EV1, el coche eléctrico que pudo ser y no fué
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EV1, el coche eléctrico que pudo ser y no fué
El coche eléctrico estadounidense, competitivo y creado por voluntad política, desaparece repentinamente de las rutas víctima de un complot a imagen y semejanza del 'Asesinato en el Expreso de Oriente' de Agatha Christie, según una película cuya ficción es de una actualidad asombrosa.
El coche eléctrico estadounidense, competitivo y creado por voluntad política, desaparece repentinamente de las rutas víctima de un complot a imagen y semejanza del 'Asesinato en el Expreso de Oriente' de Agatha Christie, según una película cuya ficción es de una actualidad asombrosa.
'Who killed the electric car?' (¿Quién mató al coche eléctrico?) es el nombre de un documental que saldrá a finales de este mes en Estados Unidos y que retrata la historia del 'EV-1', un automóvil construido por el gigante General Motors (GM) para acompañar una ambiciosa legislación ecológica en California (oeste del país).
Impulsado en 1990 para intentar reducir la contaminación atmosférica, la 'directiva emisión cero' estipulaba que hacia 1998, el 2% de los automóviles en este Estado serían modelos 'limpios' capaces de no echar al aire ni una sola partícula de monóxido de carbono. Según las mismas previsiones, en 2003 los coches 'ecológicos' hubiesen supuesto el 10% en este mercado.
Disponible en el mercado desde 1996, el EV-1 de dos plazas se distinguía por su diseño aerodinámico, un motor eléctrico capaz de acelerar como un modelo deportivo y una duración de la batería de hasta 200 km, lo cual satisfacía las exigencias del 90% de los conductores californianos. ¿Su mayor atractivo? Se cargaba de energía en unas cuantas horas por sólo tres dólares (2,40 euros).
Para entonces se construyeron más de 1.000 unidades del EV-1 y fueron ofrecidos bajo el sistema de alquiler prolongado ('leasing', muy popular en Estados Unidos) en California y en el vecino Estado de Arizona. "Pero seis años más tarde, la flota (de coches) había desaparecido", cuenta Chris Paine, padre de esta película con un postulado implacable: 'Se trata de un asesinato'.
"La verdad detrás del abandono (del coche eléctrico) se parece al desenlace espectacular del 'Asesinato en el Expreso Oriente' de Agatha Christie: varios sospechosos, que cada uno a su turno, va empuñando su cuchillo", asevera el cineasta, uno de los conquistados por esta propuesta y que adquirió su EV-1.
Entre los sospechosos, señala a la administración republicana del presidente estadounidense, George W. Bush, que presionó con éxito para que se anulara la 'directiva emisión cero'. Paine explica esta rotunda oposición a la popularización del coche eléctrico por parte de los aliados de Bush por sus nexos "con los sectores de los fabricantes automovilísticos y el petróleo".
Las compañías petroleras también están en el banquillo de los acusados, por haber presionado a los poderes públicos para que dejaran de subvencionar los coches eléctricos, que "podrían haber representado un peligro a largo plazo" para la actividad de un sector que amasa decenas de miles de millones de euros por año.
Más apabulladora aún es la parte en la que la obra de Paine muestra cómo General Motors y otros constructores, que se habían lanzado a la aventura de concebir este coche, hicieron un doble juego para trabar las ventas de sus modelos eléctricos. El director hace esta afirmación tras haber entrevistado a decenas de personas implicadas, entre ellos viejos responsables de la marca, como investigación para hacer una película con su trabajo.
El EV-1 habría sido condenado a muerte bajo sentencia de la misma General Motors por ser demasiado económico para sus dueños. "Sin motor, no necesitaba aceite, no tenía filtros ni bujías", toda una pérdida para la industria de los coches y sus diferentes 'filiales'. Paine subraya además que el abandono del EV-1 fue seguido, un mes más tarde, por la compra de parte de General Motors de la empresa que fabricaba las enormes 4x4 Hummer, un modelo verdaderamente devorador de petróleo.
Su película, que revela el combate desesperado de los defensores del EV-1 para intentar salvar los últimos ejemplares del modelo, deja al espectador reflexionando justo en estos tiempos, donde el precio del combustible en Estados Unidos se ha más que triplicado desde 2001. Como consecuencia, los fabricantes japoneses Toyota y Honda venden como pan caliente sus automóviles 'híbridos', que necesitan combustible y electricidad, un mercado donde General Motors, amenazado de quiebra, no tienen cómo ni con qué competir.
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El coche eléctrico estadounidense, competitivo y creado por voluntad política, desaparece repentinamente de las rutas víctima de un complot a imagen y semejanza del 'Asesinato en el Expreso de Oriente' de Agatha Christie, según una película cuya ficción es de una actualidad asombrosa.
'Who killed the electric car?' (¿Quién mató al coche eléctrico?) es el nombre de un documental que saldrá a finales de este mes en Estados Unidos y que retrata la historia del 'EV-1', un automóvil construido por el gigante General Motors (GM) para acompañar una ambiciosa legislación ecológica en California (oeste del país).
Impulsado en 1990 para intentar reducir la contaminación atmosférica, la 'directiva emisión cero' estipulaba que hacia 1998, el 2% de los automóviles en este Estado serían modelos 'limpios' capaces de no echar al aire ni una sola partícula de monóxido de carbono. Según las mismas previsiones, en 2003 los coches 'ecológicos' hubiesen supuesto el 10% en este mercado.
Disponible en el mercado desde 1996, el EV-1 de dos plazas se distinguía por su diseño aerodinámico, un motor eléctrico capaz de acelerar como un modelo deportivo y una duración de la batería de hasta 200 km, lo cual satisfacía las exigencias del 90% de los conductores californianos. ¿Su mayor atractivo? Se cargaba de energía en unas cuantas horas por sólo tres dólares (2,40 euros).
Para entonces se construyeron más de 1.000 unidades del EV-1 y fueron ofrecidos bajo el sistema de alquiler prolongado ('leasing', muy popular en Estados Unidos) en California y en el vecino Estado de Arizona. "Pero seis años más tarde, la flota (de coches) había desaparecido", cuenta Chris Paine, padre de esta película con un postulado implacable: 'Se trata de un asesinato'.
"La verdad detrás del abandono (del coche eléctrico) se parece al desenlace espectacular del 'Asesinato en el Expreso Oriente' de Agatha Christie: varios sospechosos, que cada uno a su turno, va empuñando su cuchillo", asevera el cineasta, uno de los conquistados por esta propuesta y que adquirió su EV-1.
Entre los sospechosos, señala a la administración republicana del presidente estadounidense, George W. Bush, que presionó con éxito para que se anulara la 'directiva emisión cero'. Paine explica esta rotunda oposición a la popularización del coche eléctrico por parte de los aliados de Bush por sus nexos "con los sectores de los fabricantes automovilísticos y el petróleo".
Las compañías petroleras también están en el banquillo de los acusados, por haber presionado a los poderes públicos para que dejaran de subvencionar los coches eléctricos, que "podrían haber representado un peligro a largo plazo" para la actividad de un sector que amasa decenas de miles de millones de euros por año.
Más apabulladora aún es la parte en la que la obra de Paine muestra cómo General Motors y otros constructores, que se habían lanzado a la aventura de concebir este coche, hicieron un doble juego para trabar las ventas de sus modelos eléctricos. El director hace esta afirmación tras haber entrevistado a decenas de personas implicadas, entre ellos viejos responsables de la marca, como investigación para hacer una película con su trabajo.
El EV-1 habría sido condenado a muerte bajo sentencia de la misma General Motors por ser demasiado económico para sus dueños. "Sin motor, no necesitaba aceite, no tenía filtros ni bujías", toda una pérdida para la industria de los coches y sus diferentes 'filiales'. Paine subraya además que el abandono del EV-1 fue seguido, un mes más tarde, por la compra de parte de General Motors de la empresa que fabricaba las enormes 4x4 Hummer, un modelo verdaderamente devorador de petróleo.
Su película, que revela el combate desesperado de los defensores del EV-1 para intentar salvar los últimos ejemplares del modelo, deja al espectador reflexionando justo en estos tiempos, donde el precio del combustible en Estados Unidos se ha más que triplicado desde 2001. Como consecuencia, los fabricantes japoneses Toyota y Honda venden como pan caliente sus automóviles 'híbridos', que necesitan combustible y electricidad, un mercado donde General Motors, amenazado de quiebra, no tienen cómo ni con qué competir.
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dezar- Buen usuario
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