Y esto ha impactado en quienes creen a pies juntillas las predicciones aztecas, que ya empezaban a imaginar un posible episodio apocalíptico, sobre todo después de escuchar estos meses las teorías sobre las tormentas solares que se avecinan para el próximo año. Sin embargo, los investigadores consultados desmienten que el Sol se acerque a nuestro planeta y afirman que, en realidad, dichas tormentas no llegarán hasta 2013 o 2014.
Que sí, que las manchas del astro rey pueden producir expulsiones violentas de millones de toneladas de partículas (eyecciones de masa coronal o CME) a una velocidad de cientos de kilómetros por segundo, pero no nos va a encontrar en su trayectoria, y mucho menos lo vamos a presenciar como un meteorito acercándose de manera catastrófica hacia nosotros. Que el último impacto fue hace 65 millones de años y condujo a la extinción de los dinosaurios, pero ya hemos escarmentado.
En definitiva, que el Sol no se acerca a la Tierra, por muy grande que lo veamos. Además, tardaría «un rato» en llegar, ya que está «a unos 150.000.000 kilómetros de distancia», dice Robert Saint-Jean, científico del sistema solar y terrestre de la Agencia Espacial canadiense.
Respecto a las tormentas que se predicen «no tienen ninguna base científica. Es una broma pesada», añade Saint-Jean. «La actividad solar es cíclica, y es cierto que uno de los periodos máximos de actividad se producirá en 2013, por lo que las probabilidades de que estas tormentas se dirijan hacia la Tierra serán entonces más altas. Sin embargo, con la tecnología y el conocimiento científico actual se pueden predecir días antes de que ocurra», matiza Saint-Jean.
ASÍ SE MUEVE
Por su parte, Mark Thiemens, profesor del Departamento de Ciencias Físicas de la Universidad de California, comenta que «la Tierra y los planetas permanecen estables en sus posiciones, y la interacción de las tormentas solares es muy pequeña». Para Dirk Lummerzheim, profesor de aeronáutica de la Universidad de Fairbanks, en Alaska, «no hacemos muy bien prediciendo estas tormentas. Las regiones activas que las provocan tienden a durar semanas. Y como el Sol gira su propio eje cada 27 días, podemos predecir cuándo la se verá afectada la Tierra por estas tormentas (si hubiera ahora en nuestro camino, habría muchas posibilidades de que nos viéramos afectados de nuevo dentro de 27 días)».
La ruta de la Tierra alrededor del Sol no es circular, sino elíptica, por lo que, de haber un acercamiento, somos nosotros los que «buscamos» al sol y no al revés. «Debido a que la órbita terrestre es una elipse hay una época del año en la que estamos más cerca, aproximadamente sobre el cuatro de enero», aclara Manuel Vázquez, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias. Lo que corrobora el investigador del Centro Espacial Godard, de la NASA, Gavin Schmidt. «Cuando más lejos estamos del astro rey es en agosto. Pero no tiene sentido pensar que el Sol se acerca a nuestro planeta». Una elipse tiene un punto un poco alejado del centro denominado «focus», que es precisamente donde se encuentra el Sol. Por este motivo, es decir, porque no está en el centro, sino en ese focus, nuestro planeta se acerca y se aleja. Claro que la estrella que más calienta no se queda quieta. No es un objeto aislado. Su movimiento es conocido y tiene sus características conocidas desde los tiempos de Newton. «También sufre las influencias de los otros cuerpos del sistema solar que hacen que tenga un pequeño movimiento a lo largo del tiempo con respecto al centro de masas», añade Vázquez. Lummerzheim argumenta que «todos los planetas tienen un movimiento similar, y permanecerán en su camino durante unos mil millones de años. Además, en el espacio hay poca fricción, por lo que las órbitas de los planetas se mantendrán estables hasta el final de los tiempos».
¿Significa esta teoría que las colisiones apocalípticas son sólo ciencia ficción? Los expertos no se atreven a asegurarlo, pero de ser así, desde luego que ni nosotros ni miles de generaciones venideras serán testigos de ello. «No puedo decir que es imposible, pero es sumamente improbable que ocurra en los próximos millones de años. En ese tiempo, el Sol probablemente se hará más grande y esto hará que se agoten sus reservas de hidrógeno. Por lo que pensar en ello en un corto plazo es ridículo», especifica Saint-Jean. No obstante, hay quienes ya hipotetizan con el desenlace, «el Sol se quedará sin el combustible y explotará. Ése será el final», sentencia Lummerzheim.
Autor: A. J. R. |