sea un producto de nuestro cerebro, cuya enorme complejidad
basada en proteínas podría ser copiada exactamente pero sobre una base
de silicio. El cerebro humano, apodado bicoumputadotra humana por el Dr.
John Lilly, contiene alrededor de 100 mil millones de neuronas, cada
una vinculada individualmente con otras neuronas a través de axones y
déndritas. Las señales y ligamentos de estas conexiones son transmitidas
a través de una serie de químicos conocidos como neurotransmisores.
Según la neurociencia la mente humana es una propiedad emergente del
procesamiento de información de esta red neural. La memoria, el
aprendizaje y la misma conciencia son resultados de procesos
electroquímicos en el cerebro gobernados por leyes físicas aplicables,
nos dice el consenso.
Un ejemplo de la viabilidad de copiar de manera funcional esta compleja
red neural, es esbozado en el experimento teórico del reemplazo de una
porción del cerebro con un chip de silicio. A grandes rasgos: imagina
que estás sintiendo un enorme dolor. Ahora imagina que una de tus
neuronas es reemplazada por un chip prostético de silicio que tiene
exactamente el mismo pefil de recepción y emisión que la neurona que
reemplaza. ¿Sentirías la diferencia? ¿Dejarías de sentir el dolor?
Probablemente seguirías sintiendo el mismo dolor sin darte cuenta que
ahora estas usando un chip de silicio para transmitir esa sensación
generada por una red de neuronas (en la que cada parte existe en función
del todo) que es el dolor. Presumiblemente, si se reemplazara
cuidadosamente cada una de las neuronas, tu cerebro seguiría funcionando
de manera constante con las mismas propiedades mentales, manteniendo
las relaciones causales entre cada parte del cerebro, las cuales son
responsables de la conciencia.
Uno de los pasos conducentes para crear una copia de un cerebro
específico, es copiar un cerebro humano con toda su complejidad. Esto lo
que el ambicioso Proyecto Blue Brain, encabezado por Henry Makram se ha
impuesto lograr. Este esfuerzo de conjurar una inteligencia artificial
empieza a rendir futuros, según su creador:
Blue Brain empieza a aprender y a recorda cosas. Podemos ver cuando
recobra una memoria,y de donde la recobra, podemos rastrear la actividad
de cada molécula, cada célula, cada conexión y ver como la memoria se
formó… construyendo de una columna neurocortical hasta un neurocórtex
entero, las propiedades emergentes etéreas que caracteriza al
pensamiento humano, paso a paso, se hacen evidentes.
Según Annisimov los beneficios de poder cargar una mente a una computadora o a una red informática son los siguientes:
1. Crecimiento económico masivo- Uno de los beneficios de subir una
mente a una computadora o a un cuerpo robótico es que casi
instantáneamente se acabría con el problema de la pobreza. Por una parte
ya no se necesitaría alimento –salvo una constante fuente de energía
eléctrica o solar, etc. Y para proveer de la energía necesaria para
funcionar en estos entornos psicocibernéticos lógicamente se podría
contar con versiones más primitivas de androides capaces de cultivar y
generar los requerimientos básicos. La riqueza además podría ser
simulada infinitamente en mundos de realidad virtual indistinguibles de
la pre-realidad.
Claro que esta prospección esta basada en un supuesto altamente
optimista, que la élite que desarrolle esta tecnología busque
compartirla abiertamente con el resto de la población y no la use para
crear un estado totalitario, muy similar a The Matrix.
2. Aumento de la Inteligencia- “Observando flujos de información en los
cerebros humanos cargados, muchos detalles de la cognición humana se
dilucidarán y podrán ser aumentados. Correr algoritmos de compresión
estándar en estas mente podría probar ser más eficiente que la
selección natural ciega, y al generar espacio extra de almacenamiento se
podría introducir nuevos módulos de procesamiento de información con
cualidades adicionales. Colectivamente estos módulos darían lugar a una
mayor inteligencia”. Esto es lo que dice Annisimov, sin embargo quizás
deberíamos de considerar el factor de la inteligencia emocional y que
tal vez éste esté ligado a nuestra experiencia unitaria con un cuerpo, a
sentir de manera holística con todas las partes de nuestro organismo
para así tomar decisiones e integrar experiencias conscientes. Aunque,
claramente, los transhumanistas nos contestarían que esta percepción
corporal unida a la inteligencia emocional puede ser igualmente
simulada: y aunque estuvieramos en una caja de cuarzo y silicio
podríamos estar sintiendo el viento más suti soplando en nuestra piel.
3. Mayor bienestar subjetivo- Más allá de que en muchos casos la
felicidad o nuestro nivel de tranquilidad, paz y empatía son el
resultado de nuestras experiencias y nuestra capacidad de procesarlas y
orientarlas hacia un fin deseado, es innnegable que existe cierta
propensión neuroquímica a ciertos estados mentales (hay personas que,
por ejemplo, no generan naturalmente los niveles de serotonina que
necesitan para estar medianamente felices). Esto fácilmente podría ser
arreglado. Annisimov incluso señala, con un dejo hedonista, que los
bajones naturales, neuro-crestas y neuro-valles, que atravesamos
naturalmente podrían ser reingeniados para que desaparezcan
completamente (¿Un Mundo Feliz?). Y en el caso del bienestar que proveen
las experiencias, haber vivido algo que cambió radicalmente tu forma de
ser, estas también podrían ser simuladas. Un frío paraíso de tweaks y
chips.
4. Beneficios ecológicos — La misma tecnología que amenaza con acabar
con el ecosistema podría ser la solución. Al pasar la mayor parte del
tiempo conectados a una red mundial informática, consumiremos menos
energía, espacio y recursos naturales que bajo un cuerpo humano
convencional. Nuestra comida sería deliciosa aunque virtual; virtual
pero visceralmente experimentada. Sobre la nostalgia del mundo
real-natural, Annisimov dice: “Podríamos de todas formas experimentar
este ambiente a través de feeds en vivo de la biósfera insertados en una
esquina de nuestros mundos expansivos virtuales o incluso interactuar
directamente con una muy ligera huella de carbono”.
5)
Escapar de las limitantes causadas por las leyes de la física- En un
ambiente virtual totalmente inmersivo, el programador tendría control
de todo lo que percibe y experimenta. Una caja de creación de realidades
se haría posible a un bit rate y a una resolución tan alta o más de la
que puede acceder actualmente el cerebro humano –incluso los estados de
percepción alterada provocados por el uso de drogas psicodélicos podrían
ser mimetizados con toda su complejidad fractal y sofisticación. Podrás
copular con tus sueños más desaforados en el cielo de la información.
6. Conexión más íntima con otras personas- A diferencia de lo que se
podría pensar, según Annisimov, esta tecnología proveería de
experiencias de conexión humana más nítidas y vívidas. Conectados a una
neurored de interacción telepersonal podríamos literalmente sentir lo
que una persona siente, experimentaríamos telepatía global electrónica
(si lo desearamos) y otras formas de intercambio de información
emocional. Aquel deseo ferviente y siempre escurridizo de una pareja
enamorada, de sentir lo que su amante siente cuando la mira, o incluso
de ser una sola persona, podría ser simulado.
7. Tiempos de vida indefinidos- Si nos convertimos en software podemos
tener siempre un respaldo que puede ser restaurado. La muerte es
fundamentalmente lo que impide el desarrollo de nuestra conciencia
individual a niveles superiores, en tanto a que la continuidad de
aprendizaje de una vida se corta –y una persona que nace de nuevo en el
mundo, aunque se avastece de la conciencia colectiva, tiende a cometer
los mismos errores y deja de percibir patrones que se forman solamente
en plazos de larga duración. Podríamos convertirnos en impecables
observadores del drama cósmico y entender, a través del artificio de la
mente humana, la mente divina.
Delirante, Annisimov imagina una civilización galáctica de mentes
digitales. Considerando que se podrían crear, utilizando solo la materia
de la Tierra, hasta un trillón de mentes digitales, podríamos poblar
todas las estrellas del universo. ¿Aunque como saber que una forma de
mente incorpórea no ha hecho esto ya?
No hay duda que las posibilidades del mind uploading son fascinantes,
pero como suele ser el caso con los transhumanistas, son demasiado
optimistas. Por una parte se asume que el paso de un ambiente orgánico,
que la biología a amaestrado por miles de millones de años, a un entorno
de máquina no generará ningún trauma: que nuestra conciencia iterada en
el hardware se adaptará perfectamemente a este nuevo soporte, acaso
deleitada por los nuevos placeeres sensoriales a los que tendrá acceso
sin tener que moverse un ápice. Y la neurociencia toma la dimensión de
un demiurgo: todo puede ser corregido moviendo una conexión aquí, o
insertando un chip allá.
Por otro lado tenemos la posibilidad también teorizada (por ejemplo, la
Mente Esparcida) de que la conciencia no sea un epifenómeno del cerebro y
de la materia biológica, sino una red de relaciones con el mundo,
sutilmente equilibrada para que el espíritu (el fantasma en la máquina)
pueda percibir el mundo y percibirse a sí mismo haciéndolo. O la misma
versión de la conciencia que encontramos en el pensamiento oriental, que
a grandes rasgos señala que la conciencia origina a la materia para
experimentarse a sí misma –y no al revés. Aunque esto indicaría en
cierta forma que un pedazo de hardware ciertamente podría ser el
vehículo la conciencia — ya lo es, puesto que la conciencia está
diseminada por todo el universo-; podría también significar que en la
transición a la copia podríamos perder nuestra conciencia individual. Si
el simulacro de nuestra conciencia mantiene nuestra conciencia
individual con toda su historia personal, ¿acaso esto no significa que
ya vivíamos en un simulacro previamente, que el cuerpo ya es un vehículo
de realidad virtual? En ese laberinto de autorreflexión dejaría de
existir la realidad. ¿Somos copias de copias de copias, así hasta el
infinito? ¿Como saber que en este momento el original no está conectado a
un soporte de hardware en una especie de incubadora cibernética
imaginando que tiene un cuerpo humano a través del cual percibe un mundo
extraño, hermoso y atemorizante?
Surgen innumerables cuestiones y dudas existenciales sobre esta
posibilidad de existir más allá de nuestros cuerpos, emebebidos en
entornos digitales. Pero una duda es fundamental e inesquivable, ¿acaso
no podríamos lograr esos mismos paraísos artificiales, burlar la
muerte, aumentar nuestra inteligencia, creaer nuevas realidades, desde
nuestro entorno biológico, usando nuestro cuerpo como nave? No buscó
reducir este tema al dualismo falsamente tajante entre naturaleza y
tecnología –después de todo la tecnología es también parte de la matriz
de la Tierra, es natural; o de otra forma, después de todo la materia
orgánica, y nosotros mismos, somos artificios de un programador
interestelar– sólo considero que el otro camino también merecería ser
explorado: puesto que tal vez sea una función del cuerpo que ha
conjurado la evolución (o la propia divinidad) para nosotros:
trascenderlo, pero usándolo como catapulta del espíritu y no como un
viejo saco obsoleto.
ALEPH DE POURTALES PijamaSurf
libertaliadehatali | 15 junio 2012 at 10:07 PM
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En el futuro podrás cargar tu mente a una computadora y vivir para siempre en un paraíso virtual
La
neurociencia coquetea con la posibilidad de transferir una mente, con
toda su identidad personal, a una máquina y se huelga en los beneficios
ecológicos y en las delicias perceptuales que esto podría traer, pero
¿cuales son las verdaderas implicaciones de este paso prometeico?
Hace algunos años, justo después del pánico geek de Y2K, leí un artículo
en la revista Time que abordaba el eterno enigma del fin del universo.
El artículo, How Will The Universe End? (With A Bang or A Whimper?)
(una versión reducida puede consultarse en línea) hacía referencia a la
dualidad entre el fuego y el hielo, la gravedad o la expansión como
posibles detonadores del desenlace de nuestro universo –una disyuntiva
que T.S. Elliot resolviera en su poema The Hollow Man diciendo: “This is
the way the world ends/Not with a bang but a whimper” (Así es como el
mundo acaba/No con una explosión sino con un gemido). Para algunos
cosmólogos Elliot en este verso había mostrado un profundo sentido de
los misterios universales: el universo no acabaría con un Big Crunch,
una explosión provocada por el triunfo de la gravedad, sino con un
whimper, un largo quejido, eco del quebranto de la materia en perpetua
expansión. Pero antes de que la inflación indetenible del universo
hiciera imposible la formación de moléculas y organismos complejos,
planteaba el artículo, la conciencia podría tal vez sobrevivir de manera
incorpórea. O quizás incluso evolucionar a punto en el que esta
inteligencia, ya habiendo trascendido los límites ordinarios de la
materia, podría alterar las leyes de la física.
En los últimos años hemos visto el surgimiento de la neurociencia como
una de las ramas más innovadoras y dominantes de la ciencia humana. Sus
logros aunados al avance de la tecnología informática han hecho que una
serie de pensadores tecnoptimistas desarrollen los conceptos rectores
del transhumanismo, la disciplina que básicamente considera que en un
futuro cercano el hombre se fusionará con las máquinas y esto, más que
un evento apocalíptico y deshumanizador, será algo positivo, incluso la
llave para trascender la enfermedad, el dolor y hasta la muerte. Este
tecno-coqueteo con la inmortalidad para algunos detractores entreabre
una Caja de Pandora, amaga robar el fuego de Prometeo e invoca al
engendro del Dr. Frankenstein. La forma principal en la que los
transhumanistas imaginan la conquista de la muerte, es cargando la mente
o la conciencia humana a un dispositivo de hardware cuyos componentes
puedan ser reemplazados permanentemente, de esta forma eludiendo la
guadaña del tiempo. El término que se usa es “mind uploading” e incluso
“universal mind uploading”.
Aunque personalmente confieso que en un principio esta alternativa para
acceder a las promesas de la religión –una tierra prometida digital,
literalmente una utopía– me parecía una aberración del espíritu humano,
el camino del materialismo recalcitrante que busca forzar la entrada a
las dimensiones etéreas, creo que es importante examinar este camino
tecnológico al paraíso con la menor cantidad de prejuicios y entender el
raciocinio detrás de esta hipotética empresa. Y una de la razones que
de alguna manera justifican este impulso de la mente humana a
descorporizarse para seguir existiendo, es que el universo material, el
de una vida individual y el de una vida universal, tiende a
desintegrarse y eventualmente dejará de proveer un soporte, una matriz
para la evolución de la vida como la conocemos. El cristiano decidirá
portarse bien y arrepentirse para lograr la vida eterna, el
transhumanista decidirá probablemente tomar cartas en el asunto y crear
una máquina donde pueda depositar su conciencia — o aquello que la
religión ha llamado alma. Decía Terence Mckenna, amoralmente: “No son
los buenos los que van al cielo, sino los inteligentes”. Con esto no
queremos decir que el camino del transhumanismo es el camino acertado,
si acaso al tener a la ciencia de su lado es el camino dominante. Es
cierto también que la ciencia y la tecnología amenazan con destruir esta
misma matriz de vida que sueñan con trascender y del otro lado yace el
camino de la magia y de la alquimia, que operan a través del cuerpo, no a
pesar de.
Regresando al tema del uploading de mentes, vemos por qué según muchos
de los líderes en el campo de la neurociencia, de la cibernética y
futurólogos en general, consideran plausible que crucemos en nuestras
vidas este hito –y aunque no suceda en 2050, como se predice, sino en
2150 de cualquier forma el hecho es trascendental e insoslayable.
Michael Anissimov escribe en la revista H Plus un provocador artículo
sobre los beneficios de subir una mente a una computadora. Esto bajo los
supuestos de que el funcionalismo esté en lo correcto, es decir, que la
conciencia sea un producto de nuestro cerebro, cuya enorme complejidad
basada en proteínas podría ser copiada exactamente pero sobre una base
de silicio. El cerebro humano, apodado bicoumputadotra humana por el Dr.
John Lilly, contiene alrededor de 100 mil millones de neuronas, cada
una vinculada individualmente con otras neuronas a través de axones y
déndritas. Las señales y ligamentos de estas conexiones son transmitidas
a través de una serie de químicos conocidos como neurotransmisores.
Según la neurociencia la mente humana es una propiedad emergente del
procesamiento de información de esta red neural. La memoria, el
aprendizaje y la misma conciencia son resultados de procesos
electroquímicos en el cerebro gobernados por leyes físicas aplicables,
nos dice el consenso.
Un ejemplo de la viabilidad de copiar de manera funcional esta compleja
red neural, es esbozado en el experimento teórico del reemplazo de una
porción del cerebro con un chip de silicio. A grandes rasgos: imagina
que estás sintiendo un enorme dolor. Ahora imagina que una de tus
neuronas es reemplazada por un chip prostético de silicio que tiene
exactamente el mismo pefil de recepción y emisión que la neurona que
reemplaza. ¿Sentirías la diferencia? ¿Dejarías de sentir el dolor?
Probablemente seguirías sintiendo el mismo dolor sin darte cuenta que
ahora estas usando un chip de silicio para transmitir esa sensación
generada por una red de neuronas (en la que cada parte existe en función
del todo) que es el dolor. Presumiblemente, si se reemplazara
cuidadosamente cada una de las neuronas, tu cerebro seguiría funcionando
de manera constante con las mismas propiedades mentales, manteniendo
las relaciones causales entre cada parte del cerebro, las cuales son
responsables de la conciencia.
Uno de los pasos conducentes para crear una copia de un cerebro
específico, es copiar un cerebro humano con toda su complejidad. Esto lo
que el ambicioso Proyecto Blue Brain, encabezado por Henry Makram se ha
impuesto lograr. Este esfuerzo de conjurar una inteligencia artificial
empieza a rendir futuros, según su creador:
Blue Brain empieza a aprender y a recorda cosas. Podemos ver cuando
recobra una memoria,y de donde la recobra, podemos rastrear la actividad
de cada molécula, cada célula, cada conexión y ver como la memoria se
formó… construyendo de una columna neurocortical hasta un neurocórtex
entero, las propiedades emergentes etéreas que caracteriza al
pensamiento humano, paso a paso, se hacen evidentes.
Según Annisimov los beneficios de poder cargar una mente a una computadora o a una red informática son los siguientes:
1. Crecimiento económico masivo- Uno de los beneficios de subir una
mente a una computadora o a un cuerpo robótico es que casi
instantáneamente se acabría con el problema de la pobreza. Por una parte
ya no se necesitaría alimento –salvo una constante fuente de energía
eléctrica o solar, etc. Y para proveer de la energía necesaria para
funcionar en estos entornos psicocibernéticos lógicamente se podría
contar con versiones más primitivas de androides capaces de cultivar y
generar los requerimientos básicos. La riqueza además podría ser
simulada infinitamente en mundos de realidad virtual indistinguibles de
la pre-realidad.
Claro que esta prospección esta basada en un supuesto altamente
optimista, que la élite que desarrolle esta tecnología busque
compartirla abiertamente con el resto de la población y no la use para
crear un estado totalitario, muy similar a The Matrix.
2. Aumento de la Inteligencia- “Observando flujos de información en los
cerebros humanos cargados, muchos detalles de la cognición humana se
dilucidarán y podrán ser aumentados. Correr algoritmos de compresión
estándar en estas mente podría probar ser más eficiente que la
selección natural ciega, y al generar espacio extra de almacenamiento se
podría introducir nuevos módulos de procesamiento de información con
cualidades adicionales. Colectivamente estos módulos darían lugar a una
mayor inteligencia”. Esto es lo que dice Annisimov, sin embargo quizás
deberíamos de considerar el factor de la inteligencia emocional y que
tal vez éste esté ligado a nuestra experiencia unitaria con un cuerpo, a
sentir de manera holística con todas las partes de nuestro organismo
para así tomar decisiones e integrar experiencias conscientes. Aunque,
claramente, los transhumanistas nos contestarían que esta percepción
corporal unida a la inteligencia emocional puede ser igualmente
simulada: y aunque estuvieramos en una caja de cuarzo y silicio
podríamos estar sintiendo el viento más suti soplando en nuestra piel.
3. Mayor bienestar subjetivo- Más allá de que en muchos casos la
felicidad o nuestro nivel de tranquilidad, paz y empatía son el
resultado de nuestras experiencias y nuestra capacidad de procesarlas y
orientarlas hacia un fin deseado, es innnegable que existe cierta
propensión neuroquímica a ciertos estados mentales (hay personas que,
por ejemplo, no generan naturalmente los niveles de serotonina que
necesitan para estar medianamente felices). Esto fácilmente podría ser
arreglado. Annisimov incluso señala, con un dejo hedonista, que los
bajones naturales, neuro-crestas y neuro-valles, que atravesamos
naturalmente podrían ser reingeniados para que desaparezcan
completamente (¿Un Mundo Feliz?). Y en el caso del bienestar que proveen
las experiencias, haber vivido algo que cambió radicalmente tu forma de
ser, estas también podrían ser simuladas. Un frío paraíso de tweaks y
chips.
4. Beneficios ecológicos — La misma tecnología que amenaza con acabar
con el ecosistema podría ser la solución. Al pasar la mayor parte del
tiempo conectados a una red mundial informática, consumiremos menos
energía, espacio y recursos naturales que bajo un cuerpo humano
convencional. Nuestra comida sería deliciosa aunque virtual; virtual
pero visceralmente experimentada. Sobre la nostalgia del mundo
real-natural, Annisimov dice: “Podríamos de todas formas experimentar
este ambiente a través de feeds en vivo de la biósfera insertados en una
esquina de nuestros mundos expansivos virtuales o incluso interactuar
directamente con una muy ligera huella de carbono”.
5)
Escapar de las limitantes causadas por las leyes de la física- En un
ambiente virtual totalmente inmersivo, el programador tendría control
de todo lo que percibe y experimenta. Una caja de creación de realidades
se haría posible a un bit rate y a una resolución tan alta o más de la
que puede acceder actualmente el cerebro humano –incluso los estados de
percepción alterada provocados por el uso de drogas psicodélicos podrían
ser mimetizados con toda su complejidad fractal y sofisticación. Podrás
copular con tus sueños más desaforados en el cielo de la información.
6. Conexión más íntima con otras personas- A diferencia de lo que se
podría pensar, según Annisimov, esta tecnología proveería de
experiencias de conexión humana más nítidas y vívidas. Conectados a una
neurored de interacción telepersonal podríamos literalmente sentir lo
que una persona siente, experimentaríamos telepatía global electrónica
(si lo desearamos) y otras formas de intercambio de información
emocional. Aquel deseo ferviente y siempre escurridizo de una pareja
enamorada, de sentir lo que su amante siente cuando la mira, o incluso
de ser una sola persona, podría ser simulado.
7. Tiempos de vida indefinidos- Si nos convertimos en software podemos
tener siempre un respaldo que puede ser restaurado. La muerte es
fundamentalmente lo que impide el desarrollo de nuestra conciencia
individual a niveles superiores, en tanto a que la continuidad de
aprendizaje de una vida se corta –y una persona que nace de nuevo en el
mundo, aunque se avastece de la conciencia colectiva, tiende a cometer
los mismos errores y deja de percibir patrones que se forman solamente
en plazos de larga duración. Podríamos convertirnos en impecables
observadores del drama cósmico y entender, a través del artificio de la
mente humana, la mente divina.
Delirante, Annisimov imagina una civilización galáctica de mentes
digitales. Considerando que se podrían crear, utilizando solo la materia
de la Tierra, hasta un trillón de mentes digitales, podríamos poblar
todas las estrellas del universo. ¿Aunque como saber que una forma de
mente incorpórea no ha hecho esto ya?
No hay duda que las posibilidades del mind uploading son fascinantes,
pero como suele ser el caso con los transhumanistas, son demasiado
optimistas. Por una parte se asume que el paso de un ambiente orgánico,
que la biología a amaestrado por miles de millones de años, a un entorno
de máquina no generará ningún trauma: que nuestra conciencia iterada en
el hardware se adaptará perfectamemente a este nuevo soporte, acaso
deleitada por los nuevos placeeres sensoriales a los que tendrá acceso
sin tener que moverse un ápice. Y la neurociencia toma la dimensión de
un demiurgo: todo puede ser corregido moviendo una conexión aquí, o
insertando un chip allá.
Por otro lado tenemos la posibilidad también teorizada (por ejemplo, la
Mente Esparcida) de que la conciencia no sea un epifenómeno del cerebro y
de la materia biológica, sino una red de relaciones con el mundo,
sutilmente equilibrada para que el espíritu (el fantasma en la máquina)
pueda percibir el mundo y percibirse a sí mismo haciéndolo. O la misma
versión de la conciencia que encontramos en el pensamiento oriental, que
a grandes rasgos señala que la conciencia origina a la materia para
experimentarse a sí misma –y no al revés. Aunque esto indicaría en
cierta forma que un pedazo de hardware ciertamente podría ser el
vehículo la conciencia — ya lo es, puesto que la conciencia está
diseminada por todo el universo-; podría también significar que en la
transición a la copia podríamos perder nuestra conciencia individual. Si
el simulacro de nuestra conciencia mantiene nuestra conciencia
individual con toda su historia personal, ¿acaso esto no significa que
ya vivíamos en un simulacro previamente, que el cuerpo ya es un vehículo
de realidad virtual? En ese laberinto de autorreflexión dejaría de
existir la realidad. ¿Somos copias de copias de copias, así hasta el
infinito? ¿Como saber que en este momento el original no está conectado a
un soporte de hardware en una especie de incubadora cibernética
imaginando que tiene un cuerpo humano a través del cual percibe un mundo
extraño, hermoso y atemorizante?
Surgen innumerables cuestiones y dudas existenciales sobre esta
posibilidad de existir más allá de nuestros cuerpos, emebebidos en
entornos digitales. Pero una duda es fundamental e inesquivable, ¿acaso
no podríamos lograr esos mismos paraísos artificiales, burlar la
muerte, aumentar nuestra inteligencia, creaer nuevas realidades, desde
nuestro entorno biológico, usando nuestro cuerpo como nave? No buscó
reducir este tema al dualismo falsamente tajante entre naturaleza y
tecnología –después de todo la tecnología es también parte de la matriz
de la Tierra, es natural; o de otra forma, después de todo la materia
orgánica, y nosotros mismos, somos artificios de un programador
interestelar– sólo considero que el otro camino también merecería ser
explorado: puesto que tal vez sea una función del cuerpo que ha
conjurado la evolución (o la propia divinidad) para nosotros:
trascenderlo, pero usándolo como catapulta del espíritu y no como un
viejo saco obsoleto.
ALEPH DE POURTALES PijamaSurf
libertaliadehatali | 15 junio 2012 at 10:07 PM
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